- Ser apoyo emocional, y saber lidiar con el mar de emociones que detona un diagnóstico de cáncer, puede ser fundamental tanto para la lucha contra la enfermedad del paciente y la resiliencia de quienes lo rodean.
El cáncer sigue siendo una de las principales causas de muerte en Latinoamérica. La última cifra arrojada por la Organización Panamericana de la Salud indica que se registraron 4,2 millones de casos de cáncer en la región, y 1,4 millones de muertes por este motivo; 45,1% de estas en menores de 69 años. Algo alarmante.
Y parece no dar tregua. Según proyecciones de la OPS, para 2024 los diagnósticos de cáncer podrían aumentar en un 57%, casi 6,2 millones de personas en la Región de las Américas.
La misión es la prevención, que no solo reposa en manos de los médicos, sino también en los hábitos de cada uno de nosotros. No obstante, si el cáncer ya tocó a la puerta de la casa, el apoyo emocional y social que reciba el paciente se convierte en el mejor aliado para enfrentar esta enfermedad, siendo la familia el agente primordial.
La familia como apoyo emocional para enfrentar el cáncer
«La investigación ha mostrado de forma consistente el papel protector de la familia como amortiguador del estrés asociado al diagnóstico y tratamiento de la enfermedad oncológica, siendo la ausencia del mismo un factor de riesgo de malestar emocional».
Así lo explica la Dra. Paula Martínez López, experta en Psicooncología y Psicología de Cuidados Paliativos y docente investigadora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia – VIU, perteneciente a Planeta Formación y Universidades.
La investigadora y docente expone que existen cuatro grandes apoyos para estos escenarios:
1. Apoyo emocional y afectivo: Cree espacios en los que el paciente se sienta amado, comprendido, que perciba empatía genuina y, sobre todo, con libertad de expresar sus emociones.
2. Apoyo informacional: Siendo los familiares acompañantes en el proceso e intermediarios, muchas veces, entre los médicos y pacientes, ofrecer consejos, servirle de guía y proporcionar retroalimentación contribuye al bienestar del paciente.
3. Apoyo instrumental: Provea ayuda material o comportamental en el día a día de la enfermedad es esencial: lleve al paciente al médico, ayúdele en tareas domésticas cuando no pueda realizarlas.
Apoyo social: Comparta actividades que sean divertidas para el paciente, que lo entretengan, para que olvide su padecimiento y levante el ánimo, pues esto puede ayudar en el ajuste de la enfermedad e influir en su resiliencia.
Los familiares de pacientes con cáncer también deben ser resilientes
Cuando se diagnostica el cáncer a un paciente, los más allegados pueden atravesar una variedad de emociones que afectan la estabilidad familiar; se alteran los patrones de relación habituales y las estructuras se desestabilizan: Incertidumbre, miedo, depresión, preocupación, angustia, tristeza, enfado… son emociones necesarias y adaptativas para enfrentar esta situación.
«No obstante, si no se regulan, pueden llevar al desarrollo de alteraciones emocionales como ansiedad o depresión. Junto a estas emociones, los familiares también refieren en ocasiones sentimientos de inhabilidad y determinadas necesidades psicosociales».
La Dra. Paula Martínez López recomienda cuatro prácticas que pueden facilitar este proceso de adaptación a la enfermedad:
1. Intentar que el cáncer del paciente no “inunde” la vida de la familia (es importante que el cáncer y todo lo que gira a su alrededor no sean el único tema en la vida de las personas);
2. Movilizar los propios recursos (no se trata de convertirse en la familia ideal que no ha sido anteriormente, sino de valorar funcionamientos previos y en caso de ser necesario buscar otros que permitan el equilibrio del grupo).
3. Evitar el aislamiento social (perder la red de contactos lleva a la familia a experimentar sentimientos de soledad).
4. Mantener una buena comunicación con los profesionales sanitarios que atienden al enfermo es fundamental.
Cuando el diagnóstico irrumpe en el entorno familiar, la familia recibe una responsabilidad ardua, que le demanda fortaleza, porque las emociones de tristeza y negatividad podrían generar un daño más extenso, tanto al paciente, como a los allegados.
Mantener el ánimo arriba, sin desligarse de la realidad, es el equilibrio que puede dar fortaleza a las familias, así como alentar al paciente para que tenga la mejor calidad de vida posible en la lucha contra la enfermedad.