viernes, noviembre 22, 2024

Cambio de planes

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Una de las mayores críticas de quienes se distanciaron del gobierno de Michelle Bachelet y de la Nueva Mayoría, contribuyendo colateralmente al triunfo de la centroderecha, consistió en difundir la especie de que la expresidenta y su coalición habían roto con el ciclo de crecimiento y equidad de los gobiernos de la Concertación. Incluso citaron como contraste virtuoso de dicha ruptura y declinación la «era dorada» de los primeros años de la transición democrática, cuando las tasas de crecimiento económico, lo mismo que las políticas de combate a la pobreza, lograron sus mejores desempeños.

Desde luego, aquel auspicioso periodo sigue siendo hasta ahora una excepción en nuestra historia republicana, primero, porque no hay precedentes que lo superen y, seguidamente, porque ni Frei, ni Lagos, ni Bachelet, ni Piñera han conseguido igualarlo. Sin embargo, los nostálgicos, algunos de los cuales se otorgan los créditos de aquella efímera bonanza, volvieron a apostar exultantes que sería el segundo gobierno de Piñera el que retomaría el compromiso incumplido y, eventualmente, abandonado por la centroizquierda.

A ocho meses de haber asumido la actual administración, todo el mundo ―no sólo técnicos y especialistas— se muestra insatisfecho con la marcha de la economía, especialmente con la reactivación y el empleo, caballos de batalla del programa de Chile Vamos. Y esto está teniendo efectos directos en la popularidad del gobierno y del presidente.

En las dos últimas encuestas que se han hecho públicas, Cadem y Criteria, se confirma que la pérdida de adhesión del Ejecutivo está relacionada con la mala percepción que tiene la ciudadanía sobre la conducción económica. De hecho, la opinión predominante de la gente es que tanto la situación económica nacional como la personal son malas.

En la encuesta Cadem, volvió a caer la aprobación al presidente tras un fugaz repunte por el favorable fallo de La Haya. Pero en la encuesta Criteria los rechazos al primer mandatario y a su gobierno ahora son mayores que su aceptación. En el imaginario colectivo la fuente de este descontento es el crecimiento, la inversión, el empleo, el ahorro, los sueldos, el endeudamiento y la inflación. Al oficialismo se le reprocha gobernar para los privilegiados, no mejorar el trabajo, no cumplir las promesas y aumentar el costo de la vida.

Ciertamente, lo ocurrido no estaba en los planes de Piñera, como no estaba en los planes de Trump el triunfo demócrata en la Cámara Baja. Pero, para ambos casos, lo que viene es igual: un ajuste de las prioridades programáticas a las nuevas circunstancias.

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