Históricamente Chile y Ecuador han tenido excelentes relaciones. Desde las económicas, hasta las culturales y educacionales. Fuimos de los primeros países que establecimos mutuamente el reconocimiento de títulos y durante décadas jóvenes chilenos estudiaron en universidades ecuatorianas y ocurría lo mismo con estudiantes ecuatorianos en nuestra universidades. Por cierto, a nivel de Estados, desplegamos una amplia cooperación entre nuestras principales instituciones desde nuestros primeros años de vida independiente.
En todos esos intercambios, como es de comprender, florecieron las relaciones humanas que dieron forma a familias binacionales que estrecharon mas aun los vínculos.
En la base de esta histórica amistad estaba la mas amplia coincidencia de nuestras respectivas diplomacias y del rol que ambas naciones podíamos desempeñar en la región. Desde sus primeras operaciones, la Armada de Chile encontró en Guayaquil aguas amistosas. En nuestras escuelas matrices siempre estuvimos acompañados de cadetes ecuatorianos.
Esta historia fecunda de amistad sin embargo padeció de momentos de frialdad. Coincidieron varias circunstancias para ello. Los países de la región vivieron hace poco momentos de ideologización de su proyección internacional. Pese a que históricamente siempre hemos tenido una amplia diversidad de regímenes políticos y de estrategias de desarrollo, se estableció hace algunos años una fuerte diferenciación entre los países del ALBA y su contrapartida, la Alianza del Pacifico, en su versión original. La dirigencia del Ecuador en esos años optó por adherir al ALBA, mientras que Alan García convocaba con éxito al entonces presidente Álvaro Uribe y al Presidente Piñera en su primera administración, a formar una alianza que se presentaba como alternativa no solo al ALBA sino también a los países del Mercosur. Mas allá de las diferencias, predominaron visiones de exclusión y de diferenciación.
Esos momentos además coincidieron con el episodio de las llamadas “cuerdas paralelas”, durante el juicio por el limite marítimo entre Chile y Perú. Los Tratados de 1952 y 1954 involucraban además a Ecuador. En una hábil maniobra la diplomacia peruana le ofreció todo al Ecuador, reconocimiento del paralelo como limite, respeto a la delimitación existente, con tal de que Ecuador no se hiciera parte del juicio.
Este episodio coincidió con difíciles momentos para la diplomacia quiteña: en marzo del 2008 tropas colombianas invadieron su territorio tras un campamento de las FARC allí instalado, dieron de baja a todos los guerrilleros, incluyendo un alto comandante del Secretariado, y además a un ciudadanos ecuatoriano, cuyos restos fueron trasladados a Bogotá.
Ha sido el incidente bilateral mas difícil en Sudamérica en los últimos años, hace exactamente una década. Los países involucrados rompieron relaciones, la región se tensó pero al final se impuso la diplomacia. En esos momentos, el Ecuador también enfrentaba una difícil relación con los EEUU por el cierre de la base aérea de Manta que usaban las FFAA norteamericanas. El episodio de “las cuerdas paralelas” consistió en que pese al desconocimiento de los Tratados vigentes y la demanda entablada por la diplomacia peruana, en un cuestionable giro a partir de marzo de 2010, las autoridades chilenas de entonces desplegaron un acercamiento a Lima. En la hipótesis explicatoria, se trató de privilegiar los aspectos económicos de la relación por sobre las consideraciones de soberanía y estrategia.
En la actualidad, la situación es diferente. El ALBA no vive sus mejores momentos y Ecuador toma distancia de su alineamiento. Y en Chile, si bien aún no hemos hecho un balance autocritico del fracaso de las “cuerdas paralelas” (entre otras cosas, perdimos mas de 22.000 km de presencia oceánica), se impone día a día una visión diferente. La demanda que Bolivia nos presentara bajo el reclamo de “obligación de negociar” desnuda la fragilidad de colocar la defensa de nuestra integridad territorial en manos ajenas. Hoy sería impensable que en Chile se hablase de “encapsular” el tema de la demanda, y que además, Chile condecorase al mandatario paceño y que nuestras autoridades subiesen al altiplano a brindar como si no hubiera pasado nada. Todo eso lo hizo Chile con Alan García en equívocos gestos en aquellos años.
Que Quito se despoje de algunos elementos ideológicos de su proyección internacional, y el que Chile mire la realidad en su total complejidad y no sólo con los ojos de los intereses económicos, restablecen las condiciones para que ambos países retomemos nuestros históricos lazos de amistad.
Ambos países podemos aportar estabilidad al Pacifico Sur, en actitud amistosa a todos, que permita conformar un espacio en esta ribera de la Cuenca del Pacifico de estabilidad y seguridad. Como bien lo entendieron los libertadores hace mas de doscientos años cuando confluyeron en un común esfuerzo por erradicar centros hegemónicos como el colonialismo trataba de preservar.