Por: Víctor Díaz Escobar*
En los últimos años, el verbo “refundar” ha dado vueltas en distintas conversaciones que intentan buscar una explicación y/o solución a la crisis que ha provocado el Estallido Social desde el año 2019, en casi todas las instituciones políticas del país.
No es casualidad que la salida institucional a la crisis social fuera el inicio de un proceso democrático y participativo para cambiar la Constitución, que es precisamente “la madre de todas las leyes”, donde se estructura la República, sus instituciones, funcionamiento y el tipo de Estado que queremos construir, abriendo un debate que permite la posibilidad de discutir todo, lo que da cuenta precisamente de un momento “refundacional”.
En Chile, nos acostumbramos a no decir las cosas por su nombre, a evitar ciertas palabras porque algunos se pueden molestar, de esta manera hay gente conservadora que ha tratado de cargar negativamente el concepto “refundar”, creando caricaturas que se mezclan con el recambio generacional de los liderazgos políticos. Así, hemos escuchado frases como “quieren borrar todo y empezar de cero”, “desconocen la historia y creen que comienza con ellos”, cuestión que el propio presidente se ha encargado de desmentir en sus discursos, porque es sencillamente absurdo.
Lo cierto, es que esa carga negativa, ni siquiera la considera la Real Academia de la Lengua Española (RAE), que de hecho tiene dos acepciones sobre el verbo refundar, la primera es: “Volver a fundar algo”; la segunda: “Revisar la marcha de una entidad o institución, para hacerla volver a sus principios originales o para adaptar estos a los nuevos tiempos”. No cabe duda de que esta última refleja el estado en el que se encuentran algunas instituciones, de la cuál no están exentas los partidos políticos, sus proyectos y liderazgos.
Sin embargo, además de la discusión semántica y del claro momento de cambios que vive el país, es preciso incorporar en el análisis ciertos factores mundiales y externos que explican, en buena parte, la dificultad de las instituciones de procesarlos y adaptarse. En los últimos cuatro años, hemos presenciado diversas crisis políticas, sanitarias, ecológicas, económicas, sociales y geopolíticas que, sumado al rápido avance y progreso tecnológico, están provocando grandes cambios en todos los aspectos del desarrollo de la sociedad, lo que da cuenta que avanzamos a una “nueva época” en la historia de la humanidad.
Particularmente en el ámbito de la política, hemos visto cómo la tecnología, a través del Internet y las RRSS, ha afectado los procesos electorales principalmente en el mundo occidental, poniendo en riesgo las democracias, alterando el orden y la paz social, así como también generando verdaderos “caldos de cultivo” para la emergencia de populismos, tanto de derecha como de izquierda, que se han ido transformando en una verdadera “amenaza” para los países.
Junto con esto, no es un misterio que la pandemia, además de provocar una grave crisis sanitaria, ha traído consigo una fuerte crisis económica, que se ve reflejada en el aumento de la inflación en importantes economías del mundo, pero que también ha acelerado el progreso científico y tecnológico, cambiando bruscamente el mercado laboral, la industria de las comunicaciones y las formas de organizarnos.
Por otra parte, el avance del “cambio climático” está provocando nocivos efectos meteorológicos y desastres naturales que también tienen consecuencias en las economías, pero fundamentalmente, en las condiciones de vida diaria de las personas, provocando una gran sensación de preocupación e incertidumbre sobre el futuro.
En todo este contexto convulso, vertiginoso e incierto, es necesario realizar una reflexión mayor, que incluye a los partidos políticos y su proyecto ideológico si es que quieren sobrevivir en el nuevo tipo de sociedad que estamos construyendo.
En el caso del “socialismo chileno”, que es el objeto principal de esta columna, la definición de la RAE da en el clavo de un sentimiento mayoritario en la militancia del Partido Socialista, pero también de una buena parte de personas que no militan, aunque se sienten parte de nuestro mundo, desde distintas historias, experiencias, militancias o trayectorias. En definitiva, está claro que el “socialismo chileno” traspasa hace mucho rato las barreras del “Partido Socialista de Chile” y que tanto su proyecto político como su estructura, organización, cuadros, liderazgos y formas de hacer política, deben ser actualizados y “adaptados a los nuevos tiempos”, porque la magnitud de los cambios que experimentamos obliga a hacerlo, de lo contrario ocurrirá igual, a costa de la irrelevancia de la herramienta PS.
Debemos abrirnos a inaugurar un proceso de debate profundo que se haga cargo de algunos elementos aquí señalados, así como de otros que falta mencionar, y tenemos que hacerlo de manera amplia y abierta, invitando a ser parte de esa reflexión a militantes de otras estructuras como el PPD, parte del FA e incluso del Partido Radical, porque el desafío central es construir un “socialismo del futuro” que se haga cargo de los nuevos problemas que tendrán nuestras sociedades y para eso hay que cumplir una máxima en política que es “sumar y no restar”.
*Sociólogo, Magister en Procesamiento y Gestión de Información, militante del Partido Socialista de Chile y candidato al Comité Central.