Ambas opciones ayudan a combatir el frío, pero tienen características, ventajas y desventajas distintas. Elegir entre un calientacama o un calefactor dependerá de tus necesidades, el espacio y el consumo eléctrico.
Con la llegada del invierno, muchas personas se preguntan cuál es la mejor forma de mantener su dormitorio abrigado sin gastar de más. En esta época del año, uno de los productos que más interés genera es el calientacama, ya que ofrece una solución práctica y directa para combatir el frío nocturno. Este dispositivo, que se instala sobre el colchón y bajo las sábanas, permite calentar la cama antes de acostarse, entregando una sensación inmediata de confort.
El calefactor, en cambio, es una alternativa que apunta a calentar el aire de toda la habitación. Existen diversos modelos en el mercado, desde eléctricos hasta cerámicos o a gas, y todos tienen como objetivo generar una temperatura ambiental agradable. Su capacidad para climatizar espacios más amplios lo convierte en una opción ideal para quienes necesitan mantener su pieza templada durante varias horas, ya sea para dormir, estudiar o trabajar. Saber cómo elegir un calefactor eléctrico ideal te ayudará a encontrar la mejor opción para tus necesidades.
El calientacama, en cambio, tiene como objetivo es entregar calor directo al cuerpo mientras se duerme. Es ideal para personas friolentas que sufren con las sábanas heladas o que tienen dificultades para conciliar el sueño en noches frías. Además, al ser más localizado, su consumo energético suele ser menor que el de un calefactor tradicional.
Ambos sistemas tienen ventajas concretas. El calientacama destaca por su bajo consumo, su acción directa y por brindar una sensación inmediata de confort al acostarse. Es seguro si se usa correctamente, ya que la mayoría de los modelos actuales incluyen sistemas de apagado automático y control de temperatura. Además, al no requerir que se caliente toda la habitación, se puede ahorrar bastante en la cuenta de electricidad.
El calefactor, por otro lado, permite mantener una temperatura ambiental estable y agradable, ideal para quienes necesitan trabajar o estudiar en el dormitorio. También es útil para hogares donde duermen niños pequeños o personas mayores que deben estar abrigadas en todo momento. Eso sí, su uso prolongado puede resecar el aire o incluso elevar los niveles de consumo energético si no se elige un modelo eficiente.
Una combinación posible y efectiva es usar ambos de forma estratégica. Por ejemplo, prender el calefactor durante un par de horas para templar el ambiente antes de dormir, y luego usar el calientacama al acostarse, lo que permitirá mantener el calor sin necesidad de dejar el calefactor encendido toda la noche. Esta práctica puede optimizar el uso de energía sin sacrificar confort.
Ahora bien, al momento de comprar, es clave considerar el tamaño de la habitación, la aislación térmica del hogar y la cantidad de tiempo que se pasa en ese espacio. En una pieza bien aislada, un calientacama puede ser más que suficiente. En cambio, en habitaciones más frías o con paredes delgadas, el calefactor puede marcar una gran diferencia.
También es importante pensar en el presupuesto. Mientras un calientacama suele tener un precio más accesible, algunos calefactores, especialmente los de bajo consumo o con tecnología inverter, pueden tener un valor más alto, aunque con el beneficio de mayor cobertura térmica.
Finalmente, hay que tomar en cuenta aspectos de seguridad. Ambos productos deben usarse siguiendo las recomendaciones del fabricante. El calientacama debe estar siempre seco y no debe doblarse al guardarlo. El calefactor no debe quedar cubierto por cortinas o ropa, y siempre debe colocarse en superficies firmes y alejadas de objetos inflamables.







