A propósito de la publicación oficial de la nueva Política de Defensa Nacional de Chile 2020, el Jefe de Estudios de Seguridad y Defensa de AthenaLab, John Griffiths, analizó los principales aspectos de este nuevo documento de política de Estado nacional.
Cabe recordar que tras elaborarlo, el Ministerio de Defensa lo sometió a la opinión particular de la Dirección Nacional de Fronteras y Límites y de las comisiones del Congreso, buscando que fuera funcional al nuevo sistema de financiamiento de la Defensa y del proceso de desarrollo de la fuerza que se deriva del mismo.
El texto final fue aprobado por el Presidente de la República el 4 de diciembre de 2020 y la Contraloría General de la República tomó razón del mismo con fecha del 26 de abril de 2021.
Análisis
En este contexto Griffiths explica que esta nueva Política de Defensa Nacional «tiene como propósito convertirse en una efectiva estrategia de defensa al relacionar en forma lógica y coherente, los medios de la defensa con los objetivos definidos a través de una forma específica establecida en el concepto estratégico para el empleo de la defensa y las orientaciones para el desarrollo de capacidades estratégicas. Adicionalmente, es innovadora al contemplar no solo las nuevas dimensiones del ciberespacio y el dominio espacial, sino que también por incorporar la naturaleza híbrida de las principales amenazas, los desafíos del impacto del medio ambiente y cambio climático, así como los efectos de las tecnologías disruptivas en la defensa nacional».
Detalla que «un aspecto para destacar es la clarificación que las capacidades estratégicas no se limitan solo a las plataformas o medios materiales adquiridos y presentes en la fuerza, sino que necesariamente deben incluir la doctrina, organización, entrenamiento, información, sostenimiento e infraestructura y, lo más relevante, la capacidad del propio recurso humano, elemento fundamental y decisivo de superioridad en la capacidad estratégica. Todo lo anterior, por cierto, integrado en forma sistémica y sinérgica, como se explicita en el texto».
Asimismo, destaca en este apartado «la intención de incrementar la coordinación interagencial a nivel nacional, así como potenciar y aumentar las capacidades nacionales para operaciones en ambientes multidominio en conflictos híbridos y operaciones de información, y finalmente los anhelos de potenciar las capacidades de anticipación, elaboración de escenarios, doctrina, y entrenamiento conjunto«.
En relación a la conducción de la defensa nacional, avances y desafíos, «se definen los desafíos de la conducción política de la defensa como instrumento militar, así como los propios de la conducción política institucional, destacándose la necesidad de lograr un mayor conocimiento y valoración de la defensa nacional en toda la sociedad«.
Acota que con todo, «se aprecia una metodológica orientada en forma coherente y lógica, para orientar y obtener los resultados esperados y declarados en la presente política».
Novedades, futuro y conclusiones
Por otra parte, hace hincapié en que en la Política de Defensa Nacional «se observan aspectos y contenidos novedosos, cada vez de mayor impacto en los ámbitos de la seguridad y la defensa nacional a nivel global, como el carácter de los presentes conflictos de tipo híbrido, que tratan de operar bajo el umbral de un conflicto armado tradicional, al no configurar un ataque armado propiamente tal, pero cuyos efectos si podrían desencadenar el legítimo derecho a la defensa individual o colectiva de acuerdo a la Carta de Naciones Unidas, en su articulo número 51. Ello impone estudiar lo anterior y efectuar los ajustes necesarios en las capacidades estratégicas a definir«.
Concluye indicando que «es positiva la conceptualización de las dimensiones del conflicto y uso de la fuerza, incluyendo el ámbito del ciberespacio y el espacial. De esta forma, junto a lo terrestre, lo marítimo y aéreo, estas últimas dos dimensiones deben también orientar la formulación y adquisición de capacidades estratégicas nacionales. Así también, resulta interesante la inclusión de potenciales amenazas provenientes del impacto del medio ambiente y de los efectos del cambio climático, así como el impacto potencial de tecnologías disruptivas en nuestra seguridad y defensa nacional».