Uno de los mayores fenómenos que trajo consigo la modernidad ha sido la relevancia de las ciudades en el desarrollo político, económico, social y cultural de las naciones. Pese a no ser potencias industriales, los países de Latinoamérica han sido parte de este fenómeno, y con ello de problemáticas complejas que han incidido en la estabilidad política y el desarrollo de sus democracias. ¿Qué hubiese sido del MIR sin las poblaciones callampas y las tomas de terreno a inicios de los 70`s? ¿Cuán grande ha sido la influencia de lasfavelas en temáticas de conflicto social para Brasil? o ¿Qué sería de Evo Morales sin El Alto? reafirman la aseveración antes hecha.
La fama de la ciudad esta ligada directamente con la demanda de suelo urbano, y siendo éste un bien escaso ligado al mercado, ha sido razón de tensiones sociales y políticas. Por lo mismo, no pasó mucho tiempo para que a nivel mundial temáticas como generar políticas de viviendas social y la planificación urbana asumieran un rol importante en los Estados.
De la misma forma que la ciudad significó para el hombre moderno un sinónimo de libertad, promesas de movilidad y oportunidades, el devenir histórico nos demostró que ellaissez faire en la urbe también podía ser el espejo de la desigualdad, la pobreza y el conflicto. No por nada en 1906 surge la políticas de viviendas en Chile, las que con el paso de las décadas terminaron por cuajar en el Ministerio de Vivienda y Urbanismo en 1965, consagrando la propiedad de la vivienda como un derecho que debe proporcionar la institucionalidad pública para con la ciudadanía.
Sobre lo mismo, ¿Qué hacer cuando la ciudad se abarrota, llegando a tener a casi un tercio de la población viviendo en la miseria? He allí uno de los grandes desafíos que tuvo nuestro país en el siglo XX, y que a finales de la década de 1970 terminaron por gestar acciones que trajeron consigo soluciones rápidas, pero profundas problemáticas a mediano y largo plazo.
La liberación del mercado de suelo y de vivienda, la desregulación de la expansión territorial y la disminución de estándares constructivos de la vivienda social, desembocaron en una gran dicotomía; Por un lado más familias de escasos recursos pudieron optar a un techo y los servicios mínimos para un correcta supervivencia; Pero por el contrarío, dichos emprendimientos inmobiliarios gestaron una nueva pobreza, la de los con techo, como el urbanista Alfredo Rodríguez les llama. Surge así un nuevo período para las políticas de vivienda y urbanismo, consagrada por el hito de las llamadas «Casas Copeva».
Más allá de ahondar en cómo esto propendió hacia el mejoramiento de estándares habitacionales, al surgimiento de políticas de intervención barrial, y la generación de acciones estatales correctivas (Ej. demolición de inmuebles), lo que pretendo relevar es la demanda por el derecho a la ciudad.
La ciudadanía empoderada y demandante, dejó de supeditar la imagen de la superación de pobreza con el mero acceso a la vivienda. El pobre también puede tener una casa y un auto, sin dejar de serlo. Por lo que la pobreza dejó de ser considerada como la insalubre miseria de la callampa o el campamento (donde todavía habitan muchos chilenos, por lo demás), sino más como una condición de estancamiento e incapacidad de poder generar movilidad social, o mejor dicho, de mejorar su condición socioeconómica y sociocultural de un individuo o grupo. Es más, en Chile hoy tenemos lugares donde existe una fuerte homogeneidad social y económica, y junto con ello un panorama generalizado de falta de acceso a oportunidades laborales, educativas, económicas y culturales, o sea verdaderos guetos urbanos. A veces un poco exagerado, Bajos de Mena, localizado en la Región Metropolitana, se transformó en símbolo nacional de estos lugares.
En este sentido, se vuelve a relevar el acceso a la ciudad, la cual no es habitar en ella, sino que poder acceder a ella, a sus bienes, servicios y oportunidades. Desde cosas tan simples como tener un parque para el esparcimiento, pasando por la conectividad, oportunidades laborales y educativas, y el acceso a la salud, todos en su conjunto imprescindibles para mejorar la calidad de vida de las personas.
Lamentablemente hoy, más allá de respuestas someras y puntuales, no sólo carecemos de políticas públicas que releven a la ciudad y la calidad de vida de ella como su centro, sino también falta acciones de mediano y largo plazo que sostengan la expansión urbana y el desarrollo de nuestras ciudades. Algo de esto tenía el ex presidente Ricardo Lagos, sin embargo, el rédito político de corto plazo pareciera más fuerte en la actualidad.
Invitación a nuestras autoridades a vislumbrar esta rica veta política, que si bien requiere de ciertos costos, a la larga termina transformar la vida personas, y ser un enorme capital político para cualquiera. Tan sólo veamos las campañas de gobierno local en las mayores capitales del mundo, para darnos cuenta que sólo se centran en el desarrollo urbano y el mejoramiento de la calidad de vida y el derecho de los ciudadanos a vivir en una buena ciudad.