Se trata de especies capaces de sobrevivir en entornos extremos de sequía, alta radiación y bajas temperaturas y que podrían convertirse en los alimentos del futuro.
Tomando como escenario el Desierto de Atacama, que por sus peculiares características es un verdadero laboratorio natural, investigadores del Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio) están realizando inéditos estudios en torno a especies silvestres capaces de resistir condiciones extremas de escasez de agua, alta radiación, suelos pobres en nutrientes y bajas temperaturas, lo que les permitiría crecer incluso en lugares como Marte o la Luna.
El proyecto, que se ejecuta en colaboración con expertos de Francia, es de suma relevancia en el contexto de cambio climático global, que exige descubrir y caracterizar vegetales que puedan sobrevivir en entornos extremos como los que presenta el Desierto de Atacama y garantizar la seguridad alimentaria en el futuro. “La actividad agrícola enfrenta grandes desafíos producto del cambio climático y el avance de la desertificación, por lo que conocer y caracterizar en profundidad plantas que florecen con menos de 300 mm de precipitaciones anuales y bajo temperaturas que fluctúan entre 40°C en el día y -8°C durante la noche es crucial”, destaca Rodrigo Gutiérrez, investigador del Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio) y del CRG y coordinador principal de la iniciativa.
En concreto, los científicos compararán el comportamiento de dos variedades comestibles endémicas del Desierto de Atacama, Hoffmanseggia doelli conocida como la papa del desierto y Solanum chilense, que producen una estructura de raíz comestible similar a un tubérculo y un fruto de tomate silvestre, respectivamente, con dos especies similares, pero que no están adaptadas a este tipo de ambientes. De este modo, revelarán los mecanismos que hay detrás de la resistencia a limitaciones ambientales y los detalles de esa respuesta.
“Analizar y estudiar estas especies extremófilas comestibles abre puertas para incrementar la producción de alimentos, aprovechando suelos hasta ahora catalogados como infértiles y con menores costos de producción. Se trata de plantas con alto valor nutricional que no reemplazan al resto de los alimentos, pero sí enriquecen la dieta de una persona. La papa del desierto, por ejemplo, es rica en potasio, fibra, hierro y magnesio, por lo que reintroducirla es una excelente alternativa”, asegura Gutiérrez, puntualizando que esta planta no necesita fertilización con nitrógeno para crecer adecuadamente.
Si bien el equipo lleva décadas realizando estudios en la zona y han obtenido importantes conocimientos en torno al genoma, ciclo de vida y detalles nutricionales de estas variantes vegetales, será a mediados de este año donde se generen los principales hallazgos cuando se realicen pruebas en la estación espacial francesa. Según Gutiérrez, “debemos seguir avanzado en el estudio de la vida en Atacama, pues es clave para hacer frente al avance de la sequía y desertificación, desarrollando estrategias para mantener cosas tan fundamentales como la producción de alimentos”.