Por: Gaspar Tagliati
El temible operario del recontra espionaje -Súper Agente 86- de la década del sesenta da los primeros indicios que importancia tendría a un decalustro de la famosa serie su arma secreta el icónico zapatófono con que se comunicaba con su jefe de la agencia secreta “Control” en plena Guerra Fría contra “Kaos”; hoy no se entiende la vida sin ser acompañado incluso hasta el retrete de éste, en inicio el artículo fue un boom para comunicarse en forma inalámbrica con modelos que han variado desde un gran ladrillo a una ostra diminuta; en la actualidad guardamos en el bolsillo desde la enciclopedia británica al chat GPT la cantidad de información es infinita y la virtuosidad de este adminiculo es el alma gemela de la población desde la infancia.
Nadie se acuerda de ningún número telefónico todos están a la mano no importa si tienes mala memoria, todas tus conversaciones no solo están archivadas y aunque todos confiemos que son personales pueden ser rescatadas por terceros he ahí el problema para investigaciones que tengan posibilidades de develar asuntos de interés en cuestión.
Cada vez que se presenta un caso judicial en la orden de los allanamientos no solo se incautan los archivos escritos y los computadores de una oficina todos los fiscales andan tras el celular que oculta generalmente la veracidad a la sazón del caso.
Desde ya la señal está siendo bloqueada en el perímetro de algunos centros penitenciarios para intentar impedir las frecuentes estafas telefónicas desde el interior por los hábiles y estrategas reclusos. Tal cual, tu celular es un amigo para entablar amistades, amores, comunidades de WhatsApp de todo tipo y a la vez tu enemigo por caer en una trampa o bien el inesperado llamado desde el retail que instalan decenas de personas en su call center a llamar con base de datos en la mano para ofrecer sus servicios o recibir las infinitas llamadas de cobranza a cualquier hora y día; tal vez se transforme en una bomba de racimos si incautan toda la información de celulares de -supuestos- prestigiosos abogados, reconocidos por el exclusivismo de su clientela pero que no quieren borrar basado en misteriosas excusas o la otra alternativa más plausible es el deshacerse de toda prueba y pasado que pudiese inculpar a su dueño tras tirarlos a un río, romperlos con un martillo, quemarlos a fuego lento o ‘inocentemente’ entregárselos a un hijo para que éste lo destruya como acaba de ocurrir con un aprendiz de honorable.
