Su historia ha inspirado a muchas personas que han asistido a sus clases de emprendimiento en la universidad, o a los encuentros y charlas que imparte cada semana a mujeres de escasos recursos, no sólo porque ha sabido construir una marca dentro de un mercado netamente masculino, sino porque su historia de vida la ha hecho reconstruirse una y otra vez. Esta profesora de alemán cambió su rumbo profesional hace 19 años, cuando tomó una decisión valiente, para evitar la quiebra del negocio familiar. Su padre que se dedicaba al transporte de pasajeros pasaba por un pésimo momento económico. Cristina reaccionó, quiso hacerse cargo, pero él se opuso rotundamente, ya que dudaba que su hija pudiera levantar un negocio “de hombres”. Finalmente, el tesón de Cristina y la necesidad de salvar su trabajo hicieron que el padre permitiera que ella y su esposo intentaran sacar a flote la empresa.
“Fue cuando pagamos algunas deudas, compramos cuatro buses usados de fines de la década del setenta y comenzamos desde cero. Nunca habíamos estado en el rubro y partimos sólo con estos cuatro vehículos” dice Cristina.
“Yo buscaba empresas donde los buses fueran más viejos que los nuestros o pertenecieran a la locomoción colectiva y a ellas les ofrecía nuestros servicios. Al principio hacíamos de todo, hasta que un día una empresa de Lampa nos contrató para entregar un servicio de buses de acercamiento para sus trabajadores. Al tiempo se corrió la voz y otras del sector también comenzaron a requerir nuestros servicios”.
Así pasaron 7 años antes de poder comprar un bus nuevo. “Hoy tenemos una moderna flota compuesta por 43 buses y minibuses”, señala la empresaria.
Una de las cosas que caracteriza la forma de trabajar de Cristina es que en Buses Oyanedel no compiten con transportistas pequeños, esto porque piensa que tal vez esa sea la única fuente de ingresos de estos emprendedores. Con estos parámetros éticos también dirige su empresa de 60 trabajadores cuyo foco es por sobre todo la seguridad de sus empleados y pasajeros. Los buses están equipados con GPS y varias cámaras que registran el camino, al conductor del bus y el salón. “Así quedan grabados todos los viajes para garantizar los estándares de atención y el cumplimiento de las normas, además de dejar constancia de itinerarios y calidad de servicio”, señala Cristina.
RESILIENCIA
Esta mujer, que conforma un matrimonio de más de 25 años, conoce en carne propia lo que es la resiliencia. Perdió a dos de sus hijos, de 10 y 4 años en dos accidentes .“Todo esto fue un proceso muy duro y difícil, cuando murió mi primer hijo quise seguir adelante, desarmé su pieza rápido y no me di el tiempo para vivir este duelo…Cuando falleció mi hijo menor Máximo, recién aprendí a buscar ayuda y asistir a grupos de apoyo, después de este proceso me levanté y pensé ¿qué haría si éste fuera mi último día, si supiera que hoy me voy a morir?, entonces fue cuando decidí que cada día quería hacer feliz a alguien, hacerle más fácil el día a otras personas”. Esto conectó a Cristina con un propósito: entregar alegría y compartir lo aprendido con quien lo necesite. Así fue como hace algunos años llegó a ofrecer su ayuda a Cerro Navia, donde cada semana se reúne con mujeres, adultos mayores y niños con quienes colabora a través de sus redes de apoyo, pero por sobre todo con quienes comparte gran parte de su tiempo, en distintas actividades. “Con las mujeres estoy haciendo un trabajo para apoyarlas en sus emprendimientos, pero por sobre todo para empoderarlas y que sepan tomar sus propias decisiones”, recalca Cristina, quien siempre está llena de desafíos y planes. Por ahora está a punto de terminar un magíster en Innovación Empresarial, planea escribir próximamente un libro y piensa aumentar sus esfuerzos en Cerro Navia para mejorar en algo la calidad de vida de las personas que ha ido conociendo y le han tocado el corazón.