Hablar de debate previsional, es hablar específicamente de la tormenta política e institucional que generó esta semana la fatídica aprobación del tercer retiro de los fondos previsionales y las esquirlas que se desprendieron del sorpresivo fallo del Tribunal Constitucional (TC). La aprobación legislativa de este proyecto deja en evidencia, una vez más, el abierto populismo e irresponsabilidad de los parlamentarios que lo apoyaron, tanto de izquierda como de derecha. Pareciera que la borrachera de la demagogia afectó a muchos parlamentarios por igual.
Destacados exministros y expertos nacionales se han manifestado en contra del retiro de los fondos de pensiones por ser desigual y regresivo. Los organismos internacionales han sido categóricos en señalar que esta medida tendrá un impacto negativo en las pensiones futuras (“pan para hoy, hambre para mañana”) y, por ello, sugieren no implementarla. Es indudable que no estamos frente a un problema técnico, sino que a uno eminentemente político. Para una gran mayoría de parlamentarios, razones políticas justifican plenamente renunciar -ignorar- a las técnicas, no obstante, las amplias y concluyentes evidencias sobre los efectos nocivos del proyecto.
Para muchos, el sistema de AFPs representa el buque insignia del modelo económico chileno. Hundirlo significa, para sus detractores, la primera estocada de un golpe mortal al modelo, con la mezquina complicidad de parlamentarios oficialistas, quienes no reparan en el grave daño que le causan al Gobierno, a la coalición y al país. Por otra parte, el fallo del TC solo contribuye a generar más confusión entre los chilenos, quienes tienen el legítimo derecho a preguntarse porqué el Tribunal falló de una manera distinta a la vez anterior. Vamos a tener que analizar muy bien las argumentaciones, del fallo, para despejar todas las sospechas y teorías conspirativas que lo han rodeado.
Por otro lado, escasean las ideas, convicciones y coherencia. Tristemente observamos la facilidad con que los políticos, de derecha e izquierda, han dejado de lado sus principios y valores, y han optado por la demagogia y el populismo en la formulación de políticas públicas. Se predica, pero no se practica. Se ha optado por legislar para la galería y las redes sociales, sea por temor, ignorancia o simple incoherencia. Hoy la farandulización y el aplauso fácil se apoderaron de la política, generando un enorme vacío en el campo de las ideas. Hay un déficit crónico de ideas.
Para el gobierno, claramente es una derrota política mayúscula y con todas sus letras. A los chilenos nos encanta hacer cazas de brujas y salir a buscar a los responsables, siempre, y desde la comodidad de nuestras casas. Pero convengamos que al gobierno le ha tocado un escenario político, económico y sanitario muy complejo, uno de lo más adversos en nuestra historia, y no es de su exclusiva responsabilidad. Se nos olvida que esto viene arrastrándose desde hace muchos años. Sé que muchos dirán que un presidente debe asumir todo el liderazgo y peso de las decisiones que se toman, que para eso son elegidos, pero los presidentes son personas de carne y hueso. Pienso mucho en su situación personal y lo mal que lo debe estar pasando.
El gobierno está en una situación débil, en parte por sus propios yerros, como el del TC, pero también porque los partidos de su propia coalición le han dado la espalda en el Congreso. Están todos los parlamentarios tratando de salvar su pellejo y de asegurar su reelección. Es realmente patético. La actuación de una gran mayoría de los miembros del parlamento, tanto de derecha como de izquierda, ha revivido el malestar de los chilenos con la clase política, pues es evidente que priorizan sus intereses personales por sobre los del país. Y parece que a nadie le importa.