Por: Vladímir G. Belinsky, Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Federación de Rusia en la República de Chile***
La aproximación del 80 aniversario de la Gran Victoria sobre el nazismo que se logró el 9 de mayo de 1945 y costó a nuestro pueblo 27 millones de vidas humanas es una oportuna ocasión para reflexionar sobre los temas de seguridad global dentro de los cuales se encuentra la respuesta a la pregunta principal en el contexto actual ¿cómo podemos evitar que la historia se repita y eludir el fin de la humanidad que eso nos traería?
Recordemos el “fin de la historia” de Fukuyama, cuando en 1992 la llamada “democracia liberal” se autoproclamó ser punto final del desarrollo sociocultural de la humanidad. Desde entonces esa forma de gobierno ha sido proliferada por sus ideólogos por todo el mundo, en especial en los países donde Occidente tenía intereses políticos o económicos. En la mayoría de los casos, sobre todo en Europa Oriental, prosperaban de “forma democrática” – con miles de ONGs y billones de dólares entregados a una oposición “libre e independiente”. Hoy día se revelan claramente esas sumas enormes despilfarradas por medio de la otrora USAID para satisfacer las ambiciones “democráticas” de quienes erróneamente se consideraban los dueños del planeta.
En esas circunstancias la propia democracia y los derechos humanos se instrumentalizaban para cambios de gobiernos en los Estados desobedientes para obtener acceso seguro a sus recursos naturales y humanos, así como para lograr los objetivos geopolíticos de Occidente.
Allí donde esta estrategia no funcionó la “democracia” se imponía con bombas y bayonetas de la OTAN, como en Yugoslavia (1999), Afganistán (2001), Iraq (2003), Libia (2011) y Siria (2014).
De esta manera se pretendió establecer unas nuevas “reglas del juego” sustituyendo el Derecho Internacional consagrado en la Carta de las Naciones Unidas tras la Victoria sobre el Nazismo en 1945.
El objetivo de esta política de Occidente lo describió con mucha precisión el Presidente Vladímir Pútin en su discurso en el foro Valday-2022: “El dominio mundial – ésta es la apuesta del llamado Occidente en su juego. Pero este juego, sin duda, es peligroso, sangriento y, diría, sucio. Niega la soberanía de los países y naciones, sus identidades y singularidades, desprecia los intereses de otros Estados”.
Hoy día vemos que las pretensiones occidentales de imponer su dominio global, al igual que las de Napoleón e Hítler, han fracasado. El poderío económico del club del “Golden Billion” o, según Josep Borrell, del “jardín” frente a la “jungla” que es el resto del mundo, se está achicando de una manera acelerada.
Las sanciones económicas impuestas por Occidente para mantenerse a flote y contener a los nuevos centros de desarrollo resultó un tiro que salió por la culata y castigó a sus autores con crecimiento cero y desmantelamiento de industrias enteras.
En fin, “easy come, easy go” – considerando el saqueo colonial y la trata de esclavos perpetrados por las metrópolis durante el último medio milenio que formaron en gran parte el bienestar occidental.
Están perdiendo, asimismo, en el campo de batalla que Occidente libró contra Rusia utilizando como plataforma a Ucrania donde han impuesto gobiernos títeres desde el golpe de estado en 2014.
Resumiría con otra cita de nuestro Presidente: “Occidente tendrá que comenzar un diálogo en pie de igualdad sobre nuestro futuro común… Estamos ante un hito histórico cuando por delante tenemos, seguramente, la década más peligrosa, impredecible y al mismo tiempo importante desde el fin de la Segunda guerra mundial. Occidente por si solo es incapaz de gobernar a la humanidad, pero lo intenta a toda costa, y la mayoría de los pueblos del mundo ya no están dispuestos a soportarlo”.