viernes, diciembre 27, 2024

Cuando la “No Estrategia” funciona (por el momento)

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El 14 de octubre de 2019 dio inicio una de las semanas de más intensas movilizaciones sociales que hemos vivido desde el retorno de la democracia, que partieron gatilladas por el alza de 30 pesos en el valor del boleto del Metro, que tuvieron su primera expresión en la evasión masiva que hicieron estudiantes en diversas estaciones de la red que fue escalando en intensidad, ante la clásica respuesta de la autoridad que apuntó a motejar de delicuencia los episodios ocurridos. Tanto es así que, parlametarios oficialistas, se apresuraron para presentar una moción de ley tendiente a tipificar como delito tales circunstancias.

Todo lo anterior constituyó la chispa que encendió el malestar social incubado en un país que, aparentemente, se había acostumbrado a ser abusado por aquellos sectores que han monopolizado el crecimiento económico, que han incurrido en una serie de prácticas ilegales y que sólo han sido sancionados, a lo sumo, con clases de ética. Basta recordar el cómo un segmento de nuestra élite ha acaparado y especulado con los derechos del agua, agua que en Petorca apareció en los lechos de los ríos, esta semana, de manera milagrosa, o como ante las alzas sostenidas de los medios de transporte, las autoridades públicas responden con metáforas desafortunadas sobre el valor de las flores o las bondades de levantarse temprano o lo entretenido que es hacer vida social en las salas de espera de los recintos de atención de salud. Importante es ver cómo se ha discutido un proyecto de ley de 40 horas y, para variar, los sectores que han acaparado el crecimiento han levantado las típicas voces de alarma frente al deterioro eventual de ese crecimiento (que es sólo de ellos).

Y sucedió lo que, se supone, nadie esperaba. La gente se cansó, se vio abusada al extremo, desatendida por aquellos llamados a representarlos, se levantaron todas las molestias y salió a la calle a manifestarse, sin conducción alguna, con efecto contagio que parte desde Santiago y se extrapola a todo el país, con caceroleos furiosos y prolongados, con gente que desafía y se toma el espacio público, sin que la autoridad llamada a encauzar el fenómeno acierte en el tono.

Y aquí surge la “No Estrategia” que funcionó; el Gobierno retomó su clásico guión de criminalizar la protesta social, de desentenderse de las profundas causas del estallido y enfocar su dialéctica en visibilizar solo los episodios violentos y desmanes que, digámoslo, recibieron una transversal condena de todo el arco político y social. Se redujeron al mínimo las vocerías de la autoridad política del país y, cada vez que ésta se produjo, fue para reiterar el mensaje de que estamos solo antes episodios de vandalismo y delincuencia desatada. Sorprendidas también se vieron las fuerzas políticas de oposición que, recién el sábado 19 de octubre comenzaron a articular alguna opinión de manera más coordinada.

El paso fundamental de esta “No Estrategia” fue declarar el Estado de Emergencia Constitucional, reforzando (supuestamente) a las fuerzas policiales para prevenir todos los actos vandálicos que, paradojalmente, no fueron prevenidos. Muchas y muchos alcaldes de comunas periféricas se preguntaron donde estaban las fuerzas policiales y militares que, en Toque de Queda, tenían que proteger nuestros barrios que fueron tomados por el
lumpen que aprovecha todas estas oportunidades para desatarse. No había que ser adivino para saber que inescrupulosos, iban a desatar sus más bajos instintos para aprovechar de vandalizar, saquear, dañar los almacenes de barrio e incluso, amenazar algunas poblaciones que, ante la ausencia policial y militar inexplicabe, tuvieron recurrir a la autodefensa con palos y chalecos amarillos.

En paralelo, la autoridad política informaba que, aquello que era imposible durante la semana (no hacer efectiva el alza del Metro), se iba a revertir y se enviaría un proyecto de ley con discusión inmediata al Congreso Nacional. Respecto de los demás temas que se encuentran en la base del malestar social desbordado, se guardó un prudente silencio y se dejó la discusión en la vereda de la oposición que, para variar, supo encontrar la forma de dividirse en un escenario tan delicado, con duras recriminaciones entre aquellos que se restaron de votar el proyecto de ley (por no estar dispuestos a legislar con los militares en la calle) y, de aquellos que lo votaron favorablemente, como un primer paso para dar respuestas a la ciudadania. Aquí la “No Estrategia” logro meter una cuña entre aquellos que habían comenzado a articular un incipiente nivel de coordinación y unidad de
propósito.

Entonces, nuestro primer mandatario se despacha por televisión la frase que quedará para la posteridad: “Estamos en guerra”. Estas palabras desataron una lluvia de críticas y cuestionamientos por la supuesta pérdida de compostura y arrebato en que habría caído el Presidente de la República. Discrepo con esa opinión pues, mi impresión es que tal frase no es fruto de un arrebato, todo lo contrario, es una frase muy pensada que en busca de re instalar el foco de la discusión pública, colocar el acentó en los episodios de violencia, desmanes y saqueos, intentando generar un enemigo común “muy poderoso” y, con aquello, invisiblizar las verdaderas causales de tanto malestar social acumulado, causales que se encuentran en los cimientos de la sociedad e institucionalidad que, post dictadura, no hemos sabido cambiar. Recordemos que el mandatario ha salido en contadas oportunidades a hablar en medio de esta crisis y no es accidental que, la mejor voceria, la haya tenido el General de Ejercito a cargo del Estado de Emergencia Constitucional.

Me resisto a creer que un General le enmiende la plana al mandatario al señalar que “no estoy en guerra con nadie”y, por el contrario tiendo a pensar que es lo que a él le corresponde señalar, en una suerte de estrategia “policía bueno y policía malo” que, en definitiva, viene a poner a las fuerzas militares en un mejor pie para estar en la calle, luego del desenfreno delictual que no fue prevenido por quienes fueron convocados para
aquello (y no me refiero a manifestaciones pacíficas de protesta como las de Plaza Nuñoa por ejemplo).

La No Estrategia ha logrado dividir a la oposición política, ha logrado poner el foco en los desmanes y en la violencia delictual desatada, que no fue prevenida por las fuerzas del orden durante el Toque de Queda, ha logrado que nuestros matinales sean el tandem perfecto que invisibiliza las causa del malestar social profundo que experimentan todos aquellos que se sienten marginados del crecimiento y, además, ha colocado al Gobierno
en posición de pedir que se deje avanzar su agenda gubernamental que, paradojalmente, profundizará las causas del malestar. Ha sido una sucesión de pasos que, ya sea accidental o intencionalmente, permiten a este Gobierno zafar por el momento, de tener que afrontar los profundos cambios que requiere nuestro país. Aquí aflora la vieja
estrategia de “chutear” los problemas para adelante pero, como sociedad, se nos agota el tiempo para evitar una eventual fractura irreparable a nuestra democracia. Importante es constatar que lo que sucede esta siendo analizado en el mundo y, a modo de ejemplo, “The Economist”, el prestigios medio británico, en un análisis de los hechos que estamos viviendo, señalo que “la respuesta del gobierno ha sido inepta”.

En consecuencia, necesitamos discutir un nuevo Pacto Social que más que un crecimiento – que hasta ahora ha resultado inequitativo – busque el desarrollo de todas y todos los chilenos.

Llegó la hora de pensarnos una nueva Constitución para Chile, entre todas y todos, para dar respuestas reales y efectivas a las causas de tanto malestar incubado y, para ello, se hace imprescindible que quienes están dedicados a la política estén a la altura del desafío.

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