Por: Fernando Wilson L., Dr. en Historia, Facultad de Artes Liberales, Universidad Adolfo Ibáñez
El reciente viaje presidencial al Continente Antártico fue el último resultado de un proceso que, como pocos, puede ser propiamente considerado como una Politica de Estado real, mas allá de las divisiones políticas en relación a tantos otros temas que azotan a nuestro país por estos años.
Las Fuerzas Armadas llevan trabajando en el territorio antártico de forma permanente desde principios del siglo XX. El rescate de la Imperial Transantarctic Expedition, liderada por Ernest Shackleton en 1916, fue un primer hito, particularmente llamativo por la pericia y riesgo, de una operación llevada a cabo de forma impecable. Pero ya desde la década del 1940, con la Declaración del Territorio Antártico y después la fundacion de las primeras bases de la Armada y Ejercito, la presencia ha sido ininterrumpida a través de todo el año. La acción humanitaria y científica se ha convertido en un hito particularmente relevante, con acciones como los dos rescates realizados a la Base Británica en Isla Decepción o las docenas de rescates de buques y embarcaciones varadas, naufragadas o simplemente extraviadas en estas aguas complejas y aun poco conocidas. El establecimiento de la Base Teniente Marsh por parte de la Fach en la Isla Jorge V fue un paso mas de la presencia nacional, estableciendo una de las pocas bases aéreas de uso permanente en el Continente Blanco, convirtiéndola en la puerta de acceso preferida para las operaciones en la Península Antártica.
El Tratado Antártico, firmado en 1959 y en funciones desde 1961, ha tenido un fuerte impacto en la Carrera Antártica internacional. Uno de sus presupuestos básicos es la congelación de las reclamaciones soberanas que, sin dejar de existir, son suspendidas mientras permanezca en vigencia el Tratado, en favor de la cooperación internacional científica, mientras que se declaran abolidas la presencia militar y la prospección mineral con fines comerciales. Este acuerdo, ademas, amplió la cobertura a un “sistema” de acuerdos subsidiarios con un fuerte enfasis en la preservación ecológica y ambiental, preservándolo como un continente reservado a la ciencia y a la exploración.
Todo esto implica una coexistencia de bases de múltiples naciones y organismos científicos en el continente, con un énfasis especial en la Península Antártica, mas allá de las reclamaciones de soberanía existentes, generando un clima general de armonía y coexistencia.
Sin embargo, ello no nos puede hacer olvidar que la reclamación nacional chilena se superpone en parte relevante con las efectuadas por Gran Bretaña y Argentina y que, en el pasado anterior al Tratado, han existido incidentes poco amables con esos Estados en relación a la presencia chilena en la zona. Las reclamaciones argentinas recientes, particularmente el confuso trazado de parte de la ampliación de su reclamación de Plataforma Continental Extendida en el sur del Continente americano, donde hay indicios preocupantes de afectación al Tratado de 1984, así como delimitaciones equivalentes en el territorio antártico, abren dudas de los intereses y dinámicas de acción del país vecino. Esta misma situación se combina con el permanente interés y atención que dicho país ha dedicado a los temas antárticos, con fuertes inversiones en medios, sean estos buques, aeronaves o las mismas bases en el Continente Blanco.
Chile, por su parte, ha tenido hasta hace poco tiempo, una atención errática a la presencia antártica, pues mas allá del esfuerzo de las FF.AA., el Estado como tal no ha demostrado una mirada consistente hasta la década del 2010. Desde esos años, vemos aparecer el Consejo de Política Antártica, órgano multiagencial presidido por el Ministro de Relaciones Exteriores, acompañado del de Defensa, Medio Ambiente, Hacienda y diversos subsecretarios y agentes técnicos. Según la ley 21080, este Consejo tendrá la responsabilidad de asesorar al Presidente de la Republica en materias antárticas y, sobre todo, de emitir la Politica Antártica Nacional, donde se definen la vision y objetivos nacionales en relación a la presencia chilena en el Continente.
Una bajada material a esta Politica y acción ha sido demostrada por la acción sostenida de las FF.AA. en modernizar sus bases, incrementar sus medios operativos, como se demuestra con la construccion por la Armada del Rompehielos Almirante Viel en los astilleros de ASMAR en Talcahuano, la adquisición de otro buque con capacidad antártica, bautizado como Lientur, el incremento del inventario de aviones de transportes C-130 Hércules por parte de la Fuerza Aérea, y su adaptación especial a las operaciones antárticas, así como nuevos helicópteros y la modernización de los transportes ligeros Twin Otter. El Ejercito ha efectuado múltiples exploraciones y las tres ramas han desplegado medios para expediciones científicas, como los aviones navales P-3 en las operaciones Hielo Azul.
La visita del Presidente en pleno mes de Junio a la base Tte Marsh confirma de manera clara esta capacidad, y si bien la atención política nacional estuvo colocada en los trágicos incidentes generados por las inundaciones en la zona centro sur, no es menor el que no solo el Presidente junto a los Comandantes en Jefe de las tres Instituciones pudieran viajar sin problemas a la Antártica en pleno invierno y con condiciones climáticas especialmente desafiantes, sino que ademas, cuando la urgencia climática en Chile continental así lo exigió, pudo retornar sin problemas en pocas horas, confirmando la capacidad de conectividad única que se ha construido y consolidado por la acción de las Fuerzas Armadas chilenas en la ultima década larga.
Si bien han sido las FF.AA. las que principalmente han actuado en estos escenarios, no podemos dejar de lado la acción científica de órganos como el Instituto Antártico Chileno (INACH) y a la rica actividad universitaria que se despliega año a año a contribuir a incrementar el conocimiento en la zona.
Pero, este hito en particular resulta especialmente llamativo, y es curioso que haya tenido mas repercusión en medios de prensa a través del globo, como puede ser Buenos Aires, Pretoria, Auckland, Canberra, Melbourne o Sydney, que en el propio Chile. Lo relevante, es que la presencia nacional es notada y respetada, y con los medios próximos a entrar en servicio, esta Politica de Estado probablemente se vera potenciada en el futuro.