La enfermedad celíaca es una afección inflamatoria intestinal de origen autoinmune, en la que se desencadena una respuesta del sistema inmunitario al gluten, proteína del trigo, cebada y centeno en individuos genéticamente predispuestos. Impacta aproximadamente al 1% de la población y se manifiesta con síntomas digestivos y/o extradigestivos, acompañados de morbilidad, efectos en la calidad de vida y costos socioeconómicos importantes para el paciente y su familia. Según la Guía Clínica de esta condición del MINSAL (2015), se ha observado un incremento en su frecuencia en las últimas décadas.
“Los síntomas gastrointestinales incluyen diarrea, dolor abdominal, hinchazón, flatulencias y estreñimiento, entre otros. No obstante, la mayoría de los adultos presenta señales extraintestinales, como anemia, pérdida de densidad ósea, fatiga y/o baja de peso. Estos indicadores pueden variar ampliamente de un individuo a otro, siendo distintos también entre niños y mayores, lo que perjudica su estado de salud general”, explica Andrea Cortés, Directora de la Carrera de Nutrición y Dietética de UDLA.
El gluten, está presente en cereales como el trigo, la cebada y el centeno. La avena contiene avenina, que no necesariamente desencadena una reacción, pero se excluye de la alimentación libre de gluten debido a la contaminación que suele ocurrir en las etapas de cosecha, almacenamiento y procesamiento, ya que su cultivo se intercala comúnmente con el de dicho cereal.
En cuanto al tratamiento, comenta la experta de Universidad de Las Américas “la dieta libre de gluten sigue siendo la única opción para manejar la enfermedad, lo que ayuda a mejorar la sintomatología, el estado nutricional, la mucosa intestinal y la calidad de vida de quienes la padecen. Esta debe seguirse de manera estricta y vitalicia, bajo supervisión de un profesional nutricionista”.
Además, añade que “es fundamental evitar la e contaminación cruzada en la dieta libre de gluten, ya que puede causar daño solo por mala manipulación de alimentos o consumo de productos no certificados”. Esta contaminación puede darse en distintos niveles, ya sea en plantas o líneas de producción de alimentos que también procesan productos con esa proteína, o en el hogar, al utilizar utensilios compartidos para alimentos con y sin ella.
La profesional explica que “para evitar cualquier tipo de riesgo, se recomienda consumir productos certificados como ´libres de gluten´ y utilizar utensilios separados en el hogar para quienes la evitan. Es esencial destacar que esta se utiliza ampliamente en la industria en condimentos, salsas, aderezos, sopas, caldos deshidratados, procesados y otras etapas sin declararse”.
Asimismo, el rol del nutricionista en el tratamiento es esencial, tanto en prescribir la alimentación libre de gluten como en educar y orientar a pacientes sobre lectura de etiquetas y otras medidas según el caso.