domingo, febrero 23, 2025

Análisis: Cuando la amenaza tiene varios rostros

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Además de su valor geoestratégico, Turquía representa un proyecto político establecido sobre la base del secularismo hecho que la convierte en un objetivo de alto contenido simbólico para los grupos extremistas. En ese sentido el avance del Estado Islámico se presenta como amenaza y se configura como reto para el gobierno turco.

El ataque a Suruç por parte del Estado Islamico fue el detonante para el inicio de una ofensiva turca en la que ha pedido el apoyo de la OTAN y Estados Unidos, de hecho autorizando a este último la utilización de algunas de sus bases aéreas.

Turquía, antes ambivalente frente a tomar partido en la acción contra el Estado Islámico hoy busca perfilarse como un actor estratégico en la búsqueda por combatirlo y en general en la lucha contra el terrorismo. Pero, más allá de las implicaciones que para la seguridad nacional tienen las acciones del Estado Islámico, la respuesta turca da cuenta también de la búsqueda por mantener el proyecto político de Erdogan, puesto a prueba tras las recientes elecciones y que tiene entre sus objetivos estratégicos el contener las aspiraciones del pueblo kurdo.

En un contexto político de polarización donde Erdogan ya no cuenta con un poder mayoritario y las aspiraciones kurdas buscan materializarse, definir cuales son las amenazas al interés nacional de Turquía se convierte en todo un reto. Por ello, consolidar un proyecto político nacional ha requerido muchas veces contar con una amenaza tangible, un enemigo al que atacar y con ello desplegar las lealtades de la ciudadanía. En este caso, la principal amenaza que ha querido contener el Estado turco en esta ofensiva no han sido sólo las fuerzas del Estado Islámico sino también las del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) que constituye uno de los principales desafíos en la Turquía de Erdogan.

Lo que resulta paradójico es que el Estado Islámico constituye un enemigo tanto para el gobierno turco como para las milicias kurdas, e incluso éstas han sido más efectivas en combatirlo. En un contexto de tregua entre el gobierno turco y los kurdos, la lucha contra el Estado Islamico habría podido convertirse en un punto de cohesión al menos coyuntural. No obstante, tras señalarse la imposibilidad de una negociación entre el PKK y el gobierno turco todos los terrenos de acción política y militar dan lugar a un pulso de poderes.

La lucha contra el Estado Islámico se convierte así en otro escenario para que el gobierno turco evidencie superioridad y contundencia. Desde luego, para Erdogan , el hecho de permitir que sean los kurdos quienes logren mayores victorias frente a ISIS representaría un alto costo político, imposible de asumir para su imagen ya debilitada.

El reto para el gobierno turco es pues definir con claridad la naturaleza de su interés nacional y recordar la lección plasmada en tantas derrotas a lo largo de la historia de la guerra como lo es la aspiración de lucha y vencer en dos frentes en forma simultánea. La iniciativa civil contra el terror, campaña recientemente emprendida puede materializar más victorias si define como su objetivo, la amenaza terrorista y no la oposición.

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