¿Qué hay de nuevo en la situación venezolana? ¿estamos transitando a una situación diferente? ¿existen dos gobiernos? ¿cuál es el peligro mayor?
El 23 de enero recién pasado, el presidente de la Asamblea Legislativa, el diputado Juan Guaidó, se proclamó “Presidente Encargado”, basándose en una interpretación de la Constitución que prevé esa figura en caso de vacancia del cargo. Días atrás, Nicolás Maduro asumió un nuevo mandato presidencial, basándose en el resultado de las elecciones de mayo pasado a las que no concurrió buena parte de la oposición, pero si lo hizo el dirigente social cristiano Henry Falcon, y en la cual participaron poco mas de 9 millones de electores de un total cercano a los 20 millones del padrón.
En pocas palabras, tenemos dos ciudadanos que se proclaman presidentes, y ambos se amparan en interpretaciones de la constitución. Por cierto, todo esto se da en el contexto de una grave situación económica y social que afecta a la población y que entre otras cosas ha generado una masiva migración de venezolanos que mayoritariamente se dirigen a Colombia pero que de allí siguen hacia el sur.
Venezuela vive desde hace algunos años una aguda polarización en la cual, pese a las diferencias, ambos bandos coinciden en algunos aspectos. En primer lugar, en negarle legitimidad al otro. En segundo término, tanto los bolivarianos como la oposición se han dirigido expresamente a las FFAA solicitando su apoyo. Con ello, en la práctica, le están otorgando a los uniformados el rol de arbitrar el conflicto. Lo que obviamente no es su rol y seguro los debe someter a una fuerte tensión y los empuja a deliberar.
El jueves 24 de enero el Alto Mando venezolano reiteró su reconocimiento al gobierno de Nicolás Maduro, aunque en sus palabras antes de leer su declaración oficial, el general Padrino López señaló que las FFAA no van a intervenir, salvo para evitar un enfrentamiento entre venezolanos, y en caso de que esté en riesgo su soberanía. De paso, ratificó su lealtad a la constitución.
Todo esto ha reactivado el frente internacional, pero sin grandes novedades. El multilateralismo regional vive sus peores momentos, entre otras cosas, porque nuestra diplomacia regional, en vez de ayudar a construir una solución, terminó polarizándose, unos (los países del ALBA) apoyando irrestrictamente al gobierno, y otros (el llamado Grupo de Lima) apoyando a la oposición. En medio un importante grupo de países que tratan de construir una fórmula de distensión, donde resalta México y Uruguay. Desgraciadamente, en muchos países –el nuestro incluido- Venezuela se ha transformado en una tema de política doméstica.
¿Qué hay de nuevo entonces? Lo novedoso es sin lugar a dudas la reactivación de la oposición, que estaba aletargada desde hacia un largo tiempo, y que además sufría de un desgaste de sus liderazgos. La oposición se ha reactivado, se ha vuelto a movilizar y tiene un nuevo líder. Pero es discutible que en Venezuela existan dos gobiernos, porque el diputado Guaidó a estas alturas no tiene mando, no controla territorio y su situación es precaria. A cambio, no ha sido detenido y en los rumores caraqueños constantemente se le sitúa como protegido en sedes diplomáticas.
Pero es evidente que en Venezuela hay una situación en la que es necesario recomponer un mínimo de entendimiento. Para empezar dada la crisis humanitaria existente. El gobierno le echa la culpa al bloqueo y las sanciones de USA y sus aliados, la oposición dice que es culpa de la política económica y la corrupción. Probablemente la verdad esté al medio, pero lo cierto es que hay una grave crisis.
Más, los caminos para resolver la crisis humanitaria pasan por acuerdos políticos básicos. Guaidó llama a las FFAA e incluso al gobierno a una transición, con amnistía “a la chilena”. Otros hablan abiertamente de una solución militar, presidente Trump ha señalado que “todas las opciones están arriba de la mesa”.
La situación esta en plena evolución, y no puede durar mucho tiempo sin que se empiece a decantar, donde obviamente el peligro mayor es una confrontación armada, que además de sus obvias tragedias, provocaría una explosión de la migración, como sucedió en Siria hace algunos años. Amen, el precio del petróleo se afectaría con lo cual se dañaría a todos los países que importan crudo.
En suma, lo que mas conviene en mi personal opinión, es la construcción de una solución política – negociada, como lo sugiere México y Uruguay, en consonancia por lo señalado por las Naciones Unidas. Echarle gasolina a la hoguera uno lo puede entender desde la óptica de la lucha política, pero diferente es el caso de la diplomacia.