Sin perjuicio de la sensación ambiente que dejaron los resultados de la elección Argentina, que permiten pensar un triunfo de Macri, cabe preguntarse qué tan lineal es proyectar la victoria de éste sobre el quiebre abrupto de expectativa que generó la primera vuelta, donde Scioli ganaría por sobre el 10% al abanderado de la Alianza Cambiemos, evitándose la segunda vuelta (pasando el umbral del 40% de la elección). A ello hay que agregar el debate que ya ocurrió y que nuevamente da por ganador a Macri.
Si se miran las elecciones en su conjunto, se evidencia que la disputa es bien estrecha, pero lo es en función de dos o tres territorios cuando de la elección nacional se refiere. Es emblemática la diferencia que existe entre ambos competidores en la Capital Federal, donde Macri es alcalde, lo mismo ocurre con Córdova y Mendoza. Pero el gobernador Scioli tiene lo suyo en la Provincia Buenos Aires y en casi todas las otras provincias de la nación, los cuales en número de electores son menos significativo pero no por ello menos importantes a la hora de la suma final. En este orden de cosas, al mirar las elecciones de diputados nacionales ocurre algo similar. La de los senadores, sin perjuicio de las diferencias territoriales en su dibujo territorial, arroja una coincidente circunstancia. Lo mismo con los diputados y senadores para el Mercosur.
Esta mirada simple de la geografía política electoral de los resultados de los comicios en primera vuelta permite aventurar que Scioli no está perdido per se. El trabajo para la segunda vuelta está en fortalecer a los diferentes actores políticos recién electos o reelectos e incluso los que perdieron para fidelizar la votación obtenida desde la escala nacional y desde las legislativas. Ello, por supuesto es una tarea no sólo para Scioli, sino que también para Macri. Por lo tanto, el despliegue territorial para el logro de las alianzas subnacionales, entre las fuerzas de Scioli y otros pactos de tipo subnacional que se lograron para elegir diputados y senadores se hacen fundamentales, esto, si es que se quiere depender los menos posible de la votación de Massa, que sigue siendo más que relevante para el resultado final de este 22 de noviembre.
La votación de Massa, que se encuentra en un 20% aproximadamente ¿se endosará linealmente a Macri, a propósito de los publicitados dichos del primero, o bien, se volcará mayoritariamente hacia Scioli a propósito de la impronta simbólica inicial del mismo y su electorado (se supone) con domicilio Kirchnerista?
Dependerá de cómo se entreguen las señales a los diversos sectores políticos con base territorial. No cabe dudas, que el despliegue de simbolismo de triunfo que permitió el debate, puede tener un efecto en la sensación ambiente político electoral hacia Macri, según indican los analistas e imágenes del debate. Pero tampoco es menos cierto, que sin perjuicio de no contar con la frescura y soltura de Macri, Scioli apuntó no sólo a la fidelización de lo obtenido, sino que también a la cultura política que supone tener una importante cantidad de votantes de Massa. Hay que insistir que los arreglos subnacionales y legislativos con base territorial cuentan y mucho.
El efecto campaña ya se desplegó en primera vuelta, y tuvo su última expresión más visible en el debate televisado. Ahora el mismo queda supeditado al diseño previamente logrado para esta finalización de campaña
Entre los sectores, a los que se hace referencia, es evidente que uno central y estratégico es el oficialismo. Hasta el momento, el mismo ha sido ¿derrotado…? Se indica que la elección del hijo de la Presidenta es un elemento a considerar como un éxito y que asegura proyección para retomar el proyecto Kirchenerista después de un eventual triunfo de Macri, más cuando Scioli terminó con casi dos puntos sobre los sectores conservadores.
El hijo de la presidenta, fuera de las bases propias de las facciones peronistas adictas a los Kirchner, se sustenta desde La Campora, plataforma política que generacionalmente se encuentra con mayores grados de juventud respecto de otras que apoyan al oficialismo y que se hizo famosa por la disputa de poder al interior del gobierno cuando de ocupar espacios de poder institucional se refiere, como es el judicial y otros. La Campora, además se encuentra precedida por escándalos de corrupción e incapacidad de integrar e integrarse con otros sectores al interior del peronismo – oficialismo. Como sea, se proyecta como una plataforma de futuro, más cuando Máximo seguirá vigente.
Bajo estos datos, sin perjuicio de la posibilidad real de que Scioli pueda ser electo presidente, por las evidencias en los resultados territoriales, ¿le conviene a los Kirchner este escenario, o bien, como mecanismo de cohesión interna con plataformas políticas ya instaladas en el congreso y en otras expresiones legislativas y subnacionales, la derrota no les incomode del todo, en cuanto proyecto?
La pregunta importa, ya que agrega un componente político estratégico, que está más allá de los temas electorales. Si hubiese evidencia de que el oficialismo no apoyó en un 110% a su propia candidatura, Scioli estará con mayores grados de libertad para gobernar, si es que gana la segunda vuelta inédita. Si pierde, quedará ver cuál fue el comportamiento del oficialismo en segunda vuelta y cómo operaron los actores territoriales, cuando de alianzas ad hoc se refiere, sin perjuicio de los aciertos y errores de la campaña propiamente tal, con candidato incluido.
(*) Escrito por José Orellana Yáñez, docente de la Escuela de Ciencia Política Universidad Academia de Humanismo Cristiano.