Este año se conmemoran 50 años del 11 de Septiembre de 1973, fecha que sin duda marcará el segundo semestres del quehacer político del país y que genera diverasa y encontradas reacciones, aunque la gran mayoría de las personas que hoy están en el poder no vivieron en esos años; en este contexto de recordación, el Presidente Gabriel Boric dedicó tres páginas de su discurso-cuenta a la nación a esta fecha en la que remarcó el compromiso del Gobierno con los DDHH, la rebusca de víctimas de violaciones de DDHH, la creación de un Archivo Nacional de Memoria, la creación de un Sitio de Memoria en cada región de Chile, entre otros anuncios que se resumen en:
«Avanzar en verdad, en justicia, en reparación, en no repetición, no es una causa de la izquierda, sino de todo el arco político sin excepción. Hagamos pues de esta tarea un motivo de unión, no de diferenciación ni de confrontación».
Los siguientes son los párrafos dedicados a los 50 años del Golpe:
«El 11 de septiembre próximo conmemoramos medio siglo del golpe de Estado que quebró la democracia en nuestro país. Pienso que esta conmemoración nos debe ayudar a superar los tiempos de miedos y odios, los cuales llevan -como los chilenos lo sabemos bien-, a caminos de división, violencia y un porfiado negacionismo.
Por esto aprovecho esta solemne ceremonia para pedir a los que estamos aquí reunidos, las y los representantes de la República en toda su diversidad, a que nos unamos como un solo cuerpo, como una sola alma, para evitar que el veneno de la falta de empatía y de la intolerancia se siga inoculando en nuestro cuerpo colectivo.
Los 50 años del golpe de Estado son una ocasión propicia para que reafirmemos que ninguna diferencia entre nosotros nos llevará a descuidar y dejar de defender la democracia y los derechos humanos.
Como escribiera Cristóbal Jimeno, cuyo padre Claudio fue apresado y hecho desaparecer el 11 de septiembre de 1973 en La Moneda, “así como una persona que no enfrenta su pasado no supera sus traumas, una sociedad que no se reafirma éticamente seguirá enferma, no se mejorará”.
Compatriotas, hace un año señalé ante este Honorable Congreso Nacional que no claudicaremos en el deber moral que representa agotar todos los recursos necesarios para que los detenidos desaparecidos y ejecutados cuyos cuerpos aún no son encontrados, puedan descansar en paz.
Anuncié entonces la puesta en marcha de un Plan Nacional de Búsqueda, que hoy lidera el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos en conjunto con las agrupaciones de familiares de víctimas y que presentaremos en detalle en agosto de este año.
Sabemos que ha pasado mucho tiempo y, como dije en marzo en Pisagua, el éxito es un desafío, pero quiero reiterar hoy, aquí, que no claudicaremos en el deber moral que representa agotar los recursos necesarios para que los familiares de los detenidos desaparecidos y ejecutados que no se han encontrados conozcan la verdad de lo sucedido. Nada compensará el daño, pero como sociedad les debemos la oportunidad de despedir a sus familiares y aliviar un poco el dolor de tantos años.
Durante demasiados años la búsqueda de las víctimas de desaparición forzada fue empujada casi exclusivamente por las familias, y hoy el Estado, en su conjunto, se hace cargo de esta tarea pendiente. Y para dar mayor fuerza al Plan Nacional de Búsqueda, vamos a modernizar y fortalecer el Servicio Médico Legal, con una inversión de 14 mil millones de pesos para 2024. Además, el Ministerio de Bienes Nacionales ha recuperado para el país sitios de memoria tan relevantes como el campo de prisioneros de Rocas de Santo Domingo, el recinto de La Providencia en Antofagasta o el predio en que se construirá el memorial del Cerro Chena. Y en su última sesión, el Consejo de Monumentos Nacionales declaró siete nuevos sitios de memoria. Se cumple así el compromiso del Estado chileno de tener al menos un sitio de memoria en cada región. Me anima la esperanza de que en este aniversario seamos capaces de tener una mirada común que, a partir de la condena histórica transversal a las atrocidades del pasado, sostenga el valor universal de los derechos humanos y la importancia de la democracia, que ha vuelto a estar amenazada en el mundo justamente por quienes relativizan la centralidad de dichos derechos.
Avanzar en verdad, en justicia, en reparación, en no repetición, no es una causa de la izquierda, sino de todo el arco político sin excepción. Hagamos pues de esta tarea un motivo de unión, no de diferenciación ni de confrontación.
Para esto, impulsaremos la creación de un Archivo Nacional de la Memoria, y un conjunto de actividades en los que la sociedad civil será la protagonista, porque es ella la protagonista de su propia historia: museos, universidades, organizaciones sociales y de derechos humanos, partidos políticos se desplegarán en todo Chile para hacer de esta conmemoración una energía que nos empuje hacia adelante. Tenemos el reto de sacar lecciones para el futuro.
Y esta conmemoración de los 50 años puede ser un buen momento para hacernos preguntas como sociedad, para conversar al interior de las casas, entre distintas generaciones, en los claustros académicos, en los espacios de creación, allí donde se ejerce la política: ¿qué hemos aprendido? ¿Más allá de nuestras diferencias, a qué estamos dispuestos a comprometernos en conjunto? ¿Cómo haremos para vivir juntos, respetándose y asumiendo nuestra diversidad? ¿De qué modo podemos erradicar, o aislar lo más posible, la violencia de nuestra convivencia?
No sólo debemos cuidar nuestra democracia, también debemos cuidar nuestra convivencia y respeto mutuo. En un país moderno y civilizado, no es aceptable que se hostigue a una académica por ser mapuche; o enrostrarle a una diputada la muerte de su hija/o y su duelo; o que un ministro tenga que dar explicaciones especiales respecto a una política pública por ser homosexual; o que una senadora que sufrió una gravísima violación a sus derechos humanos tenga que responder a acusaciones absurdas y revictimizantes.
No nos podemos acostumbrar a estos retrocesos civilizatorios, a esta falta de humanidad, a este afán de humillar, a esta barbarie. Estamos en el siglo XXI y en este país se debe respetar a cada una a cada uno de los seres humanos que lo habitan. Mi compromiso es que como presidente pondré toda mi fuerza, mi constancia y cariño para lograr una convivencia distinta, una basada en el respeto y la dignidad humana».