Gran controversia y confusión ha generado la puesta en marcha de ley de convivencia vial. Principalmente por la fuerte fiscalización de Carabineros a ciclistas, la que lamentablemente no ha sido adecuada pues, en vez de centrarse en los aspectos que la nueva ley dicta, se ha enfocado en elementos de la ley antigua, incluso en algunos derechamente inverosímiles, como el usar chaleco reflectante a plena luz del día. Más allá de lo preocupante que resulta que la autoridad fiscalice mal, se está poniendo el foco en los actores y comportamientos equivocados.
El espíritu de la nueva ley, una de las pocas que ha sido construida con participación de la ciudadanía, es dar a cada modo de transporte el espacio, derechos y deberes que le corresponden. Dado eso, la fiscalización debería concentrarse hacer de la calle un lugar seguro para las bicicletas y que éstas no invadan las veredas peatonales. Es importante destacar que la ley antigua nunca permitió el tránsito de bicicletas por la vereda y que la nueva ley sólo establece excepciones, una de ellas siendo “cuando las condiciones de la calzada, o las condiciones climáticas hagan peligroso continuar”.
Se debe fiscalizar que ciclistas no transiten por la vereda a altas velocidades o de forma imprudente, pero no se puede exigir que bajen a la calle si esta no presenta las condiciones adecuadas. Lo “peligroso” es subjetivo: es muy probable que un ciclista poco experimentado perciba la calle como algo muy peligroso, llegando incluso a temer por su vida. Por lo mismo, no se puede aplicar todo el rigor de la ley a los ciclistas de vereda mientras no tengamos una abundante y bien conectada red de ciclovías y ciclobandas, así como un comportamiento bien informado y respetuoso de los conductores de vehículos motorizados. Aplicar “garrote” con demasiada fuerza terminará desincentivando el uso de la bicicleta, lo que sería una tragedia para nuestras ciudades.