viernes, enero 3, 2025

Los riesgos de una aventura electoral sin sentido

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La Democracia Cristiana es el principal partido de la Nueva Mayoría y del Gobierno, y aspira, como es natural, a ver crecer su representación y ascendiente en la ciudadanía, especialmente después de su asumida derrota electoral del pasado 23 de octubre, la que ha sido empleada para exacerbar la animadversión con el Ejecutivo y azuzar la ruptura con la Nueva Mayoría.

El momento para resarcirse de esta declinación electoral es el próximo año, cuando nuevamente el país concurra a las urnas para elegir a quien será el sucesor de la Presidenta Bachelet, renovar la mitad del Senado y la totalidad de la Cámara de Diputados, volver a votar por consejeros regionales y, probablemente, por gobernadores regionales. No es poco plegar cinco papeletas en un solo acto. Y lo más importante: por primera vez su voto para diputados y senadores tendrá el mismo peso proporcional que sus demás elecciones. Se acabó el binominal y, de ahora en adelante, se aplicará un procedimiento de asignación de cupos parlamentarios por listas, conocido más precisamente como el método D’Hondt. Lo bueno de este mecanismo es que permite distribuir las preferencias ciudadanas de un modo más equitativo en relación al peso de cada fuerza política, y, además, favorece a las agrupaciones mayoritarias. Lo cual es una ventaja para la Democracia Cristiana el partido más votado de su coalición y que asimismo todavía goza de una gran implantación territorial que le asegura captar una amplia y diversa gama de adhesiones.

Sin embargo esta ventaja puede convertirse en una fatal desgracia para la colectividad. Porque los beneficios de ser los primeros se consiguen cuando se camina en compañía de otros, y no cuando se toman caminos en solitario. Juegan con fuego quienes propugnan su retiro del Gobierno, el quiebre de la Nueva Mayoría o el inicio de una travesía por el desierto. Eso no sólo podría implicar un castigo para sus actuales parlamentarios, sino una negligencia inexcusable con los miles de chilenos que siguen confiando en un amparo que no les puede faltar. Por un instante deberían mirar si no están sentados sobre la misma rama del árbol que están aserrando.

El riesgo de que la Democracia Cristiana
sea condenada a la irrelevancia política, es real. Hoy cuenta con 20 diputados, que equivalen a un 16 por ciento de la Cámara Baja. Mañana podría descender a menos de la décima parte del Congreso. Es un escenario que cobra verosimilitud a partir de las simulaciones que permiten los datos de la última elección municipal, cuando el partido marcó el 12 por ciento de apoyo.

El ejercicio metodológico que se muestra no es nada enrevesado ni incomprensible; puede ser verificado por cualquier ciudadano con acceso electrónico a los datos del Servicio Electoral y que use apropiadamente el simulador de resultados según el sistema D’Hondt.

Pueden observarse los dos escenarios generales que se avizoran en el futuro inmediato. En vez de 60 distritos, tendremos 28. En cada uno de ellos se elegirán, según la población comprendida, entre 3 y 8 diputados, y no 2 como era antes. En lugar de 120 diputados habrá 155. Las preguntas esenciales son: ¿cuántos diputados elegiría la DC si con el respaldo electoral que obtuvo en la última elección de concejales levantara una lista de candidatos fuera de la Nueva Mayoría? ¿Cuántas bancas parlamentarias conseguiría si, por el contrario se presentara integrada en la Nueva Mayoría? ¿Cuántos asientos perdería la Nueva Mayoría sin la Democracia Cristiana? ¿Cuántos conquistaría, en cambio, junto a la Democracia Cristiana?

La Nueva Mayoría está conformada por la DC, el PS, el PPD, el PR, el PC, la IC, Más Región y los independientes. A su vez, Chile Vamos está constituido por RN, la UDI, Evopoli, el PRI y los independientes. Las demás formaciones, a excepción de Alternativa Democrática en el norte, no inciden en la cifra repartidora.

Prospección 2017

Si la Nueva Mayoría presentara una lista sin la Democracia Cristiana, conseguiría 64 de los 155 asientos, correspondientes al 42 por ciento de la Cámara de Diputados, mientras que la derecha se llevaría 76 escaños, y el 49 por ciento de la sala, y Alternativa Democrática, Revolución Democrática y Movimiento Autonomista, eventualmente dos. Ninguna contaría con la mayoría necesaria para gobernar.

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Si, al revés, la coalición de gobierno se mantuviera unida a la DC, elevaría a 87 su número de parlamentarios, apropiándose así del 56 por ciento de los curules.

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Con una lista parlamentaria en solitario la falange apenas conseguiría elegir 13 diputados y hacerse del 8,4 por ciento de la cámara legislativa. No podría siquiera pretender un diputado en el distrito N° 11 de Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, La Reina y Peñalolén, sin el concurso de los comunistas. Esto sin contar aquellas zonas rurales donde prácticamente ha abandonado a su electorado.

Un escenario semejante podría ser mejorado considerablemente al mediar factores que vigorizaran la unidad y cohesión de la coalición, como son la selección de candidaturas realmente competitivas, la nominación por procedimientos acordados del mejor candidato presidencial, y una Convención de Programa que favorezca el diálogo y el compromiso militante.

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