El sacerdote católico de origen alemán e Hijo Ilustre de Osorno, Peter Kliegel, disparó contra la Iglesia Católica por el encubrimiento que ha hecho de los abusos sexuales perpetrado por religiosos y minimizar la importancia de los casos que se han conocido, argumentando que optaron “mirar más la conveniencia del poder administrativo” que la “salvación de las almas”.

En una carta enviada a los obispos del país y toda la Iglesia Católica y que fue publicada por El Mostrador, el cura sostiene que “el asunto no es únicamente uno de Osorno, es de toda nuestra Iglesia chilena”, en referencia a los cuestionamientos a Juan Barros.

Kliegel también despotrica en contra del Vaticano al no dar respuesta a tres años de peticiones sobre lo que ocurría en Osorno, afirmando que “siento que hemos sido tratados ni siquiera como empleados, sino como peones. Una verdad muy dolorosa. A la vista de todo el mundo”.

Otro punto que la misiva expone como crítica fuerte y que lo considera “gravísimo” es que los testimonios de las víctimas de abusos sexuales hayan sido tildados como calumnias, y peor aún cuando tales dichos vienen de parte del Cardenal Francisco Javier Errázuriz.

“No tengo el derecho de enjuiciar a alguien, pero no tomar en cuenta el clamor de víctimas de abuso sexual y no tomar las medidas correspondientes, es gravísimo. A las víctimas hay que creerles, tanto a aquellas que se juntaron con el Papa privadamente, como a las que se han manifestado públicamente”, expresa.

El sacerdote también apunta a lo doloroso que ha sido ver y constatar cómo muchos fieles de la Iglesia se han alejado de ella y del catolicismo, añadiendo que “con estas palabras no se ofendió a ‘algunos pocos laicos’, se golpeó fuertemente a una comunidad diocesana, a la iglesia nacional”.

Kliegel también critica duramente al obispo Barros por su pasividad frente a los abusos que cometió el cura pederasta Fernando Karadima, indicando que “no haber ‘visto nunca nada’ en 30 años indica incapacidad de ver al mundo real, de ver la historia personal con mirada crítica”.

Y ahonda más en el tema al señalar que “si yo como sostenedor de un Colegio emplearía a un profesor que trabajó 30 años bajo la guía de un pederasta sin haberse dado cuenta, tendría miles de familias protestando frente a mi casa por tal decisión escandalosa. Mi colegio quedaría sin alumnos. Y con razón”.

La carta del religioso también lanza sus dardos a la Iglesia por no reconocer sus errores, en relación al nombramiento de Barros como obispo de Osorno, precisando que “ustedes como obispos tuvieron clara conciencia de la situación personal e histórica del ahora obispo de Osorno y de lo que esperaba una diócesis entera. Ustedes con clara deliberación querían preservar al Santo Padre de una fatal equivocación”.

Desde ese punto de vista, el sacerdote menciona que “las autoridades de mi iglesia miraron más la conveniencia del poder administrativo que la máxima regla en la pastoral: la salvación de las almas. Esto duele y pone en jaque la dignidad de todos nosotros. La dignidad es un derecho humano inalienable, el mismo Papa nos lo grabó recién en nuestras conciencias. Seguir a dicha premisa es obligación moral”.