Por: Fernando Wilson L., Dr. en Historia, Facultad de Artes Liberales, Universidad Adolfo Ibáñez
Los orígenes populares del Lobby contemporáneo se retraen a la década del 1860, cuando el presidente norteamericano Ulysses S. Grant residía en el Hotel Willard de Washington, y distintos personajes, en busca de favores, lo esperaban en el vestíbulo o lobby para presentarle sus peticiones. Esta versión, más allá de que fuera real, se ve antecedida por el proceso que se vio en las dos cámaras del Parlamento británico desde mediados del siglo XVII, cuyos vestíbulos también se llenaban de peticionarios de las causas más exóticas. No hay que olvidar que Gran Bretaña estaba en pleno proceso de unificación sobre la base de sus cuatro reinos constitutivos, y el Lobby tenía un fuerte componente competitivo para tratar de favorecer los intereses ingleses, escoceses, galeses e irlandeses.
Gente pragmática, los británicos y norteamericanos comprendieron pronto que la búsqueda de favores en el Parlamento, el Congreso, la Corte Real o la Casa Blanca era una consecuencia de la naturaleza humana, y que, como tal, se abrían solo dos opciones. O prohibirlo, y convertirlo en clandestino, o aceptarlo como parte de la vida y regularlo. Sabiendo que la tentación a violar la regulación seria siempre muy fuerte, las sanciones a la ruptura de dichas normas serian leoninas, cosa de disuadir de forma efectiva19 a los que se vieran tentados de transgredirla. Lo que siempre tuvieron más que claro, es que el Lobby, por su propia naturaleza, es dinámico, y evoluciona con el paso del tiempo y el desarrollo social. Por ese motivo, las normas anglosajonas son más bien de tipo genérico, y corresponde a la Justicia el determinar la aplicabilidad de la norma de forma directa y especifica.
Los dos párrafos anteriores presentan, en nuestra perspectiva, el núcleo del problema en que nos encontramos en la política chilena presente. La presencia de los diferentes ministros de la administración Boric en diversos eventos en la residencia personal del Señor Zalaquett no es de por si negativa. Mas allá del error o no de registrar la asistencia, el problema tiene que ver más bien con la auto imagen de esas autoridades, que tienen al igual que su bloque de poder, una mirada más bien de tipo rígido, cuasi religiosa, de su relación con los representantes del Mercado y sus intereses. El “mundo de Cain” llegó a llamar Fernando Atria al Mercado y sus agentes. En una situación así, el problema no es no registrar la asistencia a la casa de un Lobbysta registrado, sino el choque entre las dos éticas que tipificaba Weber. Para el Frente Amplio y el Partido Comunista, sus visiones son rígidas e inclaudicables, y tener que asumir el paso de la Ética Testimonial a la de la Responsabilidad. Una necesidad imprescindible en una Democracia tensiona no solo a los actores de poder, sino a su propia auto imagen. Descubrir que no basta la mera voluntad o una pretendida superioridad moral para que el Estado funcione es, como ha sido tantas veces antes en la Historia, un duro descubrimiento generacional.
De esa forma, el problema básico que enfrenta el Frente Amplio y el Partido Comunista es comprender que la visión rígida, mecánica, que tienen de la política, debe de ceder a la realidad. Y en ese aspecto, nos resulta mucho más difícil hacerlo en nuestro mundo latino que el pragmatismo del sistema anglosajón, donde en general, política y justicia se adaptan a la realidad en el marco de la lógica del Common Law, mientras que nuestro sistema, de influencia continental, más bien busca la aplicación mecánica, y muchas veces descontextualizada de normas que sirven más como cortinas de humo que como una respuesta al problema real. Que la ministra del Medio Ambiente haya concurrido tres veces a la Casa del señor Zalaquett no es el problema. Tampoco su contumacia en reconocerlo, que ha generado un desangre por goteo para ir reconociendo dicha situación de a una. El verdadero problema es su visión de la política desde una perspectiva testimonial y, nos sentimos tentados a calificarla, de evangelización. El problema es no reconocer al Lobby como una realidad practica de la vida democrática, que esta debidamente regulada, sino como algo intrínsecamente pecaminoso e inaceptable, que debe de ser ocultado para evitar caer en el ya citado “Mundo de Cain” de Atria. Esta situación tiene, por tanto, mucha más gravedad de la que parece, pues desnuda como para una cantidad importante de miembros de la coalición de Apruebo Dignidad, su presencia en el Gobierno es una experiencia testimonial y casi evangelizadora. No están haciendo Política, están haciendo “El Bien” en un sentido trascendente. Huelga decir que una actitud así no puede coexistir en una Democracia Liberal, donde otros tienen todo el derecho a pensar diferente sin que se les pueda espetar que son “malos” por no “aceptar el bien”. Sin saberlo, el Sr. Zalaquett le presento al Frente Amplio una pregunta insoslayable: La visión de su proyecto político es evangelizadora frente a enemigos, o es demócrata entre pares que pueden diferir sin por ellos volverse apostatas a los que eliminar.
La opción del Comunismo, por su lado, es trágicamente conocida ya. Basta ver a Nicaragua, Cuba o Venezuela.