Chile tiene muchos desafíos hoy en día, corresponde a las élites políticas resolverlos. En particular al Gobierno y la coalición oficialista, por cierto, la oposición también tiene su cuota en ello. Hasta ahí todos de acuerdo.
Pero como los desafíos son varios, la sabiduría de una conducción estatal radica en atender a los temas prioritarios, aunque su camino de solución sea largo. Al respecto, 2018 terminó con la Araucanía a tambor batiente, por varios motivos ya señalados por muchos: para empezar por el retraso histórico del Estado chileno en asumir el trato a los pueblos originarios, en especial, al pueblo mapuche. Pero el crimen del comunero Catrillanca también puso de relieve graves problemas operativos en Carabineros y además, en la conducción política de la seguridad interior, lo que recae en la Moneda y en el ministerio del Interior en particular.
Después de mas de un mes de los graves sucesos, aún quedan muchos temas por resolver. ¿Quién dio la orden de disparar? ¿Cuáles eran las reglas de enfrentamiento? ¿Cuál era el real nivel de información que manejaban las autoridades civiles? ¿Cómo se explican las contradictorias explicaciones que se dio al Congreso y a la ciudadanía? En los últimos días se asienta en La Moneda la tesis de que hay que dejar el tema en manos de la justicia. Pero eso no resuelve el tema de la responsabilidad política y las acciones que de ello se deriven. Peor aún, es dejar este tema abierto, y la experiencia de estas semanas indica que la verdad fluye igual, nada mas que a gotas, con nuevas pruebas (testimonios, videos, confesiones) que ponen de relieve el mal manejo de esta crisis.
Antaño, cuando un alumno no aprobaba un ramo, “quedaba para marzo”, es decir, se dilataba su incertidumbre, aunque eso permitía respetar sus vacaciones. Pareciera que el oficialismo “dejó para marzo” el tema, y trata de endosárselo a las autoridades judiciales. Pero no es todo, la oposición no canta mal las rancheras, y en este tema, en el de las responsabilidades políticas, luego de muchos cabildeos, resolvió también optar por una fórmula jurídica, que estudie la viabilidad de un mecanismo que haga efectiva la responsabilidad política, pero que en la práctica, también se haga en marzo, después de las vacaciones.
Los problemas cuando no se enfrentan vuelven y revuelven. Hasta pueden generar círculos de angustia como dice la sicología. No le hace bien a la conducción del país eludir los temas, tampoco endosar temas políticos a la justicia. Por cierto, no todo es exclusiva responsabilidad de algunos suboficiales de policía.
Lo anterior coincidió hace pocos días con la conmemoración de otra crisis de fin de año, ocurrida hace 40 años atrás. Fue la crisis de 1978, en la que estuvimos al borde de un conflicto armado con Argentina.
En estos días las autoridades efectuaron un reconocimiento a los miles de chilenos que vivieron esos días movilizados, y virtualmente, “al pie del cañón”. Bien por esta acción. Pero se cometió una gravosa omisión: se excluyó del reconocimiento a los miles de carabineros que también estuvieron desplegados junto a las FFAA.
Mas gravosa es la omisión cuando en varias zonas, los primeros contingentes que se desplegaron en el teatro de operaciones austral, fueron carabineros. Muchos de ellos posteriormente reemplazados por infantes de Marina y soldados que paulatinamente fueron ocupando posiciones defensivas a lo largo de todo el vasto territorio amenazado. El fuerte de nuestro despliegue empezó a mediados de 1978. Fue un largo período en terreno.
En esos meses se movilizaron miles de soldados, marinos, aviadores y carabineros. La mayoría de ellos permanecieron largos meses en trincheras, puestos de vigilancia, refugios, muchos marinos estuvieron embarcados un prolongado período y nuestros pilotos dormían en los aviones para poder despegar a tiempo. Ninguno cobró viáticos, ninguno tuvo vacaciones. La defensa del país “no se dejó para marzo”.
Recordemos que todo esto sucedía en años en que los chilenos teníamos profundas divisiones, miles de exiliados. Fue un periodo de nuestra Historia que hasta la fecha nos divide.
La desmovilización en el teatro de operaciones austral fue progresiva, y ocupó buena parte de 1979. La voluntad disuasiva del país funcionó y así se pudo transitar a una mecanismo diplomático llevada adelante por la mediación papal. Sobre esa base y los hechos posteriores de la historia, ambos países hemos logrado construir un clima de confianza mutua y de ese modo, hoy nuestras relaciones pasan por uno de sus mejores momentos.
En suma, nunca es bueno dilatar los problemas, ganar tiempo a veces sirve en lo táctico pero complica las cosas a largo plazo. Es como cuando no pagamos el dividendo. En la actualidad, en el plano subjetivo, vivimos tiempos de desconfianza entre la ciudadanía y las elites. En el plano político, los gobernados desconfían de los gobernantes, la inmensa mayoría piensa que se aprovechan de su posición para disfrutar de privilegios, y mas encima, “no hacen la pega”.
Diferente fue el espíritu del personal que estuvo en el terreno hace 40 años, hoy abuelos y padres mayores. Aquí no estamos opinando de las relaciones internacionales de aquella época, ni menos del momento político que vivíamos. Lo que queremos resaltar es que sometidos a una necesidad urgente en ese momento, miles de jóvenes chilenos de entonces, concurrieron sin vacilar a la defensa del país, y allí permanecieron, literalmente enterrados por semanas y meses. Nuevamente, no dejaron nada para marzo.