Alberto Gerszencvich, gerente general de Remesa

Hay que reconocerlo: ningún sistema financiero en el mundo estaba preparado para las consecuencias que traería la pandemia por COVID-19. En este marco, hoy estamos enfrentados a una situación que no vislumbra un futuro muy promisorio y es que debido a que el exceso de liquidez producto del IFE, préstamos solidarios, ayudas gubernamentales y los retiros de AFP produjeron un relajo de las empresas, que hoy no están recuperando sus cuentas por cobrar. 

Pero ¿qué implica esta situación? Muy simple: un verdadero descalabro, porque en unos meses esto se traducirá en un alza de la morosidad, en un corte en la cadena de pagos y en lo que nadie quiere: más cesantía. Con esto, es imposible no recordar la crisis económica que se produjo en 2008.

Pero partamos por la génesis de esta situación: gracias a la nueva legislación, muchas personas están dejando de pagar, sin considerar que en tres meses más todo subirá un 30%, las cuentas serán cobradas todas juntas, y, seamos realistas, los sueldos no subirán, ni tampoco habrá más ayudas del gobierno.

La liquidez que existe, debido a las razones ya mencionadas, es un simple un espejismo que en algunos meses nos hará caer de golpe en la realidad al ver el importante impacto económico. El panorama actual es que las empresas, confiadas por esta liquidez, no están cobrando y este acto es el motor de las empresas, porque les permite recuperar sus cuentas por cobrar y además generar fondos para negocio. Frente a esto solo puedo decir que están cometiendo un grave error.

En este escenario, si bien las compañías están facturando un 40% menos, las utilidades que han tenido producto de la cesantía y de bajar sus costos en mano de obra, son las que les permite seguir funcionando. Hay empresas que redujeron su personal y también sus oficinas y, aunque facturen menos, ha sido más provechoso.

Pero también debemos considerar que nos enfrentamos a una escasez a nivel mundial, falta de stock en varios rubros y, por ende, un aumento de precios, lo que se reflejará con mayor fuerza en los próximos meses. 

Seamos claros: tenemos una recesión en la que el sector inmobiliario no sabe cómo construir y los precios siguen subiendo. Hay un exceso de liquidez y la gente solo compra, pero no está pagando sus deudas. Esta situación hace imprescindible activar una gestión de cobranza efectiva, es hoy el momento.

Tenemos que reconocer que estamos en un estado en que cumplimos, pero no crecemos, estamos cómodos, con menos expectativas y viviendo una inercia como país, lo que nos está llevado al precipicio de una crisis económica de la que no será tan fácil salir.

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