sábado, noviembre 23, 2024

La Haya: Fallo inminente

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El juicio ante la Corte de La Haya se encuentra en su fase terminal. Concluida la defensa oral en el pasado marzo, todas las señales indican que la sentencia se está redactando. A regreso de sus vacaciones de agosto, la Corte revisará el texto y dictará su sentencia.

Si todo esto se redujese a un simple juicio, como algunos creen, hasta se podría pensar que ahí se terminaría todo. Pero desgraciadamente no es así. La aspiración boliviana no se reduce a un fallo favorable, porque lo que su Constitución mandata es la obtención de una salida soberana al Pacifico. Digámoslo claramente, Bolivia merced al Tratado de 1904 tiene salida al mar y libre tránsito, por los puertos de Arica y Antofagasta. Lo que quiere Bolivia es que Chile le entregue esa salida, que sea soberana. Por eso el entonces Canciller Choquehuanca y su numerosa comitiva, trataron hace poco tiempo, de realizar un acto de soberanía en el puerto de Arica, pretendiendo sentar las bases de que ellos podían disponer de las instalaciones a su antojo. Acto temerario e imprudente.

Nuestras autoridades, del anterior y del actual gobierno, han señalado reiteradamente que la soberanía chilena no está en juego en el juicio. El gobierno boliviano lo sabe, pero como su estrategia no se reduce a un juicio y su aspiración marítima es de largo plazo, utiliza el litigio como una tribuna para ventilar internacionalmente su demanda. De paso, el gobierno de turno, al igual que otros antes, usa este recurso con el fin de consolidarse internamente, en especial, en tiempos de elecciones presidenciales.

Por tanto, cualquiera sea el tenor del fallo, debemos prepararnos para que la ofensiva política, diplomática y comunicacional que ha entablado La Paz no sólo continúe, sino se acentúe.

Frente a ello, los chilenos tenemos un amplio consenso, no existen voces en nuestra sociedad que cuestionen nuestra soberanía, y la vigencia de los Tratados. Pero ese es un consenso que es necesario movilizar, consolidar y alistarlo ante una nueva coyuntura en este proceso.

Lo que no podemos hacer como país es restar importancia a lo que se viene. Peor aún, es negar la existencia de un conflicto. Nadie diría que esto es posible. Pero recordemos la historia. Incluso la reciente.

¿A alguien se le ocurriría condecorar hoy al Presidente Morales? La sola insinuación de una actividad de este tipo parece inverosímil. Pero pocos años atrás, en medio del litigio sobre el límite marítimo con el Perú, las autoridades de entonces condecoraron al presidente Alan García, el mismo que entabló la demanda en contra nuestra y que además nos trato de “republiqueta”.

Gestos y actitudes de esa naturaleza echan por tierra nuestra voluntad soberana, al igual que el tratar de soslayar los desafíos.

Bolivia aspira a internacionalizar y judicializar al máximo su demanda. Nuestra defensa es la del derecho, la del respeto irrestricto a la legalidad vigente que es la que cautela el Tratado de 1904. Nadie puede pretender una modificación unilateral o antojadiza de dicho tratado. Junto a esa convicción de nación civilizada, los chilenos acompañamos nuestra voluntad soberana.

El fallo es inminente, corresponde movilizar y preparar a la Nación tras la defensa de lo propio. En esta materia, no se valen ni sirven gestos tardíos, ni de cálculos menores. Es una responsabilidad de Estado, mas allá de la de gobierno. Se trata de los intereses vitales de nuestra nacionalidad. El tema no es solo jurídico, sino eminentemente político y estratégico. El país espera que nuestras autoridades, las de gobierno, las del Congreso y la judicatura, la institucionalidad toda del Estado se aliste tras la defensa de uno de sus elementos fundamentales: su integridad territorial.

Más, siendo un tema eminentemente político, no basta con la acción a nivel estatal, como demuestran los tiempos modernos, la Sociedad y las Ideas también juegan un rol, especialmente en el ámbito comunicacional, y ahí debemos movilizarnos.

Para ello se requiere informar oportunamente, debatir con altura de miras, creando sinergias con las acciones del Estado. Lo peor seria restar la importancia del desafío. En materia de soberanía no sirve llorar sobre la leche derramada. Tratándose de un escenario de naturaleza política, tanto el Estado como la sociedad deben movilizar todos los recursos legítimos de que disponen en resguardo de los intereses vitales de la Nación.

En otros tipo de temas, mas sectoriales, de concepciones o de coyuntura los chilenos podemos tener la diversidad de opiniones que legítimamente genere nuestra sociedad. Pero en los temas de Estado corresponde movilizar, fortalecer y preparar al mas amplio consenso nacional.

Aprendamos de las lecciones, en la aciaga experiencia de “las cuerdas paralelas”, cuando se soslayaron los temas estratégicos y de soberanía y primaron las consideraciones económicas. Para rematar, en esa oportunidad, no analizamos autocríticamente los errores cometidos, no sacamos lecciones aprendidas.

Que no pase de nuevo, y convoquemos a la institucionalidad plena del Estado a la defensa de nuestra integridad territorial.

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