Hace dos años, la periodista chilena Andrea Navarro escuchó hablar por primera vez de la acústica marina. Intrigada por el concepto, y aprovechando que es la directora de comunicaciones del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile, empezó a empaparse del tema. Su pasión por los libros de divulgación científica enfocados en niños hizo la otra parte. Así, tras meses de trabajo junto a expertos chilenos y alemanes, nació el libro «Antártica sonora”.
La obra, publicada en español, alemán e inglés, ilustrada y llena de códigos QR que permiten escuchar sonidos marinos, se centra en las aventuras de Ana y Maruja, que viajan a territorio antártico y por medio de dichos audios van descubriendo una maravillosa fauna y una región llena de sorpresas aún por descubrir. «Comencé a escribir la historia a partir de los sonidos”, dice Navarro a DW. Así, gracias a esos códigos QR, el lector puede oír a una ballena azul, distintos tipos de focas, al barco alemán de investigación Polarstern, a un iceberg, pingüinos, y muchos otros.
«Más allá de la literatura científica, con esta iniciativa buscamos llevar parte de la Antártica a aquellas personas que difícilmente tengan la posibilidad de conocer este lugar. Desde esa perspectiva, la divulgación es una herramienta que contribuye a visibilizar ecosistemas alejados geográficamente”, dice la autora. «Es importante democratizar el conocimiento científico vinculado a la Antártica, dado el rol que este continente cumple en términos ecológicos para el equilibrio del planeta”, agrega.
Cooperación chileno-alemana
Los audios que componen el material base del libro no empezaron a ser grabados recientemente. El investigador Diego Filún -quien junto a los alemanes Kerstin Jerosch e Ilse van Opzeeland asesoró científicamente a la autora- dice a DW que desde 2008 se realiza el trabajo de toma de datos acústicos en el entorno antártico gracias a un instrumento llamado hidrófono, que permite captar audios que de otra forma sería imposible oír para el ser humano.
«Tener este gran set de datos nos ayudó a tener diversos ejemplos de distintos sonidos para poder realizar este proyecto”, señala. Para el biólogo marino y doctor en Ciencias Naturales en la Universidad de Bremen, «la Antártida es de todos, no pertenece a ningún país. Este libro tiene como objetivo mostrar la Antártica y la biodiversidad desde otro punto de vista, incluyendo los sonidos”.
En toda esta tarea, el rol del Alfred Wegener Institut (AWI) fue determinante. «Fundamental”, dice Navarro. «Gracias a la cooperación entre Chile y Alemania, tuve la posibilidad de viajar a Bremerhaven y trabajar in situ con científicos y científicas que se dedican a captar registros sonoros. El AWI cuenta con 21 hidrófonos en la Antártica y tiene una biblioteca de acústica marina pública, desde donde extrajimos los sonidos que dan vida a ‘Antártica sonora’. Sin aquel vínculo, esta iniciativa no se hubiese podido concretar de la forma en que se ha hecho”, señala.
Recepción «extraordinaria”
Este libro busca acercar al público general, y especialmente a los niños, temas como la fauna marina, el trabajo de los investigadores y los riesgos que corre el continente blanco debido al cambio climático. «La fauna antártica está expuesta a distintos cambios dependiendo del lugar. Por ejemplo, en la península antártica es donde en los últimos años se han registrado las mayores temperaturas y además ha habido una gran reducción en el hielo marino. Esto redunda en cambios en el ecosistema de diversas especies”, explica a DW.
«Antártica sonora” cuenta con ilustraciones de Carlos Denis y fue presentado oficialmente a fines de agosto en la cumbre del Scientific Committee on Antarctic Research (SCAR), realizada en Pucón (Chile). La obra, que puede descargarse de forma gratuita en el sitio web www.antarticasonora.cl, ha tenido una recepción que Navarro califica de «fantástica”.
«Cuando comencé a diseñar este proyecto, imaginé que sería abordado desde la ciencia, el arte y la educación. Sin embargo, no dimensioné que también podría haber interés por profesionales del área de salud”, dice la escritora. «Nos han contactado psiquiatras, médicos familiares, fonoaudiólogos y terapeutas ocupacionales. Lo que más me ha llamado la atención es que un psicólogo nos escribió para decirnos que está utilizando ‘Antártica sonora’ para trabajar con niños y niñas con TEA [Trastorno del Espectro Autista]. Esto ha sido muy reconfortante en términos profesionales, nos hace pensar que vamos en la dirección correcta y que aún tenemos mucho por hacer en materia de divulgación científica”.
(Deutsche Welle)