jueves, noviembre 21, 2024

Palimpsesto para Plaza Italia/Baquedano

Debe leer

Tal vez el mejor concepto para comprender las ciudades o el desarrollo urbano, sea el de considerar a las urbes como un palimpsesto, una suerte de manuscrito que puede ser reescrito una y otra vez, permitiendo conservar elementos pasados e incorporar nuevos según se requiera.

En este sentido, ha tomado revuelo la noticia de la intervención del eje Alameda en la ciudad de Santiago, sobre todo por el hecho que se intervendrá el nodo de lo que llamamos o englobamos como: “Plaza Italia”. En específico, porque existen propuestas que -incluso- harían desaparecer la Plaza Baquedano, con el fin de ampliar la capacidad de las vías para el flujo vehicular.

Más allá de estas especulaciones, quisiera abrir el debate respecto del cambio de paradigma que hoy permea las intervenciones públicas y privadas dentro la ciudad.

Hoy la ciudadanía organizada y empoderada demanda a quien interviene el espacio público, de equipamientos y servicios, cuestión no sólo ausente, sino tampoco considerada por la política pública hasta hace pocos años atrás. Áreas verdes, ciclovías e inclusive armonía arquitectónica, son en la actualidad requerimientos imprescindibles a considerar. He allí porque estimo que jamás podría volver a ejecutarse una autopista con los estándares de Vespucio Sur, y es por esta misma razón, que hoy todavía el tramo Vespucio Oriente, no se puede terminar.

Mientras persista una visión donde el desarrollo de infraestructuras sólo tenga como máxima la mayor rentabilidad económica, y no asuma los costos sociales locales, difícilmente podremos avanzar en dotar a nuestras urbes del necesario de obras que hoy necesitan para desarrollarse. ¿Hacia dónde Voy? No a menospreciar la gran utilidad que tuvo el sistema de concesiones durante las 3 últimas décadas, sino más bien a relevar que bajo el contexto político y social que hoy vivimos, dicho paradigma caducó. La ciudadanía demanda bienes y servicios que no sólo brinden eficiencia económica a su ciudad, sino también calidad de vida. Atributos que en su conjunto, son valorados y hasta rankeados en el extranjero.

Caemos entonces en hablar de nuestra propia democracia. El formar ciudadanos requiere de espacio público, donde se pueda transitar, interactuar, discutir y esparcirse libremente. Ideal que el propio Bernardo O’Higgins trató de imprimir al momento de ejecutar la Alameda de las Delicias.

Por cuanto soy optimista o confío que ninguna autoridad correría con el costo político de eliminar el, tal vez, principal lugar donde converge el Santiaguino –sin distinción social o económica- para manifestarse y/o celebrar (aunque a veces la justificación sean sólo las ganas de hacerlo). En este sentido, estimo que las próximas intervenciones en la Alameda deberían resaltar el acceso y permanencia civil en dicho lugar.

Finalmente, respecto de las estatuas, poco es lo que importa lo que quiso hacer Carlos Ibáñez del Campo en su dictadura al utilizar la imagen del general Baquedano, o Juan Antonio Ríos para relevar el poder civil con la imagen de Balmaceda, sino más bien es la propia plaza o el parque que acompañan a las figuras lo que hoy demanda y mueve a la ciudadanía.

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