El rector de la Universidad Diego Postales, Carlos Peña, insiste en el erróneo diagnóstico que hizo la izquierda sobre el malestar social y sostiene que actualmente está mostrando una fractura que será difícil de recomponer.
En entrevista con La Tercera, el columnista sostiene que el mal diagnóstico que hizo la izquierda y el gobierno de Michelle Bachelet sobre la “modernización capitalista”, lo cual tiene a la derecha a punto de llegar al poder nuevamente.
En cuanto a la campaña presidencial, Peña explica que ha llamado la atención de la aparición de figuras televisivas, lo cual “es síntoma de liviandad que partidos viejos y con tradición -o nuevos con imaginación y talento- crean encontrar en la simple popularidad el sucedáneo del carisma y de las ideas. También es digno de atención que en esta campaña, por vez primera, haya aparecido una izquierda contraria a la modernización de estos años que la otra parte de la izquierda impulsó”.
Respecto al planteamiento hecho por Piñera para centrar el eje de su eventual gobierno en el erróneo diagnóstico hecho por la Nueva Mayoría de la sociedad, el rector sostiene que el ex mandatario fue el primero que erró “¿o acaso ya olvidó las loas que dirigió a los dirigentes estudiantiles y al movimiento que encabezaban sin comprender del todo de qué eran ellos el síntoma? Piñera vio en el malestar una cuestión circunstancial que podía remediarse con astucia; la Nueva Mayoría vio en él un rechazo a la modernización”.
“La Nueva Mayoría persistió en ese error de diagnóstico algo que, modestia aparte, yo mismo subrayé desde muy temprano. El error de la Nueva Mayoría, sugerí, era intelectual: diagnosticar mal el estado de la sociedad chilena y ver en los efectos de la modernización rápida, una queja contra la modernización en sí misma. Esa visión que creyó advertir una especie de fractura social en el Chile contemporáneo y un anhelo de cohesión, condujo a devaluar la trayectoria de los grupos medios ascendidos, a negar el reconocimiento a su esfuerzo y a creer que las mayorías en Chile aspiraban sobre todo a la protección del Estado”, explica.
Y agrega que “esa visión desconoció cuánto había permeado la cultura del capitalismo en Chile, cuyo principal fruto son los grupos medios poseídos por la pasión por el consumo, según la llamó Tocqueville, con gran movilidad intergeneracional, autónomos y orgullosos de sí mismos. Esos grupos anhelan que se les proteja frente a la adversidad de la vejez y la enfermedad, pero sin hacer de ellos objeto del paternalismo. En su afán de ganarse a la izquierda más radical, Guillier adoptó inicialmente una retórica del malestar que lo alejó de esos grupos. Luego se corrigió, pero ya parece tarde. Piñera, en cambio, parece haberse dado cuenta de que la política requiere brindar reconocimiento a esos grupos, cosa que hizo. Ahí está la clave de su probable éxito”.
Sobre su tesis de que los chilenos rechazan la “modernización capitalista”, el académico sostiene que “lo que afirmo es que los nuevos grupos medios adhieren a la modernización. El dato del INE es impresionante, sin duda; pero tenga en cuenta que el ingreso per cápita del 10% más pobre ha crecido en 145% desde 1990 a la fecha: un hogar que el 2000 tenía ingresos por 200 mil pesos, hoy percibe 490 mil pesos, según datos del PNUD en su informe Desiguales”.
“Esos grupos que han experimentado cambios tan significativos respecto de su pasado, tienen reclamos, sin duda, pero esos reclamos no ponen en cuestión un proceso modernizador que les ha permitido ser hoy, según muestran las encuestas, muy optimistas respecto del futuro. Eso es lo que digo: la modernización se ha legitimado en esos grupos gracias a esa gigantesca mejora relativa. Para quienes han disfrutado por generaciones de altas rentas, lo anterior parece poco; pero para las grandes mayorías históricamente excluidas que poco a poco han accedido al consumo y salido de la pobreza, que son las que importan, es una experiencia muy liberadora”, menciona.
En cuanto a su visión de la izquierda, Peña es claro: “La izquierda ha mostrado una fractura que será difícil remendar. ¿Qué podrían esgrimir en común quienes declaran rechazar las tres últimas décadas, como es el caso de Sánchez y quien a última hora las reivindicó para sí, que es el caso de Guillier? El problema de las fuerzas de izquierda es que poseen rasgos ideológicos y concepciones de la política muy difíciles de conciliar”.
En ese sentido, añade que “una de esas fuerzas es generacional y con conciencia de vanguardia y a ese tipo de grupos la derrota no los hiere: es probable incluso que algunos la abriguen como una fantasía de pureza, un momento sacrificial que los dignifica. La otra trató de recuperar tardíamente lo que nunca debió perder: su vínculo con la Concertación y su discurso. Sí, es verdad que Ricardo Lagos podría hacer el esfuerzo por representar la unidad, pero ¿qué credibilidad tendría que quien fue rechazado apenas ayer y se retiró derrotado sea ahora quien indica el camino del triunfo? Así las cosas -deseo equivocarme-, no creo que haya una rearticulación rápida”.