Por Fernando Wilson L.
Dr. en Historia. Profesor Facultad de Artes Liberales, Universidad Adolfo Ibáñez
Las declaraciones del Presidente en su reciente cuenta pública, en relación a encargar al Ministerio de Defensa el buscar proveedores alternativos para no depender de Israel en cuanto a su provisión de Defensa son, al menos, un saludo a la bandera. Pero transmiten un mal mensaje de poca confiabilidad.
Cambios de esa profundidad no se pueden realizar en los pocos meses que quedan del Gobierno y son directa consecuencia de la ausencia de comprensión del Frente Amplio en general y del Presidente en particular, de la complejidad que significa la relación de venta y compra de material militar.
El primer punto es que este mercado es esencialmente político; Buques, Misiles, Tanques o Aviones no se compran solo con dinero, sino con confianza política que se extiende por décadas y que es un reflejo de un proceso mucho más amplio y complejo en relación a la construcción de los alineamientos internacionales de un país.
La relación de Chile con Israel se retrae a décadas cuando la imposibilidad de obtener material de proveedores tradicionales en momentos de grave amenaza a nuestras fronteras encontró en Israel un proveedor de material.
Inicialmente fueron sistemas comparativamente simples, como equipo individual, blindados repotenciados o sistemas de armas guiadas de baja complejidad.
Ya en democracia, los programas de modernización de las tres ramas comenzaron a desarrollar junto a Israel elementos de alta complejidad, como sistemas de mando y control naval, la modernización de cazas supersónicos o la obtención de sistemas de combate avanzado.
Finalmente, en este siglo, se han firmado contratos para sistemas realmente avanzados dentro de los que se incluyen los satelitales, a la vez que continúan las adquisiciones de sistemas mas simples.
Basta recordar que el fusil estándar del ejercito; el Galil ACE 22, es de diseño Israelí y coproducido en Chile, o que la serie Spike son los misiles antitanques estándar (y únicos) del Ejercito.
Lo mismo ocurre con el armamento de los aviones de combate F-16 y F-5, buena parte de los cuales son israelíes
Pretender cambiar todos esos sistemas es un proceso que tomara décadas y al menos un par de decenas de miles de millones de dólares americanos. Un proceso así sería extremadamente caro y lento al punto de hacerlo inviable.
Pero, lo peor es el mensaje político.
Chile ha mantenido su relación estratégica con Israel desde 1970 en todo tipo de gobierno.
Cambiar ahora, por la decisión unilateral de un Presidente de signo político especifico, manda una señal internacional preocupante.
En esencia, la llegada de un liderazgo de coyuntura puede alterar los equilibrios estratégicos y las políticas de Estado de la República de Chile. En esencia, nuestra política sería una veleta al viento de la política de coyuntura. Una República Bananera.
Una situación así hace difícil la relación incluso con otros socios estratégicos tradicionales que nos proveen también sistemas de alta complejidad, como Gran Bretaña, Alemania o los propios Estados Unidos.
Nuevamente insistimos, el mercado de la Defensa no se gestiona solo con dinero. Su principal medio de pago es la confianza. Y Chile, después del discurso de Gabriel Boric, es algo menos confiable. Mala señal.