Por: Esteban Larrondo, abogado y director de Latam en USA.
En diciembre de 2024 se celebra un año desde el tan esperado Tratado para Evitar la Doble Tributación entre Chile y Estados Unidos, una meta alcanzada tras 13 años de negociaciones. En abril de 2025, aquellos chilenos que hacen inversiones o generan ingresos en USA tendrán que entregar su declaración tributaria conforme a los términos de este acuerdo. Los compromisos logrados por ambos países fueron diseñados para eliminar la doble imposición y fomentar la transparencia fiscal, lo que creará nuevas oportunidades para inversores y aquellos que buscan ingresar al mercado de América del Norte, además de fortalecer las relaciones comerciales entre ambos países.
Este pacto subraya la relevancia de contar con asesoramiento especializado para optimizar los beneficios. Hoy en día, los retos más significativos en las administraciones internacionales van más allá de los mercados y la competencia. En realidad, están en las complejas estructuras legales y fiscales que, a menudo, dificultan los procedimientos más de lo necesario. Por esta razón, la relevancia de este acuerdo reside no solo en su naturaleza informativa, sino en la enorme oportunidad que representa.
En cuanto a su impacto específico, el pacto establece reglas esenciales para disminuir impuestos sobre ingresos tales como dividendos, intereses y regalías. Para un inversionista chileno, por ejemplo, que desee desarrollar un proyecto de bienes raíces en Miami o establecer una franquicia en Washington, este acuerdo representa un beneficio esencial: la optimización de la carga tributaria, lo que resulta en un incremento de la rentabilidad. Desde un punto de vista práctico, estos estímulos no solo impulsan la mayor cantidad de inversiones y puestos de trabajo, sino que también promueven significativamente el intercambio comercial y cultural entre ambos países.
Sin embargo, también surgen retos que se deben enfrentar. A pesar de que el acuerdo simplifica de manera importante el escenario fiscal, cada empresa tiene características específicas que requieren una planificación estratégica y distinta. No se puede comparar la organización de una operación orientada a la exportación de servicios con la creación de un negocio físico o la exploración de oportunidades en propiedades. En este aspecto reside la clave del éxito: disponer de la orientación exacta para aprovechar las ventajas del acuerdo y reducir sus potenciales restricciones.
Las fronteras, en lugar de ser un obstáculo, deben transformarse en un puente hacia el desarrollo. En este acuerdo, Chile y Estados Unidos tienen un recurso inestimable para establecer una relación más sólida, basada en el intercambio de talentos, capitales e ideas. Este tratado representa el vehículo para concretar esa visión en hechos concretos.
En un entorno económico mundial caracterizado por un frágil equilibrio entre recuperación e incertidumbre, las decisiones estratégicas adoptadas con conocimiento y perspectiva cobran un peso crucial.
Emplear el convenio trasciende lo meramente fiscal: es una táctica que puede determinar el futuro de muchas empresas, emprendedores e inversores. Este tratado no es simplemente un documento jurídico; sino un vínculo que une visiones, deseos y posibilidades. La eficiencia fiscal no solo simboliza una ventaja competitiva, sino que también es un estímulo a innovar y crecer en un mercado global cada vez más interrelacionado.