En los últimos años el mundo ha experimentado en distintas regiones una serie de guerras de baja intensidad que, analizadas en conjunto, evidencian una estrategia de atomización en zonas claves. América Latina vive los embates de lo que pareciese una táctica de desintegración.
La República Federativa de Brasil es la sexta economía mundial, el quinto país más poblado, y el quinto país más extenso del mundo. Su superficie constituye casi la mitad del territorio de Suramérica, y salvo por Chile y Ecuador, limita con todos los países de la región. Todo ello le asigna un papel preponderante desde el punto de vista geopolítico. Brasil ha liderado una constante estrategia de integración regional: la creación del Mercosur hace 25 años, junto a Argentina Uruguay y Paraguay, con el agregado de Venezuela, ha apuntalado al proyecto más ambicioso del Unasur.
La fundación oficial del bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Rusia (Ekaterimburgo 2008), que al decir del vocero de Goldman Sachs, Jim O’Neill, en 2025 se habrá transformado en un avasallador bloque a escala mundial, ha provocado que se prendan todas las alertas del ‘stablishment’ mundial. Brasil es pieza fundamental en el mapa de recomposición geoestratégica internacional.
Profesionales de la disidencia y levantamientos sociales se encuentran en las principales ciudades de Brasil, los mismos especialistas en revueltas y desestabilización social que orquestaron la primavera árabe, los movimientos sociales de España, Grecia y los incitadores del conflicto en Ucrania, de la mano de oportunistas y mercenarios políticos, están bajo la encomienda de desestabilizar el hermoso país sudamericano.
El objetivo pareciera que es apuntar a la desintegración de los bloques que a nivel global pretenden crear un contrapeso económico, político, territorial y militar a los grupos que han sostenido la hegemonía política durante los últimos cincuenta años. No hay que olvidar que la Cumbre de Fortaleza, celebrada el año pasado, significó un importante avance hacia un mundo multipolar.
En contra sentido el papa Francisco, dentro de su liderazgo global, en su pasada visita a Sudamérica hizo en Bolivia el planteamiento de toda una estrategia regional para la integración de América Latina y la consolidación de la región como un grupo relevante en el mundo. «Pido que cuiden y acrecienten la unidad ante todo intento de división, es necesario para crecer en paz y justicia los países de la patria grande».
Integración ‘versus’ atomización es a lo que América el día de hoy se enfrenta, y Brasil es clave en el futuro de ambos planteamientos ya sea en la atomización que genera subordinación, subdesarrollo y pobreza, o en la integración que fortalezca, genere prosperidad e inclusión y disminuya la desigualdad social.
Los ingredientes por los que Brasil enfrenta hoy una de las crisis sociales y políticas más importantes en su historia moderna se asemejan mucho a los problemas que las naciones latinoamericanas más importantes enfrentan; la crisis provocada por la baja en los precios de los energéticos, inseguridad, corrupción, pérdida de legitimidad de sus gobernantes y desigualdad social, podrían desencadenar en países como México, Venezuela y Argentina una especie de reacción en cadena que provoque la caída de los Gobiernos actuales y, como consecuencia, una grave crisis en toda la región. No suena descabellado pensar que la intención de desestabilizar al eje de la integración sudamericana también busque como daño colateral el colapso de la región.
¿Se estará orquestando en el continente una ‘primavera’ sudamericana?