Por: Por: Rubén Segura F.**
Sun-Tzu en el siglo V a.C. expresó que “la victoria constituye el objetivo principal de la guerra”. Sin embargo, ¿puede obtenerse la victoria a cualquier precio? y junto a ello… ¿ganar la guerra soluciona los conflictos?, entendiéndose estos en su forma más simple, que es cuando existe superposición de objetivos vitales o de supervivencia entre las partes.
El afamado historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari se pregunta y responde a la vez, en una reciente columna de opinión en The Washington Post: “¿quién ganará esta guerra? No el bando que mate a más gente, ni el que destruya más casas, ni siquiera el que consiga más apoyo internacional, sino el que logre sus objetivos políticos”. Esta afirmación pareciera llevar implícito que la victoria no se logra con la destrucción masiva o total del oponente; pero a su vez, no considera relevante el apoyo internacional, en un mundo globalizado en el que la interdependencia aumenta día a día; y donde los organismos surgidos terminada la Segunda Guerra Mundial y propiciados por los vencedores de esta, constituyen el actual Sistema de Gobernanza Global, por cierto perfectible, para discutir y negociar en forma “seudo-civilizada” ante los conflictos que afectan la seguridad internacional.
En los hechos, la opinión internacional y sus líderes siguen observando con estupor, consternación y cautela la Operación Militar de Israel “Espadas de Hierro”; respuesta estratégica al ataque perpetrado a la población civil israelí por Hamás el pasado 7 de octubre, donde los milicianos yihadistas penetraron desde la Franja de Gaza por múltiples puntos y vulneraron todos los sistemas defensivos fronterizos; esto como parte de una Operación Militar sin precedentes denominada “Tormenta de Al-Aqsa”, donde el sistema de alarma estratégica de Israel fue totalmente sorprendido, junto a su sistema de defensa estratégica (más grave aún), al no poder anticipar, ni reaccionar oportuna ni efectivamente frente a esta neo blitzkrieg, en medio de la población.
Aproximándonos al conflicto desde la óptica del Derecho Internacional Humanitario (DIH), tenemos que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) lo define como: “un conjunto de normas que, por razones humanitarias, trata de limitar los efectos de los conflictos armados. Protege a las personas que no participan o que ya no participan en los combates y limita los medios y métodos de hacer la guerra. El DIH suele llamarse también derecho de la guerra y derecho de los conflictos armados».
Por su parte, la aproximación más clásica desde la Estrategia Militar, utilizando el modelo de Arthur Lykke, considera que estrategia es igual a Fines (objetivos que se deben alcanzar o conquistar) más Modos (los cursos de acción o la forma de empleo de medios en función de los objetivos) más Medios (instrumentos y recursos humanos y materiales mediante los cuales se puede lograr algún fin)”.
La definición de Lykke se resume en la ecuación E = F + M + M. En consecuencia, podríamos convenir que el DIH se encuentra incluido dentro de los modos: E = F + M (DIH) + M; lo que afecta y condiciona el actuar de ambos contrincantes: Israel y Hamás. De otra forma caeríamos en la acuñada frase que “el fin justifica los medios”, la que en si misma es una expresión de antivalores humanos.
Es en este contexto que, iniciada la Operación Espadas de Hierro, lo más repetido en las diferentes notas periodísticas e informaciones de los voceros oficiales de Israel es que, no parará sus ataques hasta la total destrucción de la capacidad militar de Hamás, y esto se traduce textual: hasta alcanzar la victoria militar. Por su parte, los portavoces de Hamás han jurado combatir hasta la victoria final, incluso amenazando con dar muerte a los rehenes en su poder, articulando ataques de cohetes que han anunciado y ejecutado (indicando hora y lugar), aún en las condiciones actuales de asedio y bombardeos abrumadores de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Así las cosas, ¿cómo se podría entender el concepto de victoria militar?, y avanzando un poco más ¿podríamos alcanzarla sin considerar el DIH?
Para adentrarnos en la temática, nos apoyaremos brevemente en J. Boone Bartholomees, quien esbozó una aproximación a la teoría de la victoria, complementando con su texto el libro elaborado por William Martel sobre la materia. En síntesis, a la pregunta de ¿qué significa ganar y que constituye la victoria? se plantea que “la victoria en la guerra es, en el nivel más elemental, una evaluación, no un hecho o una condición. Es la opinión de alguien o una comunión de opiniones. La victoria en la guerra puede o no tener que ver con criterios objetivos tales como el número de bajas o el territorio ganado o perdido. A fin de ganar la guerra esos elementos son importantes, por lo menos hasta cierto nivel y siempre en relación con su efecto sobre la percepción; pero lo que más importa es la percepción final de la situación, no los hechos”.
Con lo expuesto queda abierto a que, en definitiva, el resultado de la guerra entre Israel y Hamás será conforme a la interpretación de cada bando y podría variar según los evaluadores. De esta forma, la evaluación podría diferir si es realizada, por ejemplo: por EE.UU., Irán, la ONU, la UE, un país europeo en particular, la Liga Árabe, Israel, la Autoridad Nacional Palestina, etc. En consecuencia, como plantea Bartholomees: “el hecho de que un bando gane en grande no quiere decir que su adversario pierda en grande. Podría incluso significar que el otro bando no pierda en absoluto”.
La evaluación de la guerra / conflicto, por muy objetiva que sea, al final estará sujeta a factores intangibles, como por ejemplo la cosmovisión de las partes, donde influyen en forma relevante, entre otros: el componente religioso, político, histórico, cultural y el más importante, que no es otro que el sentimiento de motivación que se está en procura de una causa justa. Esta convicción es un efecto individual y colectivo en el nivel cognitivo, de las emociones y creencias. Al respecto existen sendos estudios y modelos explicativos sobre la psicología de la motivación, pero acá lo importante es comprender que la victoria militar de uno de los bandos no solucionará el conflicto Árabe-Israelí.
El conflicto Árabe-Israelí, es sin duda alguna un problema a la seguridad internacional, que pareciera surge con el Plan de las Naciones Unidas para la partición de Palestina, ratificado en la Resolución 181 de la Asamblea General del 29 de noviembre de 1947, cuya ejecución y consecuencias inmediatas son del todo conocidas. Sin embargo, las raíces de este problema complejo parecieran también tener mayores ramificaciones en la precuela que en la secuela de este.
En cuanto a la secuela, ha sido un estado permanente de confrontación y conflicto, con importantes guerras en la zona, y que actualmente tiene, como se dijo al inicio de estas reflexiones, a la opinión internacional y sus líderes observando con estupor, consternación y cautela la pérdida de vidas humanas en ambos bandos, con el horror de presenciar la masacre y secuestro de civiles por un lado, y volver a la edad media con el asedio de ciudades y el infligir a sus ocupantes civiles las penurias de una guerra.
¿Qué factores de odio, resentimiento y frustración se estarán incubando en las almas y corazones los niños y adolescentes? quienes serán las siguientes generaciones de judíos y palestinos que tendrán que vivir los efectos de la “victoria militar”.
**Ruben Segura F., general de División (R.), ex subjefe del Estado Mayor del Ejército de Chile y exdirector del Centro de Estudios e Investigaciones Militares (CESIM)