jueves, enero 23, 2025

Papa Francisco, ¿bienvenido a Chile?

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Tengo la suerte de contar con el don de la fe, no la del carbonero, sino la que dice el versículo de los hebreos: “La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Una experiencia cercana a la muerte me permitió pasar de agnóstico a creyente. Tengo la suerte creer, bendición maravillosa, que le da un sentido a esta vida y le quita el temor a la muerte. Como católico me declaro muy crítico de mi Iglesia, que no se ha aggiornado- sino que parece seguir en el siglo 19, por ejemplo, al prohibir que los sacerdotes se casen, con lo que se fomentan las desviaciones sexuales, y al tener a las mujeres relegadas a roles secundarios, casi medievales. ¿Tendremos que esperar mil años para tener una Papisa o cien para ver cardenalas? Aunque admiro muchos aspectos del Papa Francisco, también soy muy crítico de él, en especial, por su indolencia ante los sacerdotes y obispos abusadores sexuales o encubridores. Indolente es el que no se conmueve o afecta por algo. Francisco ha sido indolente; ha mirado para el lado frente al mayor drama que vive nuestra Iglesia, el que la está dejando cada día más vacía de fieles. Después del caso Karadima, según la encuesta dada a conocer esta semana por Latinobarómetro, solo el 36% de los chilenos confía en la Iglesia Católica. Menos que en cualquier otro país de América Latina. En 1995, un 80% de los chilenos confiaba en ella. En la misma encuesta, Chile es el país que le entrega una nota más baja al Papa.

Cardenal encubridor de Boston: premiado por el Vaticano

Después de todos los escándalos de los últimos años ante el aluvión de acusaciones contra curas pederastas, hace tres semanas, Francisco hizo algo inexplicable, aunque quizás no tanto, conociendo como ha actuado frente a este tema tan controversial: asistió al funeral del cardenal estadounidense Bernard Law acusado de encubrir abusos sexuales de decenas de curas contra cerca de 250 niños cuando se desempeñaba como arzobispo de Boston, entre 1984 y 2002. El caso revelado por el diario Boston Globe le significó al periódico ganar el Premio Pulitzer. Y luego, la cinta Spotlight, que narra la historia, ganó el Oscar a la Mejor Película, el 2016. Tras el escándalo, el Cardenal más importante de Estados Unidos renunció al cargo, pero no fue a la cárcel, sino que al Vaticano. Nombrado arcipreste de la Iglesia de Santa Maria Maggiore, una de las cuatro basílicas más simbólicas de Roma, Law lejos de esconderse, se dejaba ver con frecuencia en actos eclesiásticos o diplomáticos y en abril de 2005, celebró una misa en la Basílica de San Pedro.

No perdió su influencia. Fue miembro de más congregaciones que cualquier otro obispo, mantuvo su puesto en el Colegio Cardenalicio y en la Congregación para los Obispos, y pudo influir en el nombramiento de los obispos estadounidenses a lo largo de los años.

La presencia del Papa en su funeral nos escandalizó o indignó a muchos católicos del mundo.

El caso chileno: desde Karadima a Barros


Francisco, además, ha permitido que en nuestra Iglesia chilena permanezcan sin sanción decenas de clérigos acusados por cargos de abusos sexuales contra menores o de encubrir a sus autores.

Víctimas del sacerdote Karadima, critican que el Papa respalde al cardenal Ezzatti y tenga junto a él, en El Vaticano, al cardenal Errázuriz, ambos acusados de encubridores de hechos ocurridos en nuestro país. El Papa, además, defiende al obispo Barros de Osorno, quien por muchos años presenció los abusos y depravaciones del párroco Karadima y participó en juegos sexuales entre los clérigos. Junto con defenderlo, Francisco atacó a los católicos de Osorno que piden la salida de Barros, y en declaraciones inaceptables para un Papa de la Iglesia, los trató de izquierdistas y de tontos.

Otro motivo de desafección mía y de muchos chilenos por Francisco es su intervención en nuestra política interna. Cuando visitó Bolivia, en el 2015, se declaró partidario de una salida al mar para ese país, lo que significó una grosera intervención en una disputa histórica, que sólo atañe a nuestras dos naciones.

Su visita –con feriados oficiales de por medio- causará conmoción, reunirá multitudes entusiastas, llenará portadas de los diarios y la televisión nos informará de ella día y noche. No podemos esperar que, en estos días, el Papa sancione a los curas y obispos acusados de abusos sexuales contra niños, pero confiemos en que no opine de asuntos políticos nuestros que no le incumben. Mientras su visita no sea meramente espiritual, como corresponde, me reservo al derecho a no estar entre los millones de fieles saldrán a las calles a saludarlo y se emocionarán hasta las lágrimas ante su presencia, ni entre aquellos que lo saludarán como un santo. Solidarizo con los millones de argentinos que miran incrédulos y dolidos como su Papa, el Papa argentino, viene a Chile y no a su país, por razones políticas, y declaro que la visita del Papa no me es grata. Por mi parte: Francisco, no eres bienvenido a Chile.

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