Por estos días previos a la Navidad, el Palacio de La Moneda luce en sus ingresos principales una pareja de cascanueces gigantes que custodian el ingreso a la «casa donde tanto se sufre», y que es un bonito cambio en la ornamentación que hace la casa de gobierno que por décadas ha sido de lo más fome y poco festivo, pero como la idea es fastidiar, hay muchas críticas ponzoñosas a esta iniciativa, como la que hizo el excandidato presidencial de la derecha que está más a la derecha de la derecha tradicional, José A. Kast que posteó -en modo Grinch- «Desconexión total», pero la respuesta no vino de Palacio, sino que del embajador de Canadá en Chile, Michael Gort, quien le espetó: «o tal vez un lindo homenaje a la música de Tchaikovsky, a la época navideña y a los niños y niñas 🚸que visitan el Palacio Presidencial estos días?«
Seguramente la barra brava de RN, comandada por Francisco Chahuán pedirá que expulsen al diplomática canadiense u otra medida exagerada, muy al estilo de esa colectividad dominada por un ramillete de parlamentarios.
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Ahora bien, hay que se muy mala leche o amargado para criticar esta puesta en escena a menos que quien lo haga sea de una amagura negra que no logre entender los símbolos del a Navidad y la cultura que rodea a esta fiesta de la cristiandad, más en momentos en que el país y el Centro de Santiago en particular es de una fealdad brutal, un poco de color e imaginación le vienen bien a la capital sumida en los rayados, la mugre, la delincuencia y la tristeza, por lo tanto punto para La Moneda.
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