Desde mediados del siglo pasado Chile ha dado pasos firmes para reafirmar su presencia soberana en el continente antártico. Los más significativos han sido la construcción y funcionamiento desde entonces de tres bases: la Base Presidente Frei, operada por la Fuerza Aérea, la Base O’Higgins a cargo del Ejército, y la Arturo Prat, que tripula nuestra Armada.
La Base Frei posee un aeropuerto abierto a todos quienes necesitan usarlo, nada más que tienen que pedir nuestra autorización para poder hacerlo, es decir, reconocen nuestra soberanía.
Año a año, renovados contingentes de militares y científicos permanecen por largas temporadas realizando estudios, reafirmando soberanía y desplegando múltiples iniciativas de cooperación internacional.
Chile fue uno de los 12 países que firmaron inicialmente el Tratado Antártico, que posterga, pero no suprime las reclamaciones territoriales. Agreguemos de que de ellos solo 5 son del hemisferio sur: Chile, Argentina, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelandia. Con posterioridad diversas naciones se han incorporado a este Tratado cuya principal preocupación principal es la preservación medioambiental y la proscripción del uso militar del continente helado.
Nuestras posesiones antárticas están estrechamente vinculadas al extremo continental. Especialmente a Punta Arenas y Puerto Williams. La región de nuestro extremo sur por algo se llama Región de Magallanes y de la Antártica Chilena. La continuidad geográfica es manifiesta y por lo mismo, Punta Arenas se erige como la puerta de entrada al continente helado. No menor es el dato que hoy en día ASMAR ha desarrollado capacidades para fabricar buques aptos para esos difíciles mares. En diciembre pasado se procedió a la botadura del rompehielos Almirante Viel, el mayor buque de ese tipo en Sudamérica. Entrará en funciones plenas el próximo año y permitirá que decenas de científicos puedan desarrollar sus labores. El nuevo buque tiene un desplazamiento de 10.500 toneladas.
Desde que el presidente González Videla adoptara medidas políticas y administrativas para la plena presencia chilena en la Antártica, ello ha sido preocupación de todos los gobiernos desde entonces a la fecha. La soberanía chilena en la Antártica y en especial en la llamada “Tierra de O’Higgins” ha sido una preocupación permanente del Estado chileno, de carácter transversal.
Nuestro país ha ido perfeccionando la legislación correspondiente, hasta llegar a la Ley 21.255 que establece el Estatuto Antártico del 16 de marzo del 2021. El año siguiente actualizamos nuestra Política Antártica en resguardo de nuestros intereses. En materia de instituciones destaca el Instituto Antártico de Chile creado en 1963, actualmente encuadrado en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Por todo ello, es perfectamente explicable, necesario y patriótico que nuestras más altas autoridades realicen actos de soberanía en dichos territorios. Extraña que ante este compromiso histórico y soberano surjan voces críticas. Por cierto, las difíciles condiciones climáticas imperantes en esas latitudes obligan a una cuidadosa planificación que es preciso seguirla rigurosamente. Todos hemos sido testigos de la compleja situación que asoló el frente de mal tiempo en la zona central del país en días recientes y coincidió con la gira presidencial. Pero también todos hemos sido testigos de cómo las autoridades civiles y militares se apresuraron a retornar para encabezar el apoyo a los damnificados y hacer frente a la emergencia.
Es de alta conveniencia nacional no meter los temas de Estado en la contingencia. Por el contrario, es siempre necesario que en este tipo de temas cerremos filas en la unidad nacional por nuestros legítimos intereses, de hoy y de mañana. Todo esto teniendo presente que otras naciones también tienen reclamaciones territoriales que se superponen a la nuestra. La Antártica chilena nos confiere el carácter de ser un país tricontinental, con territorio nacional en el continente americano, en Oceanía con Rapa Nui y en el continente helado.