La Dirección Meteorológica de Chile pronosticó que el periodo 2020-2021 traerá el fenómeno conocido como “La Niña” moderado, aunque se tratará del más fuerte en una década. Sequías en el centro sur del país, aumento de los incendios forestales e incremente de remociones aluvionales y anegamientos en el norte de Chile, serían sus principales consecuencias.

’La Niña’, es un fenómeno oceanográfico y climático, opuesto a ‘El Niño’, caracterizado por un enfriamiento superficial del Océano Pacífico, el fortalecimiento del anticiclón del Pacífico y por lo tanto, la disminución de precipitaciones invernales en la mayor parte de territorio nacional. Esto ocurre particularmente en la zona centro-sur de Chile. Pero también surge un incremento de las precipitaciones estivales en la zona altiplánica, precordillera y cordillera principal del norte Chile”, explica el subdirector del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres CIGIDEN y geólogo de la UCN, Gabriel González.

“Hay una conexión clara entre la ocurrencia de un evento  de ‘La Niña’ bastante intenso y la sequía en 1998 – 1999, por ejemplo. Igualmente, La Niña durante el periodo 2010 – 2011 aportó en parte a las condiciones de megasequía de Chile central”, complementa el investigador CIGIDEN y Director del Departamento de Ingeniería Hidráulica y Ambiental UC, Jorge Gironás.

Otra manifestación hidrológica asociada a la reducción de la precipitación durante los años con fenómeno de La Niña, es la caída en las reservas de nieve. “En el estudio de Oertel et al. (2020), se muestra que en promedio, el tiempo en el que se cuenta con manto nival es un 30% mayor con el evento de El Niño que con La Niña, producto de las mayores precipitaciones y menores tasas de derretimiento”, indicó el experto UC.

Régimen precipitaciones

Dado lo anterior, las principales amenazas a las que estaríamos expuestos por el fenómeno de “La Niña”, en especial, debido al cambio en el régimen de las precipitaciones, son el mantenimiento del periodo de sequía en Chile central, un aumento de incendios forestales y el incremento de remociones aluvionales (aluviones el más frecuente) y anegamientos en el norte del país.

¿Cómo hacer frente a estas amenazas naturales y evitar un desastre? Según los investigadores la preparación para resistir este tipo de eventos depende de la magnitud e intensidad de los mismos, junto a los daños asociados: “La integración de los estudios de riesgo, con los planes maestros de drenaje urbano, y otros instrumentos técnicos, más  la planificación territorial, deberían conducir a una gestión del territorio que permita reducir el nivel de exposición de la población”, precisa Jorge Gironás.

Gabriel González, en tanto, propone que las medidas de más largo plazo para mitigar los efectos de los remociones en masa, sea contar con vías de comunicación resilientes a sus efectos al menos de las carreteras principales. “El país debe contar con ciudades resilientes que aprendan de las experiencias del pasado, ya que la pérdida de conexión es uno de los aspectos más complejos de resolver y de alto impacto en la fase de ayuda humanitaria y rehabilitación”, asegura el doctor en geología. 

Siete medidas para enfrentar a “La Niña”

De acuerdo a los expertos, existen siete medidas que nos permitirían enfrentar al fenómeno de “La Niña” de manera más resiliente.

1. Actualizar mapas de riesgo, donde se identifiquen con claridad los riesgos y amenazas naturales a los que están expuestas las personas en las zonas urbanas y rurales.

2. Sensibilizar a la población. Informar y reiterar a la población donde existe riesgo de desastre donde y están expuestos a peligros en sus propias localidades.

3. El derecho a estar informado es fundamental para salvar vidas como también contar con una infraestructura pública y privada robusta y resiliente a nuestras amenazas naturales.

4. Monitoreo hidrometeorológico en zonas altas. Fortalecer este monitoreo hidrometeorológico permitirá contar con una respuesta temprana, particularmente en zonas de precordillera o de relieve complejo.  Se debe contar, además, con capital humano avanzado y coordinado que sea capaz de generar y utilizar información valiosa a partir de los datos hidrometeorológicos levantados por redes de monitoreo.

5. Ampliar el foco en los sistemas de alerta temprana. Es necesario avanzar desde la estimación de magnitudes de precipitación y ubicación de isoterma 0°C, hacia un pronóstico de magnitudes de caudales y volúmenes de escurrimiento, para tener mayor certeza de cómo sería una inundación que pudiese ocurrir en las zonas ubicadas próximas a quebradas que se activen con las lluvias en la precordillera.

6. Crear una institucionalidad a cargo del monitoreo y pronóstico de amenazas hidrometeorológicas hoy inexistente en el país, lo que permitiría generar alertas tempranas de aluviones, por ejemplo, en aquellas zonas más expuestas a este tipo de amenazas.

7. Mantener la vegetación nativa lo más intacta posible, ya que el reemplazo de ésta genera daños irreparables en el sistema hidrológico e hidrogeológico, aumentando la susceptibilidad del territorio a los incendios forestales por profundización del nivel freático, entre otros efectos negativos.

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