Este año cumplen 18 años poco mas de 125.000 jóvenes varones junto a un número similar de mujeres. Es una fecha importante porque entre otras cosas marca la mayoría de edad para todos ellos.
Tomemos nota que la cifra de los nacidos el año 2000 (alrededor de 250.000) se encuentra estacionada desde hace algunos años, pero es notoriamente inferior a la que teníamos un par de décadas atrás. A este ritmo, en una población de mas de 18 millones, dentro de poco los mayores de 60 años van equiparando a la población infantil. En suma, estamos envejeciendo, Chile se pondrá canoso a este ritmo.
En segundo lugar, la población chilena esta muy concentrada en torno a la Región Metropolitana, y si le agregamos su entorno (que ya llega hasta Rancagua y Machalí por el sur y San Felipe y Los Andes por el norte), mas la V Región, tenemos que allí esta ubicado el grueso de los recursos humanos, económicos, financieros y tecnológicos del país. Al interior de este “núcleo vital” del país, existen zonas, que disfrutan de una tecnología y una infraestructura de primer mundo. Comparado con la realidad de muchas regiones, podemos decir que hay algunos chilenos que viven en primera clase y el resto no.
Al cumplir 18 años, todos los jóvenes chilenos asumen dos responsabilidades, por un lado se transforman en ciudadanos, es decir, pueden elegir o ser elegidos, según la ley vigente. También deben cumplir con su deber militar, participar de las tareas de la Defensa Nacional, mediante la ley del Servicio Militar Obligatorio.
Pero aquí se empieza a romper nuevamente la igualdad. La ley deja de ser universal. Por un lado, mediante la aplicación del voto voluntario, crecientemente la participación electoral ha ido declinando, hoy estamos debajo del 40% y en la juventud el porcentaje es mayor. Es decir, una mayoría de los jóvenes chilenos prescinde de la participación electoral y ciudadana. Y es legal.
Y en el caso del deber militar, la situación es peor. De los aproximadamente 125.000 jóvenes varones sujetos a cumplir con el SMO, solo se acuartela a poco mas de 10.000 cada año. Cincuenta años atrás el numero era de 30.000. La ley establece que el deber militar es obligatorio para los jóvenes varones, pero desde inicios de siglo se amplió a un porcentaje creciente de mujeres (hoy arriba de 1000), eso si, todas voluntarias. De modo que en realidad, de los 125.000 varones solo lo hacen efectivamente unos 9.000 año a año (cerca de un 8%).
La Reforma a la Ley favorece la voluntariedad también en los varones, y un sorteo en caso de que no se cumpla la cuota, pero la misma ley establece excepciones de estudio y trabajo.
Que el número de conscriptos disminuya es resultado de unas FFAA mas tecnologizadas y mas profesionales. Eso está muy bien. Pero es indudable que el sistema termina provocando que el reclutamiento se concentre en los varones que no han cumplido con su educación media a los 18. Por cierto, los beneficios del SMO permiten que hoy prácticamente la totalidad de los acuartelados pueden completar sus estudios, pero eso no quita que buena parte de la generación, la que puede estudiar sin dificultades, se pueda eximir, lo que termina provocando que por lo general los jóvenes de mejor posición económica queden exentos y la conscripción sea preferentemente para los mas vulnerables.
De este modo, lo que se planeó como un deber para toda la juventud, ha terminado siendo una responsabilidad para una minoría.
Ante este cuadro, cabe preguntarse si los jóvenes que no hacen el servicio militar, amparándose obviamente en disposiciones legales vigentes, no puedan desplegar algún tipo de servicio al país. Al respecto, existen en diversos países importantes iniciativas que apuntan precisamente a llenar ese vacío a fin de fortalecer la cohesión social y fomentar los valores solidarios dentro de la población que redunda en identidad y bienestar de nuestra población.
Por otra parte, es común escuchar a muchos jóvenes que están mas que disponibles para participar en tareas nacionales y solidarias que no tengan carácter militar. Organizaciones como Techo para Chile, América Solidaria, entre otras, reclutan y organizan a centenares de jóvenes. En otras latitudes existen iniciativas que permiten la participación juvenil en tareas de protección del medio ambiente, del cuidado del litoral, ríos y lagos. O directamente sociales como la atención a los sectores vulnerables (que como la tercera edad, irán creciendo).
En suma, ¿porque no explorar crear un Voluntariado Nacional? Que coordine iniciativas públicas y privadas, en tareas de solidaridad nacional y preservación de nuestra población y nuestro territorio? En la que pudieran participar los estudiantes universitarios y de educación superior en algún momento de su carrera. Esto ya lo vemos con ocasión de los desastres naturales, cuando espontáneamente emerge una vigorosa –pero a ratos desorganizada- solidaridad, especialmente juvenil.
A la vez, seria altamente recomendable que como país, al igual que el exitoso Foro sobre el Servicio Militar que se organizó el año 2000, hoy hiciésemos la revisión “de los 10.000 kilómetros” de esta iniciativa y de la posterior Reforma a la Ley que originó.