Por: José Pedro Hernández Académico Facultad de Educación Universidad de Las Américas.
Cada 21 de mayo conmemoramos el Combate Naval de Iquique, recordando tanto el hundimiento de la corbeta Esmeralda a manos del monitor Huáscar, como el acto heroico del comandante Arturo Prat. Sin embargo, surge la pregunta de por qué celebramos una derrota y no el Combate Naval de Angamos, el que definió la hegemonía marítima de Chile durante la Guerra del Pacífico.
En realidad no rememoramos una derrota por mero gusto, sino porque el Combate Naval de Iquique fue un enfrentamiento crucial que tuvo un profundo impacto en Chile, tanto a nivel militar como social.
Desde el punto de vista militar, a pesar de la pérdida de la Esmeralda y la muerte de Arturo Prat, el combate representó una victoria moral muy significativa. La valentía y el sacrificio de los marinos chilenos demostraron la determinación de Chile al momento de defender su territorio y soberanía. Además, puso de manifiesto la capacidad de la Armada nacional para enfrentarse a una fuerza naval superior. La audacia y estrategia de Prat y Condell inspiraron a las futuras generaciones de marinos. Asimismo, la pérdida de la Independencia, uno de los buques más poderosos de la Armada peruana, debilitó considerablemente su capacidad naval y otorgó a nuestro país una ventaja estratégica en el mar.
En el ámbito social, este acontecimiento se convirtió en un símbolo de patriotismo y sacrificio por la patria. La figura de Arturo Prat se erigió como un héroe nacional, y su frase «la contienda es desigual, nunca se ha arriado nuestra bandera al enemigo; espero, pues, no sea esta la ocasión de hacerlo» se transformó en un lema que inspiró a los chilenos durante la guerra.
También es importante recordar que este combate fortaleció el sentimiento de identidad nacional, junto a un sólido sentido de la unidad entre compatriotas.
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