El proyecto de modernización de las relaciones laborales ha suscitado gran cantidad de discusiones, artículos y también rumores que fueron adquiriendo categoría de semiverdades. En este mes en el que se juegan instancias decisivas del debate y de la votación de este proyecto, parece oportuno ofrecer una modesta guía que aporte a despejar confusiones y desbaratar mentirillas.
¿Por qué la reforma laboral, si es mera puesta al día de derechos postergados, es tan resistida por ciertos sectores? La reforma laboral es resistida porque nadie quiere perder privilegios y los modos de relación entre empresarios y trabajadores están muy arraigados en Chile. Lo cierto es que urge resolver la profunda desigualdad y desconfianza que marca las relaciones laborales, y que nos sitúan en pésima posición respecto de los países de la OCDE.
La reforma laboral fracasará por su radicalidad, es un error más de la impronta refundacional del gobierno. En el mes de septiembre, es particularmente triste recordar que en Chile aun está vigente el plan laboral elaborado en dictadura. El proyecto impulsado por el Gobierno, tal como lo indica su nombre, apunta a la modernización de las relaciones laborales: se trata apenas de cambios elementales ya vigentes en la mayoría de los países de la OCDE.
La reforma laboral atenta contra el crecimiento. Mejorar las condiciones de trabajo no perjudica la productividad, ni el empleo. Los países más desarrollados de la OCDE tienen una legislación laboral que protege a los trabajadores, cuentan con grandes sindicatos y fuerte negociación colectiva.
La reforma laboral promueve el derecho de huelga prohibiendo el reemplazo de trabajadores en esa situación; esto llevará a abusos por parte de los trabajadores. La huelga es un recurso extremo, delicado, con enormes costos y riesgos para los trabajadores: no perciben remuneraciones, ni cuentan con cobertura por su seguridad. La huelga es un derecho que la reforma debe asegurar y esto nada tiene que ver con promoverla.
La reforma laboral no prevé promover la inclusión de jóvenes y mujeres en el mercado laboral.
La reforma laboral no busca fomentar el empleo, sino modificar relaciones laborales, específicamente se trata de fortalecer la organización sindical y la negociación colectiva que presenta enormes atrasos con respecto a los países desarrollados.
La reforma laboral aumentará la conflictividad laboral. Los conflictos provocados por enormes desigualdades no se resuelven sobre la base de la negación de derechos. Cuando no hay canales regulares para abordar discrepancias, el sistema se desborda.
Al impedir el reemplazo en huelga, no se cumplirán ciertas tareas fundamentales para proteger la salud o la vida de otras personas, como las de la UCI de un hospital, o la atención de animales o maquinaria peligrosa. La ley prevé la cobertura de servicios esenciales, entendidos como aquellos cuya falta podría implicar riesgo para la vida, la seguridad o la salud de la población. En el debate se busca establecer qué alcance deberán tener estos servicios para no convertirse en un boicot a la huelga.
No es conveniente legislar sobre relaciones laborales en momentos en que la economía se desacelera o cuando la recuperación económica es débil. Para quienes se oponen a que la sociedad sea más igualitaria, nunca es oportuno legislar sobre materias laborales. De todos modos, es falso que la economía en Chile esté en crisis, técnicamente, ni siquiera está estancada.
La reforma entrega poder monopólico y desmedido a los sindicatos. La actual situación de las organizaciones sindicales en Chile es tan débil, que el camino que les queda por recorrer para fortalecer su representatividad es todavía muy largo e incierto.
Al equilibrar la relación de fuerzas, la nueva legislación podrá tener como resultado en el mediano plazo una mejora de salarios. Esto se traduce en mayores costos para empresarios y generará un desincentivo a la contratación. Mejores condiciones laborales suelen mejorar el compromiso con la empresa y la productividad. Sólo desde una mirada de pobre alcance se puede creer que malas condiciones laborales son buen negocio para el empleador.
La reforma perjudicará a las PYME ya que las presiones salariales al alza harán inviables a muchas pequeñas empresas que se verán impulsadas a la informalidad. Ningún trabajador querrá destruir su propia fuente de trabajo. Si la PYME amerita un trato diferenciado, habrá que elaborarlo, pero esto no puede significar que el trabajador quede librado al exclusivo arbitrio del empleador.
La mejor protección del empleo es con crecimiento, y éste depende del empresariado. Chile tiene un problema cultural de fondo: se ha instalado una idea equívoca sobre quiénes son los pilares del desarrollo del país. Desde la dictadura, se dibujó un cuadro incompleto en donde el empresariado aparece como el único motor del desarrollo. El gran desafío cultural consiste en entender que trabajadores y empresarios constituyen las fuerzas productivas del país.