A 48 horas de la «sorpresiva» bajada de Isabel Allende, el columnista Carlos Peña, hace un ejercicio simple, logico y de sentido común al desmenuzar la verdadera intención y situación actual de la pugna presidencial en el oficialismo.
Peña , con un sugerente título «El misterio de Lagos», descibre el porqué será el candidato de la Nueva Mayoría: «El ex Presidente Lagos ha derrotado, o simplemente ignorado, a los rivales que tenía frente suyo movido por el propósito de salvar no su gobierno, sino su legado. En otras palabras, él ha decidido ser candidato -ya lo es- no para enfrentar a la derecha, sino para hacer frente a esa parte de la izquierda que lo relativiza y que aspira a derogarlo».
A continuación, y como es nuestra costumbre, reproducimos completamente la columna que Carlos Peña, publica en el decano que cada día tiene menos lectoría:
«Hay algo misterioso en la actual situación del ex Presidente Lagos.
Después del retiro de Isabel Allende este viernes por la noche (¿habrá que subrayar el significado de que Allende se incline ante Lagos?), José Miguel Insulza, mal que le pese, deberá solo preocuparse de su empleo en La Haya. Así las cosas, el ex Presidente carecerá de rivales genuinos, de rivales de veras.
El resultado es obvio: Lagos será candidato presidencial del PS y del PPD.
Lo misterioso es cuáles son las razones que lo empujaron a serlo.
¿Qué lleva a un hombre como Ricardo Lagos -cuyo desempeño le asegura un notable capítulo en la historia contemporánea y cuya edad le aconsejaría disfrutar del atardecer- a competir de nuevo por la Presidencia?
La respuesta es una sola: la derrota.
Es probable que hasta el domingo pasado él haya estado dispuesto, dadas ciertas circunstancias, a ceder el espacio a Isabel Allende, o incluso, apretando los dientes, al silente Alejandro Guillier, y retirarse. Pero la derrota del Gobierno, ejemplificada en la de Carolina Tohá, lo convenció de que él debía persistir. Y persistir no porque tenga altas probabilidades de ganar frente a Piñera (hasta ahora, este último es el favorecido por la rueda de la política), sino porque acaba de descubrir una buena razón para, como auguraron los resultados del domingo, perder.
¿Cuál sería esa razón?
El ex Presidente Ricardo Lagos sabe -no puede confesarlo, pero lo sabe- que en estos años de tropiezos Bachelet ha deteriorado el proyecto de una centroizquierda que él se esmeró en construir. En América Latina -y Chile no escapa a ese destino- ha llegado a haber dos izquierdas. Una de ellas, ligada a los viejos anhelos anticapitalistas, recelosa de la globalización, nostálgica de comunidad; la otra, acompasada o racionalmente resignada a la modernización capitalista, capaz de ver los aspectos liberadores del consumo y la individuación que desata.
El ex Presidente Lagos fue capaz de elaborar un discurso, acuñar los ritos republicanos y conducir a esa segunda izquierda: esa que en vez de reñir con la modernización capitalista se dispuso a conducirla, estimulando sus aspectos liberadores, aquellos que hacían a las grandes mayorías experimentar la vida como el fruto de su propio esfuerzo.
Y el resultado no fue malo.
Durante los años de la Concertación -esos años que hoy, inexplicablemente, algunos miran con vergüenza- las grandes mayorías atisbaron las grandes alamedas, probaron el fruto prohibido del consumo, hollaron la tierra pecaminosa de los malls, eligieron los colegios subvencionados, hicieron la experiencia de la autonomía, se ejercitaron en la lucha por el status, abrigaron las expectativas de movilidad para sus hijos. No salvaron su alma de las llamas del consumismo y del crédito, pero experimentaron un bienestar material que antes miraban desde lejos. Todo eso lo hicieron gracias a la expansión del consumo, el mismo que la derecha tradicional ve como vulgaridad y la izquierda radical como alienación. Esos años no fueron el Jardín del Edén; pero, defectuosos y todo, nunca las mayorías habían estado mejor. Todo eso fue el fruto del proyecto político que lideró el ex Presidente Lagos.
Esos años son los que, voluntaria o involuntariamente, con conciencia intelectual o sin ella, merced a un designio deliberado o una desgraciada torpeza, la Presidenta Bachelet ha devaluado.
El ex Presidente Lagos -preocupado como ninguno de la historia y del lugar que le cabrá en ella- no puede consentir que Bachelet, crédula frente a los dudosos diagnósticos sociológicos que la han inspirado, deteriore ese proyecto, después de todo, el más exitoso de la historia de Chile.
Así, el ex Presidente Lagos ha derrotado, o simplemente ignorado, a los rivales que tenía frente suyo movido por el propósito de salvar no su gobierno, sino su legado. En otras palabras, él ha decidido ser candidato -ya lo es- no para enfrentar a la derecha, sino para hacer frente a esa parte de la izquierda que lo relativiza y que aspira a derogarlo.
Y es que -Lagos lo sabe- esta vez no se trata de ganar el gobierno, sino la historia.