Por: Dr. César Marín – Profesor Titular – Centro de Investigación e Innovación para el Cambio Climático (CIICC) UST
El suelo es el sustento de la vida en el planeta, ya que el 95% de los alimentos que consumimos provienen de él. A escala global, los organismos que lo habitan, como hongos y bacterias, regulan los ciclos de nutrientes como el carbono, regulando el clima del planeta. Asimismo, el suelo es uno de los mayores depósitos de CO2 en el mundo, particularmente aquellos australes en ecosistemas como las turberas y los bosques templados lluviosos. Sin embargo, es un recurso finito, ya que formar 1 centímetro de suelo tarda entre 100 años hasta milenios, lo que es preocupante ya que la mayoría de los suelos del planeta presentan problemas como erosión, salinidad, contaminación, deforestación, cambio de uso, entre otros. Su pérdida es un problema que contribuye y es tan o más importante que el cambio climático, y por lo mismo, todos debiéramos estar alarmados por ello.
Por otro lado, la ciencia ha demostrado que no necesariamente los lugares más diversos sobre el suelo coinciden con aquellos que tienen mayor diversidad bajo el suelo. Si ya de por sí los animales y las plantas son escasamente protegidos, los microorganismos diminutos mucho menos. A escala global, más del 70% de los sitios con una alta diversidad de estos microorganismos, no están protegidos de ninguna forma.
El planeta y la humanidad enfrentan grandes riesgos al no entender ni proteger esta biodiversidad subterránea. En Chile, la mayoría de tipos de organismos del suelo y sus funciones han sido estudiados solo en cuatro regiones del centro y centro-sur del país. Es hora de tomarnos en serio al suelo, investigarlo, proteger su biodiversidad, e implementar su manejo sustentable, todo esto acompañado de políticas públicas que incentiven el cuidado de la naturaleza.