jueves, marzo 28, 2024

Análisis: La Escuela de Comando Antiimperialista de Bolivia

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El pasado 17 de agosto, en coincidencia con la conmemoración del Día de la Bandera, el Presidente boliviano Evo Morales inauguró en la región oriental del departamento de Santa Cruz la Escuela de Comando Antiimperialista de los Pueblos de Abya Yala (América) con el propósito de neutralizar la influencia política y militar de Estados Unidos en la región. El instituto en cuestión se yergue donde antes funcionó un centro de entrenamiento en Operaciones de Paz de las fuerzas armadas locales y lleva por nombre “General Juan José Torres”, en referencia al mandatario que hace casi medio siglo expulsó del país al cuerpo de paz estadounidense, por sospechas de esterilizar a mujeres indígenas.

Durante la ceremonia, Evo explicitó que lo animaba la idea de imbuir a las instituciones castrenses de un pensamiento anticolonial y anticapitalista y así “contrarrestar el dominio político, cultural, económico y tecnológico del imperialismo estadounidense». Un dominio que, en su visión, ya no se traduce en abiertas interrupciones institucionales y el respaldo a regímenes autoritarios, sino en todo caso en “golpes congresales” (sic) contra presidentes anticapitalistas, como sería el caso de Dilma Rousseff en Brasil.

Con este marco, la formación antiimperialista en cuestión consistirá en la impartición de un curso cuatrimestral para jóvenes oficiales de las tres fuerzas armadas, siendo imprescindible su aprobación para el ascenso al grado de capitán, según indicó el propio titular de la cartera de Defensa, Reymi Ferreira. Para este ministro, la posición de los opositores a esta iniciativa gubernamental sólo se fundamenta en su costumbre de “vivir de rodillas y subordinados a otras potencias”, debido a su carácter de vendepatrias. Entre las asignaturas que integran el plan de estudios del referido curso, se cuentan Geopolítica del Imperialismo, Geopolítica de los Recursos Naturales y Teoría del Imperialismo, además de otras.

Aunque en un primer momento la Escuela contará con aproximadamente doscientos alumnos, la idea del gobierno es incorporar progresivamente a oficiales superiores, suboficiales e incluso funcionarios estatales civiles, además de oficiales militares extranjeros.

Lo cierto es que la flamante Escuela de Comando Antiimperialista constituye la manifestación más notoria, acaso la única, de ese viejo anhelo de Hugo Chávez de articular en el espacio iberoamericano una estructura de Seguridad y Defensa congruente con los postulados de la Revolución Bolivariana, que fuera una alternativa a las instituciones vigentes en el hemisferio desde épocas de la Guerra Fría. Una manifestación que ve la luz tres años después del fallecimiento de su principal promotor.

Rememorando, tras calificar en el año 2000 al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) como anacrónico y obsoleto, Chávez impulsó propuestas regionales también en este ámbito. Así, en 2001 el titular de cartera de Defensa, general Hurtado Sucre, fue enviado a Brasilia a presentar la propuesta de una integración militar latinoamericana basada en la filosofía bolivariana y sanmartiniana, el respeto a la soberanía de los pueblos de la Patria Grande y el papel de las Fuerzas Armadas en el desarrollo nacional. Dos años más tarde, el presidente venezolano le propuso a su homólogo brasileño “Lula” la instalación de una Escuela de Guerra latinoamericana. Ninguna de las dos ideas generó mayor repercusión.

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Muchas de esas ideas chavistas en el tema que aquí nos ocupa fueron desarrolladas y consensuadas en el marco del Congreso Bolivariano de los Pueblos, constituido en agosto de 2003 en Caracas bajo los auspicios del gobierno venezolano. Dos años después, el Congreso elaboró una propuesta de integración latinoamericana que incluía diferentes iniciativas en materia de Defensa y Seguridad.

Cuatro de las sugerencias del Congreso Bolivariano de los Pueblos merecen una mención especial. En primer lugar, el desarrollo de una empresa que aglutine las diversas fábricas militares existentes en América Latina y el Caribe, y se aboque a la fabricación del armamento y equipamiento necesario para las fuerzas armadas regionales. Segundo, el reemplazo del vetusto TIAR por un novedoso Tratado Latinoamericano Caribeño de Asistencia Recíproca (TLACAR), que coordine el accionar militar de América Latina y el Caribe, en base al espíritu de Bolívar plasmado en el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826. En tercer término, la definición de una nueva Doctrina de Defensa Nacional Latinoamericana y Caribeña, basada en los ideales bolivarianos, que rompa con la dependencia ideológica impuesta por el imperialismo estadounidense. Por último, la constitución de una Escuela Superior de Guerra unificada para todos los países de América Latina y el Caribe, donde se profundicen, actualicen y difundan los contenidos de la mencionada Doctrina de Defensa Nacional Latinoamericana y Caribeña.

Además de las propuestas integracionistas canalizadas a través del Congreso Bolivariano de los Pueblos, el régimen de Chávez intentó llevar adelante iniciativas concretas. En el año 2004, se llevó adelante otra acción orientada a la integración militar con otros países del hemisferio con los cuales se registraban afinidades ideológicas. A raíz de la ola de huracanes que devastaron buena parte del Caribe, se movilizaron desde Venezuela unidades cívico-militares al mando de un general de Ejército, hacia sectores puntuales de Cuba, Grenada, República Dominicana y Haití. Allí, realizaron tareas de salvamento, traslado de alimentación a sobrevivientes, distribución de medicinas y otras acciones humanitarias.

De hecho, esa fue la génesis de la “Brigada Internacional Cívico Militar de Rescate y Asistencia Humanitaria Simón Bolívar”, creada mediante decreto 3229 del Poder Ejecutivo venezolano. Este elemento fue el responsable de la construcción de un complejo habitacional en la región cubana de Pinar del Río, y las palabras pronunciadas por Chávez en su inauguración volvieron a remitir a la integración militar latinoamericana, desde una perspectiva antiimperialista: “Esto es el ALBA, los soldados bolivarianos junto a los pueblos bolivarianos. Los soldados martianos junto a los pueblos martianos. Unidos seremos invencibles de verdad”.

La mención al ALBA remite a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), mecanismo anunciado por Chávez en diciembre de 2001 durante la III Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de la Asociación de Estados del Caribe, como una proyección allende las fronteras venezolanas de los postulados de la Revolución Bolivariana. Su constitución oficial tuvo lugar en La Habana el 14 de diciembre de 2004, fecha coincidente con la celebración del 180° aniversario de la victoria de Ayacucho y de la Convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá, y fue el resultado de la decisión de los gobiernos de Cuba y Venezuela de ampliar y modificar un convenio de cooperación bilateral vigente. Producto de sucesivas adhesiones, se sumaron al acuerdo Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Honduras (durante la inconclusa gestión de Mel Zelaya), Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas.

Una nueva iniciativa venezolana se observó en enero de 2006, en una reunión tripartita entre Brasil, Argentina y Venezuela realizada en Brasilia. En esa ocasión Chávez expuso el tema de la creación de un Consejo de Defensa Sudamericano (CDS) que estaría integrado por los doce países del subcontinente. El gobierno brasileño entonces ratificó la idea del tema dentro de un esquema de cooperación multilateral, pero descartando una integración militar. Meses después, en ocasión de la ceremonia de ingreso de Venezuela al Mercosur en carácter de miembro pleno, el presidente venezolano les propuso a sus colegas de Argentina, Paraguay y Bolivia (presentes en Caracas) la creación de una organización de defensa dentro del bloque, sin obtener respuestas concretas.

Posiblemente motivado por la falta de respuestas de sus socios del Mercosur, Venezuela reorientó hacia el ALBA sus iniciativas en materia de Defensa y Seguridad. Así, Chávez propuso en enero de 2008 la creación de un Consejo de Defensa de esa institución multilateral, como instrumento necesario para defender la soberanía de sus Estados miembros de los amenazas del imperialismo norteamericano. La idea gozó del inmediato apoyo del presidente de Nicaragua, comandante Daniel Ortega, quien no descartó una eventual agresión bélica de EEUU contra países de América Latina y el Caribe. Además, indicó que una importante utilidad de la propuesta chavista para Nicaragua estaba asociada a una posible violación de la soberanía por parte de Colombia, con respaldo de la Casa Blanca, quien –en su visión- utilizaba su instrumento militar para imponer su presencia en zonas marítimas caribeñas en conflicto.

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De acuerdo a un trabajo publicado por la bogotana Universidad Militar Nueva Granada, aunque nunca cristalizó oficialmente el “ALBA militar”, resulta innegable que el incremento cuantitativo y la profundización cualitativa de la integración entre sus miembros se ha hecho extensiva al plano militar. Y es desde su marco ideológico que deben entenderse los convenios de cooperación militar oportunamente establecidos por Venezuela con Bolivia y Cuba, que alcanzan la presencia de militares venezolanos en territorios de los demás países; el suministro de materiales, entrenamiento y equipos bélicos; y el desarrollo de ejercicios de guerra combinados, con la adopción de una doctrina operacional común.

En el caso de la nación altiplánica, que es el foco del presente trabajo, luego de su triunfo en las elecciones presidenciales de diciembre de 2005, Evo Morales fortaleció la cooperación militar con Venezuela, que se canalizó a través de múltiples programas en los ámbitos del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Estos acuerdos incluyeron el intercambio de pilotos; la participación de oficiales bolivianos en cursos impartidos en institutos venezolanos; la implementación de cursos de inteligencia y operaciones psicológicas, operaciones especiales, paracaidismo y Estado Mayor; la reformulación de una Escuela Naval boliviana; la participación de efectivos bolivianos en las operaciones que realice la Brigada Internacional de Ayuda Humanitaria Simón Bolívar; y el embarque de cadetes bolivianos en el Buque Escuela Simón Bolívar.

Evo Morales respaldó la tesitura de Chávez de agregarle una dimensión militar al ALBA. Prueba de esto, el 16 de julio de 2009, en ocasión de celebrarse los 200 años del primer grito de independencia de Bolivia, este mandatario pidió acabar con la influencia del Comando Sur de EEUU en América Latina y anunció la posibilidad de crear “fuerzas militares bolivarianas” para hacer frente a las amenazas a la región. Y unos días más tarde, al calor del debate generado en la región por la autorización de Colombia a la superpotencia para que utilice facilidades militares en su territorio, anunció que el bloque trataría la creación de la Escuela de Defensa Regional con una doctrina propia, para contrarrestar la influencia estadounidense.

El tema volvió a plantearse tres meses después, en el marco de la VII Cumbre del ALBA, celebrada en Cochabamba. El contexto para la reanudación de las deliberaciones estuvo dado por el derrocamiento del presidente Zelaya en Honduras, hecho que los presentes calificaron como el desenlace de una operación promovida y respaldada por los Estados Unidos. Como corolario, los mandatarios del ALBA confirmaron la creación de un Comité Permanente de Soberanía y Defensa, cuyos objetivos principales serán la definición de una Estrategia de Defensa Integral Popular Conjunta y la constitución de una “Escuela de Dignidad y Soberanía de las Fuerzas Armadas” de los países bolivarianos.

La mentada institución educativa fue oficialmente inaugurada en junio de 2011, con el pomposo nombre de Escuela de Defensa y Seguridad del ALBA, en las instalaciones que hoy ocupa la Escuela de Comando Antiimperialista. En sus aulas cursarían estudios oficiales de los ocho países de ese proceso integracionista: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Honduras, Antigua y Barbuda. Dominica, San Vicente y las Granadinas. En la ceremonia, Morales aseguró que la flamante Escuela sería la base para la construcción de una doctrina de Defensa para los países del ALBA, e inversamente desde ellos a los pueblos del mundo. Textualmente: «La seguridad y la defensa de los pueblos se ha convertido en cuestión de vida y muerte, el intervencionismo imperial y sus aliados han decidido que la soberanía de los pueblos deje de existir para que exista únicamente la soberanía del capitalismo y sus empresas transnacionales».

Finalmente, Morales aprovechó la ocasión para ratificar que no eran los países del ALBA sino las naciones capitalistas quienes promueven la guerra, como política para aniquilar los pueblos y para controlar sus recursos naturales. En tal sentido, opinó que en la Guerra del Pacífico, en el siglo XVIII, Bolivia perdió su salida al mar en una conflagración promovida por empresas inglesas asentadas en Chile que querían el control del guano, el salitre y el cobre. Y que en la Guerra del Chaco, entre los años 1932 y 1935, Bolivia y Paraguay entregaron la vida de más de 90 mil combatientes, en una conflagración causada por la ambición de dos grandes transnacionales petroleras, la Standard Oíl y la Shell.

Pero la Escuela de Defensa y Seguridad del ALBA no estuvo acompañada por el éxito. Su misma inauguración quedó opacada por el incidente diplomático suscitado en esos momentos con Argentina a partir de la presencia en suelo boliviano, en viaje oficial, del entonces ministro de Defensa iraní Ahmad Vahidi, acusado por la justicia argentina de ser coautor ideológico del atentado terrorista perpetrado en 1994 contra la sede de la mutual judía AMIA en Buenos Aires, en el que murieron 85 personas; por esa acusación, sobre Vahidi y otros cinco connacionales pesaba una orden de captura internacional librada por el juez federal Rodolfo Canicoba Corral . Y finalmente sus actividades económicas se postergaron una y otra vez, mientras el ALBA comenzó a languidecer y se acentuó la crisis política y económica en su líder, Venezuela.

En síntesis, la Escuela de Comando Antiimperialista inaugurada recientemente por Evo Morales a todas luces es la adaptación local de aquella ambiciosa Escuela de Defensa Regional anunciada en las celebraciones del segundo centenario del grito de independencia, transformada en Escuela de Dignidad y Soberanía de las Fuerzas Armadas luego de la Cumbre de Cochabamba. Y en tal sentido, refleja la intención de prolongar los alcances del proceso integracionista ALBA al plano de la Seguridad y la Defensa. Una prolongación impulsada inicialmente por Hugo Chávez y que nunca se plasmó en avances concretos.

Al mismo tiempo, las circunstancias que rodean a esa institución educativa confirman el alto grado de ideologización que signa a las fuerzas armadas de Bolivia. Una ideologización que fue expresada a comienzos de este año por el máximo jefe militar, general Juan Gonzalo Durán, en ocasión de presentar públicamente el nuevo concepto estratégico del país, al anunciar la “línea antiimperialista y anticolonialista” de las instituciones castrenses nacionales. Los riegos intrínsecos que conllevan posturas de este tipo, más allá de la ideología en cuestión, son claros y están fuera de toda duda: erosión del profesionalismo y distorsión de la misión institucional de las fuerzas armadas.

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