miércoles, mayo 1, 2024

Más allá de los aplausos: la urgente necesidad de proteger y contener al personal de salud

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La magnitud y gravedad de la crisis generada por la pandemia de Covid-19 ha suscitado, a nivel global, una corriente de simpatía y apoyo hacia el personal de salud, calificándoseles –con justa razón– como las y los héroes de esta época. Ahora bien, por definición, ser héroe implica ir más allá de los límites humanos razonables o esperados en una condición de normalidad, pero esa situación se hará insostenible si la empatía que circula por los balcones y las redes sociales no va acompañada por los necesarios apoyos institucionales (tanto en el sector público como en el sector privado) y por conductas responsables de la población que sean coherentes con dicha empatía.

Los diferentes frentes de acción que es necesario cubrir para proteger y contener al personal médico, de enfermería, obstétrico, auxiliares, técnicos y administrativos del área de la salud, sin distinciones, ya que son ellas y ellos la columna vertebral que sostiene el esfuerzo colectivo para salir adelante de esta grave amenaza sanitaria con fuerte impacto socioeconómico, la que nos ha puesto cara a cara con nuestra profunda fragilidad como seres humanos.

Cabe hacer tres precisiones introductorias.

Primero, damos por descontado que una de las grandes enseñanzas de esta pandemia, para el mundo, es que debilitar la salud pública por razones ideológicas o de austeridad mal entendida es una conducta suicida que debe ser revertida para estar mejor preparados para otras crisis.

Segundo
, en el caso de Chile, es más que evidente la asimetría de recursos que existe entre el sector privado y el sector público. No nos engañamos a ese respecto. No obstante, creemos que las líneas de acción y las sugerencias que planteamos son válidas para ambos sectores, con sentido de urgencia, tomando en cuenta que, como ha señalado el destacado psiquiatra y neurólogo Boris Cyrulnik (France Culture, Actualités, 9/04/2020), estamos recién en la etapa de resistencia, no aún de la resiliencia. Por cierto, más adelante no hay que dejar de lado esta última.

Tercero: es indudable que esta coyuntura crítica para la humanidad suscita debates políticos. Así lo hemos visto en Estados Unidos, en los países de la Unión Europea, en Brasil, en Ecuador y desde luego en Chile. Las decisiones sanitarias (o su ausencia) tienen efectos económicos y en la imagen de los gobiernos. El grado de transparencia de los datos epidemiológicos da lugar a ásperas discusiones en todas las latitudes. No siendo ingenuos a este respecto, hemos procurado, tanto como ha sido posible, explicitar los desafíos, los frentes de acción y las recomendaciones, despolitizando el debate y, ante todo, poniendo al centro las necesidades del personal de salud.

Establecido lo anterior, resulta evidente que la primera necesidad es proveer los recursos para que estos últimos desarrollen su trabajo en condiciones de autoprotección, dado que está en juego nada menos que la propia vida y la de sus familias; y, por otro lado, para atender adecuadamente a los pacientes. Queremos enfatizar que aquí no se requieren querellas mezquinas ni discusiones escolásticas. Asumiendo el básico principio económico que los recursos son escasos y las necesidades infinitas, hay que ponderar lo que está en juego cuando se tomen decisiones de gasto, tomando en cuenta que están involucradas vidas humanas. Asimismo, no se trata sólo del monto de los recursos; es preciso abordar también el problema de la optimización del reparto, destrabar los cuellos de botella y tener la máxima transparencia con la información. La inquietud es grande y se ha expresado de manera visible para la opinión pública, incluyendo manifestaciones en establecimientos hospitalarios. Despejar ese factor de preocupación es fundamental para que el personal de salud pueda enfocarse en lo que constituye su tarea insustituible.

Desde la perspectiva social, hay que insistir hasta el cansancio respecto a que la población tiene que acatar las medidas de auto y mutuo cuidado. Ambas van de la mano: me cuido para cuidar a los otros.

En nuestro contacto directo con el personal de salud apreciamos lo que metafóricamente hemos llamado «el Síndrome de Sísifo»: una enorme angustia y frustración por estar esforzándose al máximo para mantener la salud de las personas, no contagiarse y estar conscientes de que el peak de la enfermedad aún no llega, que probablemente empalme con la saturación de servicios que provocan otros virus en invierno, mientras la conducta de franjas significativas de la población es de una irresponsabilidad o una desidia francamente incomprensibles e indignantes (los hechos del fin de Semana Santa hablan por sí solos).

La misma angustia se aprecia respecto a la difusión de fake news o supuestas recetas de «inmunización» que no hacen más que agravar los problemas. Del mismo modo, y aun conscientes de la profunda crisis socio-económica que se incuba al estar paralizada gran parte de la economía, un exceso de confianza o voluntarismo por retomar la normalidad es visto como un error que puede resultar fatal, en el sentido más descarnado del término.

En suma, empujar la roca hasta la cima de la montaña, cual Sísifos contemporáneos, para verla caer nuevamente debido a la negligencia humana o a lo que consideran un desescalamiento prematuro de las medidas preventivas, mina profundamente la moral de las tropas de esta “primera línea” que combate al Coronavirus sin descanso.

Otro aspecto crucial de protección concierne a los graves actos de discriminación de los cuales han sido víctimas trabajadoras y trabajadores de la salud, en sus hogares y en otros sitios. Hay que ser enfáticos en que estos actos no sólo son irracionales (en tanto estos profesionales están trabajando por la salud de toda la población, incluyendo a quienes los discriminan), sino también ilegales o al límite de la norma. Llamamos entonces al Ministerio público, al Poder Legislativo y a cualquier otra autoridad que corresponda, así como a agrupaciones de abogados que protegen los derechos ciudadanos, a que tomen una posición más dura en esta materia, en el marco de la ley, y a disponer de mecanismos de defensa para las víctimas. También es muy importante el control social y la solidaridad por parte de las propias comunidades de vecinos hacia estos profesionales y técnicos, de los cuales se han visto ejemplos alentadores en las redes sociales.

Contención y salud mental

Ahora bien, desde el punto de vista psicológico, es fundamental abordar y prevenir con celeridad, los efectos en la salud mental que conlleva el trabajo directo del personal de salud con afectados por el Covid-19. Nos situamos aquí en el plano de la contención.

Uno de los factores clave a tener en consideración, es abordar el riesgo que conlleva sostener de manera permanente y sostenida el largo –y aún indeterminado– período de tiempo que durará esta pandemia. El alto desgaste mental, emocional y físico que dicho trabajo conlleva, y la importancia de hacerse cargo de este, dice relación no solo con la contención de las necesidades psico-emocionales del personal de salud, sino también con el impacto que la falta de dicho cuidado puede provocar en los pacientes y sus familiares. Esto exige trabajar en tres dimensiones.

La primera de ellas, esencial, es de naturaleza preventiva. En este plano, cada institución de salud debe reconocer cuáles son los principales factores de riesgo entre los que se encuentra su personal de salud frente al actual escenario. Es urgente escuchar y contener su temor permanente a quedarse sin insumos de protección o sin ventiladores mecánicos; a ser contagiados y transmitir el virus a sus parejas, hijos y adultos mayores; a enfrentar dilemas éticos abrumadores en los que está en juego la vida (o la posible muerte) de los pacientes; a tener que abandonar sus hogares para proteger a sus familias, privándose así del principal factor de contención para cualquier ser humano; y en algunos casos, tal como lo señalamos anteriormente, su temor a enfrentar la inexcusable discriminación de algunos vecinos.

La segunda dimensión concierne al reconocimiento de las principales áreas que pueden verse afectadas en el ámbito de la salud mental y determinar, en el caso de que fuese necesario, la necesidad adicional de apoyo farmacológico. En términos generales, podemos describir tres áreas básicas a trabajar: la cognitiva, la emocional y la física. Respecto a la primera, es clave detectar alteraciones del pensamiento propias de situaciones altamente estresantes, tales como: falta de concentración, intromisión de imágenes, pensamientos repetitivos, entre otros, que de presentarse, deben ser abordados de inmediato por un profesional de salud mental que apoye al personal en el procesamiento de lo que les va sucediendo, orientándolos y ayudándolos a clarificar su comprensión de los acontecimientos y de cómo estos los afectan.

“El síndrome de Sísifo”

En el área emocional se deberá trabajar con el personal más afectado, ayudándolos a que reconozcan, validen y gestionen su miedo al contagio, sus sentimientos de tristeza e impotencia frente a decesos, la permanente frustración por experimentar lo que antes referimos como “el síndrome de Sísifo”, y la rabia que surge –con no poca razón– frente a situaciones percibidas como injustas, amenazantes o derechamente inadmisibles (insuficiente equipo de protección, falta de ventiladores mecánicos, fuerte asimetría de recursos entre unos establecimientos y otros, diferencias sociales muy marcadas en el acceso a tratamientos de calidad, por nombrar algunos). Por último, es crucial que este apoyo aborde también alteraciones físicas tales como: contracturas, insomnio, fatiga, cefaleas, entre otras, las que muchas veces se suman en situaciones de estrés sostenido.

La tercera dimensión concierne a las “dinámicas de relación” al interior del trabajo en áreas de salud. En una situación de crisis tan alarmante, es crucial que las organizaciones de salud hagan un especial esfuerzo por clarificar las directrices organizacionales. Una clara programación de tareas, definición de roles y la existencia de canales de comunicación fluidos, tanto formales como informales, es una prioridad urgente. Aquí los departamentos de recursos humanos tienen la tarea insoslayable de proteger al máximo el clima laboral de los profesionales de la salud, justamente porque se está enfrentando un período crítico.

En suma, es de vital importancia que las instituciones de salud articulen a la brevedad espacios de contención y orientación especializada, que se hagan cargo proactivamente de las reacciones psicológicas que se están gatillando entre las y los profesionales de la salud, y que irán in crescendo en la medida que se prolongue y/o se agudice esta pandemia.

Nos parece paradigmática una cita del doctor Craig Spence que refuerza el sentido de urgencia: “Hay una gran probabilidad de que mis colegas y yo seamos infectados a futuro. Algunos de ellos ya lo han sido y muchos han reconocido que eventualmente serán contagiados. La pregunta para todos nosotros es, ¿cuánto tiempo podemos estar alejados de nuestras familias, de nuestros amigos, de nuestros seres queridos y de nuestros hijos? Es un triste y calculado riesgo que todo el mundo tiene que tomar” (Time, edición online, 9/04/2020).

Sobre los autores:
Fernando de Laire D. Sociólogo – Universidad de Chile y Doctor en sociología – UC de Lovaina ([email protected]).

Carmen Parraguez, Psicóloga – Universidad de Chile y Magíster en Teoría y Práctica Gestáltica ([email protected]).

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