“Los dos estaban parados en el medio del camino y trataban de detener algún vehículo, pero ninguno se detuvo. Les hacían el quite cuando veían sus caras quemadas, que parecían máscaras de monstruos”.
Este es uno de los tantos testimonios que aparecen en el libro “Rodrigo y Carmen Gloria: Quemados Vivos” de la periodista Patricia Verdugo, que narra los hechos acontecidos el 2 de julio de 1986, cuando dos jóvenes sufrieron el horror de la represión militar.
El relato corresponde a un hombre joven que trabajaba en una construcción cercana y quien primero decidió ayudarlos. Rodrigo y Carmen Gloria habían sido abandonados en un sitio eriazo en la comuna de Quilicura. Horas antes una patrulla militar -comandada por el teniente Pedro Fernández Dittus- les había rociado gasolina y luego encendido fuego.
“El joven me tomó del brazo. Yo lo retiré, porque de sus dedos salía algo como aceite. Tenía los labios blancos y la cara parecía una máscara oscura. Hablaban apenas. No tenía pelos. El sangraba por la nariz”, señaló entonces el testigo, quien recordó que los dos jóvenes le gritaban: “¡Necesitamos un auto! ¡Ayúdenos a hacer parar un auto!”
“Yo, que tengo buen corazón, traté de ayudarlos. Había mucha neblina. Hice parar un taxi. El joven dijo que tenía plata en su bolsillo para pagarlo, pero el taxista no quiso llevarlos”, agregó.
“Lo único que hacían era quejarse del dolor. Especialmente la niña. Lloraba y gritaba. Pedía que le pegaran un balazo para no seguir sufriendo. Entonces aparecieron unos carabineros”, puntualizó el testigo identificado con las iniciales C.G.L. al periodista Víctor Carvajal a La Segunda.
Los uniformados habrían llegado a socorrer a Rodrigo y Carmen Gloria luego que una mujer que conducía un Volkswagen habría sido quien avisó a Carabineros, en la garita de control de ingreso al aeropuerto.
Los policías pidieron a varios trabajadores que fabricaran una banca para sentarlos. “La hicimos con ladrillos y un tablón. El muchacho se sentó y la niña se acostó de guata, dejó los brazos colgando hacia abajo, y apoyó su cara en la tabla, mirando hacia el camino. Estuvieron así como una hora, porque la ambulancia que habían pedido los carabineros no llegaba nunca (…) al final como no llegaba la ambulancia, los carabineros decidieron parar un furgón celeste y allí se llevaron a los dos quemados a la posta de Quilicura”, dijo el testigo.
Testigos claves
Lo ocurrido al frente del número 3915 de la calle Hernán Yungue, cerca de la Av. General Velásquez fue presenciado por varios testigos.
Jorge, un obrero que caminaba ese día por el sector, narró así los hechos:
“Me inmovilicé, no podía respirar casi. Ellos (militares) no me veían, pero yo sí. Y vi lo que hacían: era como una fiesta, parecían gozar con el espectáculo; algunos se reían mientras los cabros se quemaban vivos. Sentí una desesperación y una impotencia inmensa y pensé ¿qué puedo hacer yo solo? En eso apareció otra niña de la población y le dije: “¡Mira cómo estos desgraciados queman a los chiquillos!. Pensé que era preferible que los mataran a que los hicieran sufrir así”.
Represión y versión oficial
El 2 de julio de 1986 no era cualquier jornada. Era el primero de los dos días convocados por la Asamblea de la Civilidad para una paralización general en contra de la dictadura militar.
Movilización que tuvo como saldo ocho personas asesinadas. Entre ellas, está el caso de la niña Nadia Fuentes Concha, de sólo 13 años, quien salió a comprar pan como a las 10 de la mañana, muy cerca de su casa en la Población Los Copihues, La Florida.
“Pasó en esos momentos un camión con militares y uno de ellos disparó. ¡No puede ser, no puede ser!”, dijo entonces su madre, María Concha. “Los militares mataron a mi niñita, cuando vieron que cayó al suelo, ellos, que le habrían disparado, se arrancaron. Ni siquiera la socorrieron. La dejaron ahí no más”, declaró.
Los militares habían sentenciado horas antes, dijo otro testigo: “¡Vamos a tener que matar a uno de estos huevones para que se tranquilicen! Apenas liquidaron a la niña, se fueron, a toda velocidad”.
El Ejército sacó rápidamente una declaración pública donde afirmó:
1° El Ejército desmiente categóricamente la participación de sus miembros en los hechos aludidos.
2° La institución condena, en la forma más enérgica, la comisión de hechos tan graves como los señalados.
3° Estos hechos han sido puestos en conocimiento de las autoridades correspondientes, para el ejercicio de las acciones judiciales que fueran procedentes.
Incluso, Augusto Pinochet señaló en el Teatro Concepción, ante integrantes del voluntariado femenino, lo siguiente: “No se ha establecido todavía cómo fueron los hechos. Pero es muy curioso que la parka que tenía el joven que murió quemado, no estaba quemada por fuera, sino por dentro. No quiero pensar mal, pero me da la impresión que llevaba a lo mejor algo oculto, lo que provocó la quemazón por dentro”.
Sin embargo, la parka era una sola masa calcinada, en la cual no se advertía qué parte era el revés y qué parte el derecho. ¿De qué parka estaba hablando Pinochet?.
En agosto de 1986, el Ejército sacó otra declaración donde afirmó que Rodrigo y Carmen Gloria portaban artefactos explosivos, los que se inflamaron casualmente produciendo las quemaduras que a Rodrigo le costaron la vida y a Carmen la carbonización del 60% de su cuerpo.
El 3 de enero de 1991 la Corte Marcial decidió absolver al ahora capitán Fernández Dittus en lo que respecta a las quemaduras que sufrió Carmen Gloria Quintana. Respecto del asesinato de Rodrigo Rojas confirmó la encargatoria de reo por el cuasi delito de homicidio, condenándolo a 300 días de pena remitida.
Reapertura del caso
En julio de 2015, el ministro de la Corte de Apelaciones, Mario Carroza, decidió procesar a seis ex militares y a uno en calidad de cómplice por homicidio frustrado.
«Los antecedentes que permiten tomar esta decisión están consignados en una resolución que después se entregará, esa es la información que ahora puedo darles», detalló el ministro Carroza.
Agregando que «son seis en calidad de autor de homicidio calificado por la muerte de Rodrigo Rojas y homicidio calificado frustrado por las heridas de Carmen Gloria Quintana, la calificante sería la alevosía, el cómplice sería el conductor del camión en donde fueron llevadas las víctimas en primera instancia».
Por ser ex militares y estar dentro del sistema de justicia anterior a la Reforma Procesal Penal, «serán trasladados a una unidad militar hasta que se decida otra cosa», explicó el juez.
Los ex militares procesados como autores son Julio Castañer González, Nelson Medina Gálvez, Luis Zúñiga González, Jorge Astengo Espinoza, Francisco Vásquez Vergara, e Iván Figueroa Canobra. En tanto, Sergio Hernádez Ávila será procesado en calidad de cómplice.
Rodrigo, su madre y un ex conscripto
“En 1975 Rodrigo se fue de vacaciones a Quebec. No sabía que su madre lo enviaba fuera del país para aislarlo de los riesgos que ella había asumido como trabajadora por los Derechos Humanos en organismos de Iglesia y en el Comité Pro Paz.
Tres semanas después, su madre era detenida, desaparecida por un tiempo, torturada, violada y finalmente encarcelada por dos años. Su padrastro, en tanto, fue asesinado.
En 1977 se reúne con su madre –expulsada del país- en Estados Unidos. Aprende de cámaras con un gran fotógrafo chileno, Marcelo Montecinos.
A los 18 años siente que está listo para ir a encontrarse con Chile. Deja de lado colegio, fiestas y pololas para escribir y vender programas de computación y así juntar lo necesario para comprar el pasaje. Abril de 1986: ya está en Chile. Se le ve en plazas, manifestaciones, en lugares arquitectónicos y, sobre todo, en los lugares de la juventud.
Se gana la vida como programador de computadoras en la Facultad de Medicina Norte y vendiendo fotos a una agencia de prensa norteamericana.
Es vegetariano, le molesta el cigarrillo”. (Perfil hecho por “A La Moneda, N° 14 agosto 1986)
Hace poco Verónica de Negri, su madre, se reunió con el ex conscripto que rompió el pacto de silencio, Fernando Guzmán.
El ex soldado del Ejército fue quien entregó datos importantes para que el caso «Quemados» se reabriera y los tribunales pudieran procesar a militares en retiro que participaron en este hecho, por el delito de homicidio calificado.
«La verdad libera», dijo la mujer. El ex conscripto respondió: «La mochila era muy pesada y la soporté solo mucho tiempo».
La madre de Rodrigo Rojas De Negri le contestó que “no conozco la palabra perdón, pero sí valorizo altamente ese acto de valentía que usted ha tenido».