El columnista y rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, lanzó sus dardos contra la cuenta pública del Presidente Sebastián Piñera, afirmando que su discurso careció de toda “épica” y que por el contrario desataba “bostezos”.
En una columna en El Mercurio, el académico explica que la primera cuenta de un mandatario tiene la “particularidad que, como carece de pasado, debe ocuparse del futuro. Y así no es, rigurosamente hablando, una rendición de cuentas sino la expresión de un proyecto. No la contabilidad de lo que se ha hecho, sino la enumeración de lo que se hará. ¿Qué caracterizó al proyecto que el Presidente Piñera expuso?”.
Explica que “los más entusiastas deben convenir que el discurso careció de toda épica. Nada hubo en él que anunciara asaltos utópicos o ideológicos, hazañas políticas o ardiente paciencia. En vez de eso se anunció una seguidilla de proyectos que, aunque parecían eficientes y razonables, desataban poco más que la exacta épica de un bostezo”.
Y agrega que “el carácter somnoliento de lo que el Presidente anunció no deriva del tono menor de la escritura del discurso, sino de una convicción: la idea de que la realidad que se tiene ante los ojos, el Chile contemporáneo, es como un río cuyo curso no hay que torcer sino nada más ayudar a que fluya. Todas las medidas que el Presidente anunció, desde la red de protección de la clase media a las medidas educacionales, parten de la base que las cosas, en lo fundamental, están bien hechas y que en ellas hay una semilla que, poco a poco, fructificará”.
“Por eso si durante el gobierno de la Presidenta Bachelet la política tuvo un tinte agonal (la política como pólemos), Piñera fue explícito en querer darle un tono de colaboración y de acuerdos (la política como polis). Lo primero es propio de quien piensa tener motivos para reñir con la realidad; lo segundo caracteriza a quienes sienten amistad con ella”, sostuvo.
Peña precisa que “con todo, hay que observar que ese tono de colaboración que el discurso poseyó no tiene como estructura de plausibilidad (una estructura de plausibilidad es lo que hace creíble a un enunciado) al Presidente Piñera, sino a la gestualidad mansa, compasiva y sosegada de Alfredo Moreno. Solo queda por ver cuánto tiempo la pulsión narcisista del Presidente (hasta ahora contenida) le permitirá mantener ese tono que lo beneficia no a él, sino a su ministro”.
El rector de la UDP mencionó que “se suma a ello que Piñera insistió en el que, quizá, sea su mayor acierto. Su propósito de ocuparse de los grupos medios, tejiendo una red de protección para cuando el fracaso o la vejez toquen a la puerta. En la capacidad que tuvo Piñera de sintonizar con esos grupos radica el secreto del éxito electoral que obtuvo, e insistir en ello -sospecha, sin duda, el Presidente- radica la posibilidad de extender el proyecto de la derecha más allá de su propio gobierno. Después de todo, este es el único gobierno de derecha en un siglo que al haber ganado dos veces la presidencia, puede imaginar, sin que al hacerlo desvaríe, un ciclo largo de gobierno. No ha habido otro gobierno de derecha cuya preocupación estratégica tenga, por eso, más sentido para sí mismo que el de Piñera”.
Peña sostiene que en el siglo XX, la estrategia de la derecha fue siempre “retentiva, fue siempre una estrategia de quien se sabía en minoría; esta es la primera vez que la derecha puede, sin engaños, pensarse a sí misma como de mayorías”.
“Solo una omisión severa se advirtió en el discurso presidencial. Se trata de lo que suele llamarse la agenda valórica. La ciudadanía, al revés de lo que suele creerse, no solo aspira a que se le satisfagan necesidades. También está preocupada de que se realicen las concepciones que abriga acerca de la realidad. El Presidente Piñera tuvo el cuidado de no explicitar ningún punto acerca de eso; pero el silencio tiene, en este caso, el valor de un síntoma. Quizá aquí se ocultan los tropiezos futuros del proyecto de Piñera, en esas concepciones que él amenaza con transgredir y que configuran parte de la identidad de quienes lo apoyan”, afirmó.
Finalmente, el columnista resaltó que “el discurso insistió cada cierto tiempo en la promesa del desarrollo y este es, quizá, el signo más claro del espíritu que anima al gobierno. Desarrollo tiene un leve tinte evolutivo, alude a un proceso que ya está diseñado y que solo hay que esperar que se desenvuelva. Y ahí radica la razón profunda de las críticas al gobierno de Bachelet que el discurso expresó. Las críticas de Piñera a Bachelet, eran el bostezo que desalojaba al empuje utópico”.