Tras la caída de Marta Herrera y sus declaraciones queda claro que la elección para este cargo relevante como es el de Fiscal Nacional, está sumido en las cloacas de las intrigas, peleas de poder y cuotas de fatuas vanidades sepultan el cargo en un lodazal pestilente. Ni los Supremos, ni Sus Graciosas Señorías, ni la Presidencia pueden generar la confianza ciudadana en la nominación de este cargo. Lo anterior lo confirma también la otra baja, José Morales, quien acusó una “guerra sucia” de parte de funcionarios del Ministerio Público que llevaron a que su nombre fuese rechazado por el Senado
Los dichos de Herrera, vienen a confirmar que la presión política es parte de una palabra que todos rehuyen: «corrupción». Así es corrupción blanca, blanda, semisólida, como quiera colocarle eufemísticamente, pero es una forma de corrupción. Que tal o cual sector político quiera que equis señor o señora sea Fiscal Nacional o sea nombrado en otro alto cargo del Estado solo viene a confirmar que los incumbentes -senadores- investidos con la invisible toga romana dan cuenta de la decadencia de esta institución, decadencia que da el «apernamiento» de muchos de ellos por décadas en sus cargos generando cortes y controles de poder insospechados.
Así, los dos nominados caídos en el Senado solo son víctimas de este poder que pareciera querer instalar a alguien cercano o solo por desquite contra el Presidente de la República de turno que osó estar de acuerdo con el fin del Senado y cobra realidad lo dicho por el exfiscal nacional Sabas Chahuán que pide reforma a mecanismo para definir Fiscal Nacional: “El Senado debería ser eliminado como participe”
«Ahora que se está discutiendo un texto constitucional, debería reformarse, porque esta forma de nombramiento está considerada en la propia Constitución. Se ha politizado en extremo, en el sentido más detestable de la política, que es con descalificaciones», sostiene Chahuán.
Efectivamente lo más complejo de este proceso ha sido el nivel de las descalificaciones, acusaciones y pasadas de cuentas a y entre los postulantes lo que hace del proceso una cuestión poco confiable.
En este contexto el candidato Ángel Valencia denuncia: «Aunque cumplo con los requisitos legales exigidos para dirigir el Ministerio Público, desde la fecha en que fui incorporado a la quina, he sufrido descalificaciones, públicas y anónimas. No se me imputa un cumplimiento deficiente de mis deberes, ni la infracción de alguna regla ética. simplemente, se sostiene que aceptar el encargo de defender a personas de ciertos delitos graves inhabilitaría para su designación en el cargo a cualquier abogado que aspire a ser designado Fiscal Nacional».
Así las cosas, solo queda que la nominación del Fiscal Nacional sea por inspiración divida, intervenga el Colegio Cardenalicio del Vaticano (muy político por cierto) o consulten a algún vidente o santera para que salga de la esfera de la politiquería.