sábado, febrero 22, 2025

Otra vez el micrófono «indiscreto»

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El desayuno del domingo pasado frente al televisor tuvo un sabor a oro al que no estamos acostumbrados. Fue gracias a los Juegos Olímpicos y al tiro al plato de la escopeta de Francisca Crovetto. Su perseverancia, templanza y tremenda capacidad la llevaron a la victoria. Como todos los deportistas de alta competición, ella lucha desde su tribuna, solicitando, o más bien suplicando, ayuda estatal o de empresas privadas. Estas suelen sumarse a partir de los resultados y la exposición mediática, dependiendo de la disciplina en cuestión. Así, contribuyen al desarrollo y apoyo de cada atleta, aunque no de manera altruista, pero sí determinante en la ascendente carrera del afortunado receptor.

Todo esto es radicalmente distinto y opuesto a lo ocurrido recientemente, con el «micrófono indiscreto» en el Senado que dejó al aire el diálogo orejero entre los senadores Prohens y Walker, con un: “vota así, me lo dijo el Cote, no te vai a arrepentir Matías”, sin darse cuenta de que el micrófono permanecía abierto en la sala plenaria, fue en referencia a un debate sobre la ley de notarios e inhabilidades.

No podemos ni imaginar las conversaciones tras bambalinas sin micrófonos, o quizás en una opípara cena en la casa de un influyente lobista. También hay quienes realmente hacen esfuerzos para sacar a la luz leyes en búsqueda del bien común y no buscan prerrogativas personales. No están en esto solo por haber obtenido un escaño por votación popular o haber ganado un cupo gracias a otro parlamentario bien votado, sino para ser parte de una gran plataforma que pueda satisfacer una vida económica impensada.

La diferencia moral y ética entre un deportista y un político radica en la naturaleza de sus trayectorias y en las expectativas puestas en ellos por la sociedad. Un deportista como Francisca Crovetto, a través de su dedicación, disciplina y esfuerzo, simboliza el ideal de superación personal y la búsqueda de la excelencia. Los logros deportivos suelen estar basados en el mérito individual, la competencia justa y la perseverancia, valores que resuenan profundamente en el ámbito ético.

Por otro lado, los políticos son depositarios de la confianza pública y sus acciones están continuamente bajo escrutinio. Sin embargo, a menudo se observan conductas que contrastan drásticamente con el ideal de servicio público. El tráfico de influencias, la corrupción y el interés personal son prácticas que lamentablemente han manchado la percepción de la política.

La comparación resalta una realidad en la que los deportistas, pese a sus luchas por financiamiento y reconocimiento, mantienen una relación más directa y transparente con sus logros y la sociedad. Los políticos, en cambio, enfrentan el desafío constante de restaurar y mantener la confianza pública, una tarea ardua en un entorno donde la moralidad y la ética parecen, a menudo, sacrificadas en el altar de la conveniencia y el poder.

Por: Gaspar Tagliati

***“Las opiniones emitidas por los columnistas e invitados, son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento o la línea editorial de Infogate”.

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