Durante la noche de este sábado, el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, luego de dos días de negociaciones y de resistencia en el local del sindicato del que saltó a la política, finalmente aceptó la condena y cumplió con el trámite presentarse ante la Policía Federal de la ciudad de Curitiba para comenzar a cumplir los doce años de cárcel que le impuso la Justicia por corrupción.
Ahora bien, el ánimo en Brasil es confuso y muchos medios hablan de una inminente crisis mayor en la potencia sudamericana.
Lula antes de entregarse a la Policía le habló a sus incodicionales -que son millones- señalando que: «Cometí un crimen, que fue llevar los pobres a la universidad, permitir que compren coches, que tengan comida y si es así, seré un criminal el resto de mi vida».
Con ese discurso, puso fin a la resistencia que inició el pasado jueves, cuando después de que la Justicia dictó un auto de prisión en su contra, se enclaustró junto a dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT) y de movimientos sociales en el Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo.