Por: Camilo Escalona, secretario general del Partido Socialista
La visita a Isla Dawson de la ministra de Defensa, Maya Fernández, acompañada de familiares de presos políticos allí confinados en 1973, así como parlamentarios, junto al comandante en jefe de la Armada, y apoyados para su traslado por oficiales de las instituciones castrenses, simboliza un nuevo Chile.
No cabe duda que es una iniciativa de trascendencia por su solo significado, así como por la ya muy cercana conmemoración del 50° aniversario de la muerte del Presidente Allende y del derribamiento del régimen democrático en nuestro país.
Se trata del símbolo de una nueva etapa en nuestra historia porque las imágenes hablan por más que mil palabras. Allí se encuentran la ministra que es nieta del Presidente Allende, el mártir depuesto el 11 de septiembre por la acción castrense, y también el comandante de la Armada, la que tuvo a su cargo la isla y los precarios barracones usados para la detención de los presos políticos, en particular, los ministros y parlamentarios que pertenecían a la alianza que fue derrocada esa mañana, la Unidad Popular.
Hace 50 años Chile fue estremecido por la acción golpista, pero lentamente se ha ido restableciendo, en especial desde 1990, con dificultades, pero se ha ido formando una base compartida: el respeto a la dignidad del ser humano. Esa es la piedra angular: la inviolabilidad de sus derechos fundamentales y la responsabilidad de los Estados, de las fuerzas políticas y de las instituciones castrenses, que detentan el uso de la fuerza, de dar plena garantía de actuar en concordancia con ese avance civilizacional.
El recuerdo de los hechos conlleva un dolor profundo, las víctimas del terrorismo de Estado fueron personas relevantes, portadores de valores universales, motivados por Chile y comprometidos con su futuro. Nadie entrega o arriesga su vida, como ellos lo hicieron, si no cree profundamente lo que hace y no siente un amor inmenso al destino de la patria que está en juego. Hoy su memoria, paso a paso, ha sido restaurada, no eran lo que la dictadura dijo: terroristas, extremistas, aventureros, esas caricaturas se desplomaron. Incluso, la semana recién pasado, la Sala Penal de la Corte Suprema condenó a la cárcel al general Sinclair, quien fue miembro de la Junta Militar y senador designado, por crímenes atroces en octubre de 1973, en Valdivia.
Por su relevancia histórica, la memoria de las víctimas es un patrimonio esencial para la izquierda chilena. Sus figuras e imágenes se han constituido en referentes fundamentales de un anchísimo sector de opinión del país y su ejemplo traspasa las fronteras partidarias.
En representación del Presidente Gabriel Boric, la ministra Fernández señaló: «Conmemoramos los 50 años del golpe mirando hacia el futuro y las nuevas generaciones desde la memoria…». Es un mandato que trasciende la contingencia y asume la responsabilidad de construir una memoria histórica sana que asegure el «nunca más» y deje atrás cualquier negacionismo.
El pluralismo y la diversidad de opciones son el pilar de una nación democrática. Esa meta es inviable sin el respeto irrestricto a la dignidad del ser humano. Solo así fluye el pensamiento, florece la cultura y se dignifica la política. Es lo que debemos cultivar. Cuando el escepticismo y el desencanto deterioran la valoración del régimen democrático, iniciativas como la realizada en la Isla Dawson revisten un gran significado y fortalecen a Chile que es lo fundamental.